Néstor Makhno
Néstor Makhno (1888-1934) es una figura controvertida en la historia del movimiento anarquista. Durante tres años dirigió una campaña de guerrilla en Ucrania durante la guerra civil que siguió a la Revolución Rusa de 1917. A veces ejecutaba sumariamente a los contrarrevolucionarios, y su ejército reclutó a algunos de sus miembros. Por otra parte, cuando sus fuerzas liberaban un pueblo o una ciudad del control de los zaristas (los "blancos") o de los bolcheviques (los "rojos"), volvían a abrir las prensas y las salas de reunión cerradas por esas fuerzas y liberaban a todos de las cárceles locales. Con su camarada Peter Arshinov y algunos otros anarquistas, ayudó a elaborar la "Plataforma Organizativa de los Comunistas Libertarios", que llamaba a los anarquistas a formar una organización revolucionaria federalista basada en la responsabilidad colectiva, que algunos anarquistas consideraban una organización de vanguardia que funcionaría más como un partido socialista revolucionario que como una organización anarquista federalista. Más o menos al mismo tiempo que aparecía la Plataforma, Makhno publicó este ensayo sobre la lucha contra el Estado, en el que resumía sus puntos de vista sobre las tareas pendientes basándose en las lecciones de la Revolución Rusa. Incluí extractos de la Plataforma y respuestas de algunos de sus críticos, incluyendo a Malatesta y Voline, en el Volumen Uno del Anarquismo: A Documentary History of Libertarian Ideas, así como algunas proclamas del ejército majnovista y extractos de la historia del movimiento majnovista de Arshinov.
La lucha contra el Estado
El hecho de que el Estado moderno sea la forma organizativa de una autoridad basada en la arbitrariedad y la violencia en la vida social de los trabajadores es independiente de que sea "burgués" o "proletario". Se basa en el centralismo opresivo, que surge de la violencia directa de una minoría desplegada contra la mayoría Para hacer valer e imponer la legalidad de su sistema, el Estado recurre no sólo a la pistola y al dinero, sino también a potentes armas de presión psicológica. Con la ayuda de esas armas, un minúsculo grupo de políticos aplica la represión psicológica a toda una sociedad y, en particular, a las masas trabajadoras, condicionándolas de tal manera que desvían su atención de la esclavitud instituida por el Estado.
Por lo tanto, debe quedar claro que si queremos combatir la violencia organizada del Estado moderno, tenemos que desplegar armas poderosas adecuadas a la magnitud de la tarea.
Hasta ahora, los métodos de acción social empleados por la clase obrera revolucionaria contra el poder de los opresores y explotadores -el Estado y el Capital-, de conformidad con las ideas libertarias, fueron insuficientes para llevar a los trabajadores a la victoria completa.
Ha ocurrido en la historia que los trabajadores han derrotado al Capital, pero la victoria se les escapó de las manos porque surgió algún poder del Estado que amalgamó los intereses del capital privado y los del capitalismo de Estado en aras del éxito sobre los trabajadores.
La experiencia de la revolución rusa ha puesto en evidencia nuestras deficiencias en este sentido. No debemos olvidarlo, sino que debemos aplicarnos a identificar claramente esas deficiencias.
Podemos reconocer que nuestra lucha contra el Estado en la revolución rusa fue notable, a pesar de la desorganización que afectaba a nuestras filas: notable sobre todo en lo que se refiere a la destrucción de esa odiosa institución.
Pero, por el contrario, nuestra lucha fue insignificante en el ámbito de la construcción de la sociedad libre de los trabajadores y de sus estructuras sociales, que podrían haber garantizado su prosperidad fuera del alcance de la tutela del Estado y de sus instituciones represivas.
El hecho de que los comunistas libertarios o los anarcosindicalistas no hayamos previsto la secuela de la revolución rusa, y que no nos hayamos apresurado a idear a tiempo nuevas formas de actividad social, ha llevado a muchos de nuestros grupos y organizaciones a vacilar una vez más en su política y estrategia social en el frente de lucha de la revolución.
Si queremos evitar una futura recaída en estos mismos errores, cuando se produzca una situación revolucionaria, y para conservar la cohesión y la coherencia de nuestra línea organizativa, debemos, en primer lugar, amalgamar todas nuestras fuerzas en un solo colectivo activo, y luego, sin más, definir nuestra concepción constructiva de las unidades económicas, sociales, locales y territoriales, para que se perfilen en detalle (soviets libres), y en particular describir a grandes rasgos su misión revolucionaria básica en la lucha contra el Estado. La vida contemporánea y la revolución rusa así lo exigen.
Quienes se han mezclado en las propias filas de las masas obreras y campesinas, participando activamente en las victorias y derrotas de su campaña, deben llegar sin duda a nuestras propias conclusiones, y más concretamente a la apreciación de que nuestra lucha contra el Estado debe proseguirse hasta su total erradicación: reconocerán también que el papel más duro en esa lucha es el de la fuerza armada revolucionaria.
Es esencial que la acción de las fuerzas armadas de la Revolución se vincule con la unidad social y económica, en la que el pueblo trabajador se organizará desde los primeros días de la revolución, para que se introduzca la autoorganización total de la vida, fuera del alcance de todas las estructuras estatistas.
A partir de este momento, los anarquistas deben centrar su atención en ese aspecto de la Revolución. Deben convencerse de que, si las fuerzas armadas de la revolución se organizan en enormes ejércitos o en montones de destacamentos armados locales, no pueden dejar de vencer a los titulares y defensores del Estado, y así crear las condiciones necesarias para que la población trabajadora que apoya la revolución pueda cortar todos los lazos con el pasado y mirar hacia el detalle final del proceso de construcción de una nueva existencia socioeconómica.
Sin embargo, el Estado podrá aferrarse a algunos enclaves locales y tratar de poner múltiples obstáculos en el camino de la nueva vida de los trabajadores, frenando el ritmo de crecimiento y el desarrollo armonioso de las nuevas relaciones fundadas en la emancipación completa del hombre.
La liquidación definitiva y total del Estado sólo podrá producirse cuando la lucha de los trabajadores se oriente en la línea más libertaria posible, cuando los propios trabajadores determinen las estructuras de su acción social. Estas estructuras deben asumir la forma de órganos de autodirección social y económica, la forma de soviets libres "antiautoritarios". Los trabajadores revolucionarios y su vanguardia -los anarquistas- deben analizar la naturaleza y la estructura de estos soviets y especificar sus funciones revolucionarias por adelantado. De ello dependerá, principalmente, la evolución positiva y el desarrollo de las ideas anarquistas, en las filas de quienes lograrán la liquidación del Estado por cuenta propia para construir una sociedad libre.
Dyelo Truda No.17, octubre de 1926
Traducido por Jorge Joya
Original: robertgraham.wordpress.com/2020/05/30/insurgent-makhnovists-down-with-