En Dios y el Estado (1), Bakunin escribe: "La vida es toda fugaz y transitoria, pero también toda palpitante de realidad e individualidad, de sensibilidad, sufrimiento, alegrías, aspiraciones, necesidades y pasiones. Sólo ella crea espontáneamente las cosas y todos los seres reales. La ciencia no crea nada, sólo observa y reconoce las creaciones de la vida. Más adelante, añade: "Lo que predico es, pues, en cierta medida, la rebelión de la vida contra la ciencia, o más bien contra el gobierno de la ciencia. No para destruir la ciencia -¡Dios no lo quiera! Eso sería un crimen de lesa humanidad, pero ponerlo en su sitio, para que nunca pueda salir de él. La ciencia debe situarse fuera de toda posibilidad de ejercer el poder porque, escribió Bakunin, su "única misión es iluminar la vida, no gobernarla". Según el camarada Vitamina, la única posibilidad de emancipación es a través de la razón. Pero este culto impersonal a la ciencia debe situarla fuera de toda posibilidad de ejercer el poder, porque su idealismo y su perfección, situados en un futuro perpetuo, nunca se cumplirán.
Bakunin cumpliría hoy 200 años. ¿Estamos en ese futuro que él sentía que nunca podría realizarse? (2) ¿Es la vida un "concepto" arcaico bueno para los anarquistas del siglo XIX? ¿Estamos en una época en la que la ciencia manda? ¿Dónde deciden los expertos? ¿Podemos decir razonablemente que la ciencia se ha quedado en su sitio como deseaba el anarquista bicentenario? ¿No es un instrumento favorito del capital y del Estado? ¿No es el gobierno de la ciencia lo que denuncian los decrecentistas? Obviamente, no todos los científicos están de acuerdo entre sí. Pero, ¿les impide esto ejercer el poder? Los políticos tampoco están todos de acuerdo. Criticar el poder de la ciencia no es criticarla en sí misma. Esto es lo que percibió Bakunin. Lo que importa hoy es saber hasta qué punto la ciencia ejerce la dominación o cómo y cuándo el progreso, de forma contradictoria, acaba esclavizando. ¿Estamos seguros de que se trata de un problema típicamente pequeñoburgués? Desde los niños de Accra (Ghana) que se envenenan reciclando residuos electrónicos, hasta los transgénicos vendidos por las multinacionales al campesinado empobrecido del Tercer Mundo (3), pasando por las minas de uranio de Níger con consecuencias desastrosas para la salud de los trabajadores, las desigualdades sociales y la mala calidad del medio ambiente están estrechamente relacionadas. Según un reciente informe de la OMS, las muertes relacionadas con la contaminación se distribuyen de forma desigual entre los distintos niveles de renta. En Europa, por ejemplo, 106 muertes por cada 100.000 habitantes en los países pobres, frente a 47 en los países ricos. Siempre son los más pobres, por ejemplo los trabajadores empleados en la subcontratación, los más expuestos a los riesgos industriales. En la región de Etang de Berre (Bouches-du-Rhône), la mano de obra inmigrante utilizada para construir el vasto complejo industrial de la zona ha sido diezmada por la constante exposición a materiales tóxicos (4). La burguesía suele protegerse de las molestias que causa su industria. ¿Hace esto que la preocupación por el medio ambiente sea un lujo del que nunca podrá disfrutar el proletariado?
La justicia social y el medio ambiente están vinculados, aunque sólo sea porque consumir menos significa ahorrar dinero en un contexto de crisis. Un estudio de junio de 2014 muestra que, más que la preocupación por el medio ambiente, es la preocupación económica la que lleva a ahorrar recursos energéticos o hídricos, por los medios de transporte y a aprovechar mejor los objetos para alargar su vida útil (5). En sus inicios, el movimiento obrero se enfrentó a la esclavitud industrial. Más tarde, las organizaciones obreras integraron la idea de que el progreso científico formaría parte de una sociedad acomodada e incluso se identificaron con el hecho industrial. Pero los trabajadores nunca olvidaron la lucha por la mejora de sus condiciones de trabajo -es decir, de su entorno- contra el modo de producción dominante. La lucha contra el ritmo de trabajo, contra la asimilación del hombre a la máquina (6), por la reducción de la jornada laboral, por la mejora de las condiciones de salud y seguridad y por la educación sigue recorriendo hoy la historia del movimiento obrero. Estas cuestiones no sólo tienen que ver con la justicia social, sino también con el medio ambiente en el sentido más amplio. Es decir, no sólo el entorno biológico o sanitario, sino también el cultural y sociológico. Básicamente, la forma más clásica de huelga -la no productiva- es una acción que se opone al productivismo o, al menos, a la forma establecida de organizar la producción. Incluso una lucha social que simplemente se refiere a los salarios contribuye a mejorar el entorno de los trabajadores al mejorar sus condiciones de vida.
Se objetará que estas luchas no son más que reformismo y que la civilización del tiempo libre soñada por los antepasados se ha convertido en una pesadilla de fastidio y embrutecimiento. Cuando los empleados de una central nuclear amenazada de cierre se ponen en huelga, es el clásico caso de puestos de trabajo contra el medio ambiente. La producción capitalista pone de manifiesto la incapacidad de este sistema para responder a las necesidades humanas. La lógica capitalista del consumismo, de la plusvalía, de la explotación, de los márgenes cada vez mayores tomados sobre el trabajo hasta el punto de hacer creer en su volatilización se basa en una producción que no parte de las realidades sociales y medioambientales. Se basa en las apuestas del capital y del poder y se impone sobre nosotros y sobre nuestras condiciones de vida. Es la lógica de una sociedad anestesiada por el consumo que aumenta constantemente su heteronomía vendiendo el sueño de la libre elección. Produzca más. Vender más. Consume más. Conseguir que la gente se identifique con los objetos en un frenesí de innovación. El capitalismo acaba dirigiendo su propia revolución aniquilando cualquier deseo de revuelta real. Este tipo de producción y consumo nunca eliminará la miseria y la subordinación en cualquier lugar del planeta. En una sociedad en la que se suprime el trabajo asalariado, el antagonismo entre el empleo y el medio ambiente ya no es relevante, como tampoco lo es la necesidad de producir para vender, con toda la alienación que ello representa. Lo único que queda es la evaluación de nuestras necesidades con una producción y distribución que responda a ella tratando de reducir al máximo la división del trabajo. Tal orden no podría funcionar con la actual desmesura. Implica una cierta simplicidad y un uso lúcido del progreso técnico. Sólo en las comunidades rurales de la España libertaria se abolió realmente el trabajo asalariado, e incluso entonces había monedas locales, racionamiento e incluso la moneda nacional para cambiar más allá cuando el trueque no era posible. En las zonas urbanas, Gaston Leval habla de "un neocapitalismo obrero" (7) donde el trabajo asalariado no ha desaparecido y donde la socialización no es completa. Las limitaciones de la guerra civil y el mantenimiento de un contexto capitalista lo explican. Pero también existe la dificultad de gestionar un sistema de industrias y servicios de mediana y gran escala según nuestras ideas. No se trata de renunciar a ella, sino de admitir que se modificaría radicalmente teniendo en cuenta la calidad de nuestro entorno como necesidad. Hay muchas otras necesidades. Para satisfacerlos, debemos producir y distribuir con el menor impacto posible sobre el hombre y su entorno. La ciencia, el progreso, la tecnología y la industria deben ser puestos en su lugar por la rebelión de la vida. Aunque una cosa no excluye necesariamente a la otra, no es deseable sacrificar la libertad por la eficacia.
Podemos discutir sobre la semántica y sorprendernos de que una ciencia -la ecología- se equipare a una escuela de pensamiento político. Pero la historia, la geografía, la sociología, la economía, las matemáticas e incluso la biología son ciencias que también tienen aplicaciones en la esfera política. Podemos especular sobre la vida del planeta, pero la vida del hombre es infinitamente más limitada. Los humanos tienen sus límites. Es a partir de esto que puede asociarse para ampliar su libertad. Si, como escribió Reclus, "el hombre es la naturaleza tomando conciencia de sí misma", entonces es su propio equilibrio y libertad lo que destruye al descuidar su entorno. De hecho, a través de las ideas ecologistas, podríamos ganar pensando que se trata más de preservar lo humano que de preservar la naturaleza. La vida que defendemos es una vida cuyo propósito "no es estar muerto aparentando estar vivo" (8). Creemos que la libertad y la justicia están tan amenazadas por el oscurantismo como por la carrera hacia un desarrollo económico y tecnológico sin rumbo. Querer una vida menos opulenta, más consciente y tener control sobre nuestro tiempo sólo tiene sentido si es una vida libre y justa. Frente a los dioses de la tecnociencia, debemos actuar con racionalidad. Frente al idealismo científico, que siempre conduce al materialismo brutal, partamos de nuestras realidades y avancemos hacia nuestros ideales. En el ámbito de las luchas medioambientales, las experiencias y luchas horizontales son numerosas y variadas. Todo esto no es excesivo. Se trata de nuestra vida cotidiana. Los riesgos de un lavado verde capitalista o de un ecofascismo dirigido por la propia tecnocracia o por los peores reaccionarios no son nada despreciables. Lo serán aún más si el movimiento anarquista golpea las luchas decrecientes sin ningún matiz y de manera innecesariamente provocativa (9).
Grupo Libertario George-Orwell
1. Se trata de la versión de este clásico publicada por Mille et une nuits, es decir, según el epílogo, con el recorte realizado por Reclus, pero también con un respeto más escrupuloso del manuscrito.
2. 2. "El futuro es la única trascendencia de los hombres sin Dios", decía Camus en L'Homme révolté.
3. El estudio de Gilles-Éric Séralini y su equipo sobre los efectos a largo plazo del Roundup y del maíz transgénico NK603 se volvió a publicar y a redactar para la revista Environmental Science Europe después de haber sido censurado en Food and Chemical Toxicology: www.enveurope.com/content/26/1/14
4. Ver el documental fotográfico Tumeurs et Silences autour de l'étang de Berre: www.dailymotion.com/video/x1cp4qy_tumeurs-et-silences-autour-de-l-etan
5. ADEME, Évolutions du comportement des Français face au développement de l'économie circulaire: www.presse.ademe.fr/wp-ontent/uploads/2014/06/EconomieCirculaire_Rappo
6. La denuncia del hombre-robot está, por ejemplo, bastante presente en los documentos de los militantes del periodo mayo-junio de 1968. El 15 de mayo de 1968, una octavilla de la CFDT de Delle Alsthom, en la región de Lyon, proclamaba: "Si esta civilización de los ROBOTS que quieren hacer de nosotros conviene a algunos obreros, que se sepa que, antes o después, con o sin violencia, será rechazada por los demás y sobre todo por nuestros hijos.
7. España libertaria, p. 246
8. Reclus, prefacio a Pour la vie de Alexandra David-Néel.
9. Véanse los numerosos artículos de Philippe Pelletier sobre este tema en Le Monde Libertaire.
FUENTE: Archivos de Le Monde Libertaire
Traducido por Jorge Joya
Original: www.socialisme-libertaire.fr/2016/07/pour-une-vie-libre-et-juste.html