Ensayo de E. Armand escrito en 1911 y publicado en la Encyclopédie Anarchiste, obra en cuatro volúmenes editada por Sébastien Faure.
E. Armand (1872 - 1962) es el seudónimo de Lucien-Ernest Juin, un libertario individualista, antimilitarista y defensor de la libertad sexual
I
Ser anarquista es negar la autoridad y rechazar su corolario económico: la explotación. Esto se aplica a todos los ámbitos de la actividad humana. El anarquista quiere vivir sin dioses ni amos; sin jefes ni gerentes; desigual, sin leyes así como sin prejuicios; amoral, sin obligaciones así como sin moral colectiva. Quiere vivir libremente, vivir su concepción personal de la vida. En su corazón, siempre es un asocial, un refractario, un outsider, un forastero, un inadaptado. Y por mucho que se vea obligado a vivir en una sociedad cuya constitución repugna a su temperamento, acampa allí como un extraño. Si hace las concesiones necesarias al medio ambiente -siempre con el motivo ulterior de recuperarlas- para no arriesgar o sacrificar su vida tonta o innecesariamente, es porque las considera armas de defensa personal en la lucha por la existencia. El anarquista desea vivir su vida, en la medida de lo posible, moral, intelectual y económicamente, sin preocuparse del resto del mundo, tanto de los explotadores como de los explotados; sin querer dominar ni explotar a los demás, pero dispuesto a reaccionar por todos los medios contra cualquiera que se inmiscuya en su vida o le prohíba expresar sus pensamientos con la pluma o la palabra.
El enemigo del anarquista es el Estado y todas sus instituciones que tienden a mantener o perpetuar su dominio sobre el individuo. No hay posibilidad de conciliación entre el anarquista y cualquier forma de sociedad basada en la autoridad, ya sea de un autócrata, una aristocracia o una democracia. No hay ningún punto en común entre el anarquista y cualquier entorno regulado por las decisiones de una mayoría o los deseos de una élite. El anarquista combate tanto la educación impartida por el Estado como la proporcionada por la Iglesia. Se opone a los monopolios y privilegios, ya sean intelectuales, morales o económicos. En una palabra, es el antagonista irreconciliable de cualquier régimen, de cualquier sistema de vida social, de cualquier estado de cosas que implique la dominación del hombre o del medio ambiente sobre el individuo, y la explotación del individuo por el hombre o el medio ambiente.
El trabajo del anarquista es ante todo un trabajo de crítica. El anarquista va sembrando la revuelta contra lo que oprime, obstaculiza y se opone a la libre expansión del ser individual. En primer lugar, es necesario liberar el cerebro de ideas preconcebidas, liberar los temperamentos encadenados por el miedo, crear mentalidades libres de lo que dice la gente y de las convenciones sociales; es entonces cuando el anarquista instará a quienes quieran seguirle a rebelarse prácticamente contra el determinismo del entorno social, a afirmarse individualmente, a labrarse su propia estatua interior, a independizarse, en la medida de lo posible, del entorno moral, intelectual y económico. Instará a los ignorantes a aprender, a los indiferentes a reaccionar, a los débiles a hacerse fuertes, a los encorvados a enderezarse. Instará a los poco dotados y a los menos capaces a sacar de sí mismos todos los recursos posibles y a no depender de los demás.
Hay un abismo entre el anarquismo y el socialismo en sus diferentes aspectos, incluido el sindicalismo. El anarquista pone en la base de todas sus concepciones de la vida: el hecho individual. Por eso le gusta llamarse anarquista-individualista.
No cree que los males que sufre la gente se deban exclusivamente al capitalismo o a la propiedad privada. Piensa que se deben sobre todo a la mentalidad defectuosa de los hombres, considerados en su conjunto. Los amos sólo existen porque hay esclavos, y los dioses sólo existen porque los fieles se arrodillan. Al anarquista-individualista no le interesa una revolución violenta destinada a transformar el modo de distribución de los productos en una dirección colectivista o comunista, que difícilmente provocaría un cambio en la mentalidad general y que en ningún caso supondría la emancipación del ser individual.
En un régimen comunista, el individuo estaría tan subordinado como en la actualidad a la buena voluntad del Medio; sería tan pobre y tan miserable como en la actualidad; en lugar de estar bajo el yugo de la pequeña minoría capitalista, estaría dominado por el conjunto económico. Nada le pertenecería. Sería un productor, un consumidor, un impulsor o un agitador, nunca un independiente.
II
El individualista-anarquista se diferencia del comunista-anarquista en que considera (además de la propiedad de los objetos de disfrute que forman una extensión de la personalidad) la propiedad de los medios de producción y la libre disposición del producto como la garantía esencial de la autonomía de la persona. Se entiende que esta propiedad se limita a la posibilidad de utilizar (individualmente, en pareja, en grupos familiares, etc.) el terreno o los medios de producción indispensables para las necesidades de la unidad social, siempre que el poseedor no lo arriende a otra persona o utilice a alguien a su servicio para desarrollarlo.
El individualista-anarquista no pretende vivir a cualquier precio, como el individualista, ni siquiera como explotador, como tampoco pretende vivir como regulador, siempre que el plato de sopa esté asegurado, el vestido sea seguro y la vivienda esté garantizada.
El anarquista-individualista, además, no pretende pertenecer a ningún sistema que vincule el futuro. Afirma que se encuentra en estado de autodefensa frente a cualquier entorno social (Estado, sociedad, ambiente, agrupación, etc.) que admita, acepte, perpetúe, sancione o haga posible
a) la subordinación al entorno del ser individual, colocándolo en un estado de inferioridad manifiesta al no poder tratar con el conjunto como un igual, como un poder a poder;
b) la obligación (en cualquier ámbito) de ayuda mutua, solidaridad y asociación
c) la privación de la posesión individual e inalienable de los medios de producción y de la plena e irrestricta disposición del producto;
d) la explotación de cualquier persona por parte de uno de sus semejantes, que le hará trabajar por su cuenta y en su propio beneficio;
e) la monopolización, es decir, la posibilidad de que un individuo, una pareja o un grupo familiar posea más de lo necesario para su normal mantenimiento
f) el monopolio del Estado o de cualquier forma ejecutiva que lo sustituya, es decir, su intervención en su función centralizadora, administradora, directora y organizadora de las relaciones entre particulares en cualquier ámbito
g) Préstamos con intereses, usura, agio, valor de cambio, herencia, etc., etc.
III
El anarquista-individualista utiliza la "propaganda" para seleccionar los temperamentos anarquistas-individualistas que no se conocen, para determinar al menos una atmósfera intelectual favorable a su desarrollo. Las relaciones entre anarquistas-individualistas se establecen sobre la base de la "reciprocidad". El "compañerismo" es esencialmente individual, nunca impuesto. Un camarada" es aquel con el que resulta individualmente agradable estar, que hace un esfuerzo apreciable por sentirse vivo, que participa en su propaganda de crítica educativa y de selección de personas; que respeta la forma de vida de cada uno, no invade el desarrollo de los que caminan con él y de los que le tocan más de cerca.
El anarquista-individualista nunca es esclavo de una fórmula estándar o de un texto recibido. Sólo admite opiniones. Sólo propone tesis. No impone un punto de llegada. Si adopta un método de vida en un punto de detalle, es para que le asegure más libertad, más felicidad, más bienestar, pero no para sacrificarse por él. Y la modifica, y la transforma cuando se da cuenta de que seguir siendo fiel a ella disminuiría su autonomía. No quiere dejarse dominar por principios establecidos a priori; es a posteriori, sobre la base de sus experiencias, que establece su regla de conducta, nunca definitiva, siempre sujeta a las modificaciones y transformaciones que puedan sugerir el registro de nuevas experiencias, y la necesidad de adquirir nuevas armas en su lucha contra el entorno. Sin hacer tampoco de lo a priori un absoluto.
El anarquista-individualista nunca es responsable de sus acciones ante nadie más que ante sí mismo.
El anarquista-individualista considera la asociación sólo como un recurso, un parche. Por lo tanto, sólo quiere asociarse en caso de emergencia, pero siempre de forma voluntaria. Y, por lo general, sólo quiere celebrar contratos a corto plazo, siempre en el entendimiento de que cualquier contrato puede ser rescindido en cuanto sea perjudicial para una de las partes contratantes.
El anarquista-individualista no prescribe una moral sexual específica. Cada persona debe determinar su vida sexual o afectiva, tanto para un sexo como para el otro. Lo principal es que en las relaciones íntimas entre anarquistas de distinto sexo no haya violencia ni coacción. Cree que la independencia económica y la posibilidad de ser madre a voluntad son las condiciones iniciales para la emancipación de la mujer.
El anarquista-individualista quiere vivir, quiere poder disfrutar de la vida individualmente, de la vida en todas sus manifestaciones. Pero sigue siendo dueño de su propia voluntad, considerando sus conocimientos, sus facultades, sus sentidos y los numerosos órganos de percepción de su cuerpo como servidores de su "yo". No es un cobarde, pero no quiere rebajarse. Y sabe muy bien que quien se deja llevar por sus pasiones o dominar por sus inclinaciones es un esclavo. Quiere conservar el "autocontrol" para lanzarse a las aventuras que la investigación independiente y el libre examen pueden aportarle. Defenderá de buen grado una vida sencilla, la renuncia a las necesidades facticias, esclavizantes e inútiles; la huida de las grandes aglomeraciones humanas; la alimentación racional y la higiene corporal.
El anarquista-individualista se interesará por las asociaciones formadas por ciertos compañeros con el fin de librarse de la obsesión de un entorno que les repugna. El rechazo del servicio militar, la negativa a pagar impuestos, tendrán toda su simpatía; los sindicatos libres, únicos o plurales, como protesta contra la moral vigente; el ilegalismo como ruptura violenta (y bajo ciertas reservas) de un contrato económico impuesto por la fuerza; la abstención de cualquier acción, cualquier trabajo, cualquier función que implique el mantenimiento o la consolidación del régimen intelectual, ético o económico impuesto; el intercambio de productos de primera necesidad entre anarquistas-individualistas que posean la maquinaria de producción necesaria, sin ningún intermediario capitalista; etc. , son actos de revuelta esencialmente adecuados al carácter del anarquismo individualista.
FUENTE: Blog flemático de Anne Archet
Traducido por Jorge Joya
Original: www.socialisme-libertaire.fr/2017/02/petit-manuel-anarchiste-individua