El contexto
La minoría de niños de todos los países europeos que han tenido la oportunidad de estudiar la historia de Europa, así como la de su propio país, han aprendido que hubo dos grandes acontecimientos en el siglo pasado: la unificación de Alemania, lograda por Bismarck y el káiser Guillermo I, y la de Italia, lograda por Cavour, Mazzini, Garibaldi y Víctor Manuel II.
El mundo entero, que en aquella época significaba el mundo europeo, acogió estas victorias. Alemania e Italia habían abandonado todos esos pequeños principados, repúblicas, ciudades-estado y provincias papales para convertirse en estados-nación, imperios y conquistadores. Se parecían a Francia, cuyos pequeños déspotas locales habían sido finalmente unificados por la fuerza primero por Luis XIV con su majestuoso eslogan "L'État c'est moi", luego por Napoleón, heredero de la Gran Revolución, al igual que Stalin en el siglo XX construyó la maquinaria administrativa para conformarse. O se parecían a Inglaterra, cuyos reyes (y un gobernante republicano, Oliver Cromwell) habían logrado subyugar a galeses, escoceses e irlandeses, y luego dominaban el resto del mundo fuera de Europa. Lo mismo había ocurrido en el otro extremo del continente. Iván IV, acertadamente llamado "El Terrible", había conquistado desde Asia Central hasta el Pacífico y Pedro I, conocido como "El Grande", se había apoderado del Báltico, de la mayor parte de Polonia y del oeste de Ucrania, utilizando técnicas que había aprendido de Francia y Gran Bretaña.
La opinión ilustrada de toda Europa acogió con satisfacción el hecho de que Alemania e Italia se hubieran unido al club de caballeros de las potencias nacionales e imperialistas. El resultado final en este siglo fue una espantosa aventura de conquista, la devastadora pérdida de vidas jóvenes en todos los pueblos de Europa en dos guerras mundiales, el ascenso de demagogos populistas como Hitler y Mussolini, y sus imitadores, hasta el día de hoy, que afirman que "yo soy el Estado".
Posteriormente, cada nación ha tenido su cosecha de políticos de todo tipo que han defendido la unidad europea en todos los ámbitos: económico, social, administrativo y, por supuesto, político.
Ni que decir tiene que, en el esfuerzo por promover la unificación que propugnan los políticos, tenemos a una multitud de tecnócratas en Bruselas formulando edictos sobre qué variedades de semillas vegetales o qué componentes de los filetes picados o los helados pueden venderse en las tiendas de los Estados miembros. Los periódicos informan alegremente de estas nimiedades. Se presta mucha menos atención en la prensa a otra corriente de opinión paneuropea, que se manifiesta en posiciones expresadas en Estrasburgo y procedentes de personas de diversos matices del espectro político, que se atreven a afirmar que los Estados-nación son un fenómeno de los siglos XVI a XIX, que no tendrá ningún futuro útil en el siglo XXI. La historia futura de la administración de una Europa federada que se esfuerzan por descubrir es un vínculo entre, por ejemplo, Calabria, Gales, Aquitania, Andalucía, Galicia o Sajonia, como regiones y no como naciones, en busca de su identidad regional, económica y cultural, perdida cuando se integraron en Estados-nación, donde el centro de gravedad está en otra parte.
Durante la gran oleada de nacionalismo del siglo XIX, hubo un puñado de voces proféticas y disidentes que reclamaban otro tipo de federalismo. Es interesante, como mínimo, que los nombres que sobreviven sean los de los tres teóricos más conocidos del anarquismo en ese siglo: Pierre-Joseph Proudhon, Michel Bakunin y Pierre Kropotkin. La evolución de la izquierda política durante el siglo XX ha rechazado su legado por considerarlo infundado. Tanto peor para la izquierda, ya que el camino quedó abierto para que la derecha aplicara su propio programa de federalismo y regionalismo. Escuchemos, sólo por unos minutos, a estos precursores anarquistas.roudhon
En primer lugar, Proudhon, que dedicó dos de sus voluminosas obras a la idea de la federación por oposición al Estado-nación. En 1862 se publicó La Fédération et l'Unité en Italie, y al año siguiente, Du Principe Fédératif. (1)
Proudhon era ciudadano de un Estado-nación unificado y centralizado, del que se vio obligado a huir a Bélgica. Y temía la unificación de Italia por varias razones. En De la Justice, de 1858, sostuvo que la creación del Imperio Alemán sólo traería problemas a los alemanes y al resto de Europa y continuó su argumento a través de la historia política de Italia.
En primer plano estaba la historia, a través de la cual los factores naturales, como el clima y la geología, habían moldeado las costumbres y actitudes locales: "Italia", afirmaba, "es federal en la composición de su territorio; es federal en la diversidad de sus habitantes; es federal en su genio; es federal en sus costumbres; es federal en su historia; es federal en todo su ser y desde toda la eternidad. ... por la federación la haréis tan libre como formaréis Estados independientes" (2). No se trata de defender la hipérbole del lenguaje de Proudhon, pero éste tenía otras objeciones. Comprendió que Cavour y Napoleón III habían acordado transformar Italia en una federación de estados, pero también comprendió que la Casa de Saboya no se conformaría con nada menos que una monarquía constitucional centralizada. Además, desconfiaba mucho del anticlericalismo liberal de Mazzini, no por amor al papado, sino porque era consciente de que el lema de éste, "Dio e popolo", podía ser explotado por cualquier demagogo que se apoderara de la maquinaria del Estado centralizado. Afirma que la existencia de este aparato administrativo es una amenaza absoluta para la libertad local y personal. Proudhon fue prácticamente el único teórico político del siglo XIX que lo percibió:
"Liberal hoy con un gobierno liberal, se convertirá mañana en un formidable instrumento de usurpación para un poder usurpador, y después de la usurpación, en un formidable instrumento de despotismo; sin olvidar que por este mismo hecho es una perpetua tentación de poder, una perpetua amenaza para las libertades de los ciudadanos. Bajo esa fuerza, no hay derechos individuales o colectivos que puedan sobrevivir con seguridad. En estas condiciones, la centralización podría llamarse el desarme de una nación en beneficio de su gobierno...". (3)
Todo lo que sabemos sobre la historia del siglo XX en Europa, Asia, Sudamérica o África, justifica esta percepción. El estilo del federalismo norteamericano, tan amorosamente diseñado por Thomas Jefferson, tampoco garantiza la desaparición de esta amenaza. Uno de los biógrafos ingleses de Proudhon, Edward Hyams, comenta: "Desde la Segunda Guerra Mundial ha quedado claro que los presidentes estadounidenses pueden utilizar, y de hecho utilizan, el aparato administrativo federal de forma que se burla de la democracia. Y su traductor canadiense cita la conclusión de Proudhon:
"Solicita la opinión de los hombres de la masa y te devolverán respuestas estúpidas, volubles y violentas; solicita su opinión como miembros de un grupo definido con verdadera solidaridad y distinción y sus respuestas serán responsables y sabias. Expóngalos al "lenguaje" político de la democracia de masas, que representa al "pueblo" como unido y a las minorías como traidoras, y darán lugar a la tiranía; expóngalos al lenguaje político del federalismo, por el que el pueblo se presenta como un agregado diverso de asociaciones reales, y resistirán a la tiranía hasta el final."
Esta observación revela un profundo conocimiento de la psicología política. Proudhon extrapoló la evolución de la Confederación Suiza, pero hay otros ejemplos en Europa. Los Países Bajos tenían fama de tener una política penal indulgente o tolerante. La explicación oficial fue la sustitución del Código Napoleónico en 1886 por un "código penal específicamente holandés" basado en tradiciones culturales como la "famosa 'tolerancia' holandesa y la tendencia a aceptar minorías desviadas". Cito al criminólogo holandés, Dr. Willem de Haan, que ofrece la explicación de que la sociedad holandesa "se ha basado tradicionalmente en fundamentos religiosos, políticos e ideológicos, más que de clase. Los grandes grupos confesionales crearon sus propias instituciones sociales en todos los ámbitos públicos importantes. Este proceso ha transmitido una actitud general tolerante y pragmática como norma social absoluta.
En otras palabras, es la diversidad y no la unidad lo que crea el tipo de sociedad en la que usted y yo podemos vivir cómodamente. Y las actitudes modernas en los Países Bajos están arraigadas en la diversidad de las ciudades-estado de Holanda y Zeeland, lo que explica, al igual que el regionalismo de Proudhon, que un futuro deseable para toda Europa esté en la combinación de las diferencias locales.
Proudhon asistió a una conferencia en la década de 1860 sobre una confederación europea o Estados Unidos de Europa. Su comentario fue:
"Con esto no parecen prever otra cosa que una alianza de todos los estados que ahora existen en Europa, grandes y pequeños, presidida por un congreso permanente. Se da por sentado que cada Estado mantendrá la forma de gobierno que más le convenga. Pero, como cada estado tendrá votos en el congreso en proporción a su población y territorio, los pequeños estados de esta llamada confederación pronto se integrarán en los más grandes..."
Bakunin
El segundo de mis mentores del siglo XIX, Michel Bakunin, atrae nuestra atención por varias razones. Fue prácticamente el único entre los teóricos políticos de ese siglo que previó los horrores de la confrontación de los Estados-nación modernos del siglo XX en la Primera y la Segunda Guerra Mundial, así como que predijo el destino del marxismo centralizador en el Imperio ruso. En 1867, Prusia y Francia parecían abocadas a una guerra que decidiría qué imperio controlaría Luxemburgo y ésta, a través de la red de intereses y alianzas, "amenazaba con engullir a toda Europa". La Liga por la Paz y la Libertad celebra su congreso en Ginebra, patrocinado por personalidades de diferentes países como Giuseppe Garibaldi, Victor Hugo y John Stuart Mill. Bakunin aprovechó la oportunidad para dirigirse a este público, y publicó estas posiciones bajo el título Federalismo, socialismo y antiteología. (4) Este documento presentaba trece puntos en los que, según Bakunin, el congreso estaba de acuerdo.
El primero proclamaba: "Que para hacer triunfar la libertad, la justicia y la paz en las relaciones internacionales de Europa, para hacer imposible la guerra civil entre los diferentes pueblos que componen la familia europea, sólo hay un camino: es constituir los Estados Unidos de Europa". Su segundo punto afirmaba que este objetivo implicaba que los Estados fueran sustituidos por regiones porque, observaba, "los Estados de Europa nunca podrán formarse con los Estados tal y como están ahora constituidos, en vista de la monstruosa desigualdad que existe entre sus respectivas fuerzas". Su cuarto punto decía: "Que ningún Estado centralizado, burocrático y, por tanto, militar, aunque se llame república, podría entrar seria y sinceramente en una confederación internacional. Por su constitución, que siempre será una negación abierta o enmascarada de la libertad interior, sería necesariamente una declaración de guerra permanente, una amenaza para la existencia de los países vecinos. Por lo tanto, su quinto punto exigía: "Que todos los adherentes de la Liga tenderán, pues, con todos sus esfuerzos a reconstituir sus respectivas patrias, para sustituir allí la antigua organización fundada, de arriba abajo, en la violencia y en el principio de autoridad, por una nueva organización que no tenga otra base que los intereses, las necesidades y los atractivos naturales de las poblaciones, ni otro principio que la libre federación de los individuos en comunas, de las comunas en provincias, de las provincias en naciones, finalmente de éstas en los Estados Unidos de Europa primero y del mundo entero después. "
Esta visión se hacía cada vez más amplia, pero Bakunin tuvo cuidado de incluir la aceptación de la secesión. Su octavo punto afirmaba que: "Del hecho de que un país haya formado parte de un Estado, aunque se haya unido a él libremente, no se deduce que esté obligado a permanecer unido a él para siempre. Ninguna obligación perpetua puede ser aceptada por la justicia humana... El derecho de libre reunión y secesión, igualmente libre, es el primero y más importante de todos los derechos políticos, sin el cual la confederación no sería más que una centralización enmascarada.
Bakunin se refiere con admiración a la Confederación Suiza, que "practica hoy con tanto éxito la federación", al igual que Proudhon, que también tomó explícitamente como modelo la supremacía suiza de las comunas como unidades de organización social vinculadas entre sí dentro de los cantones, con un consejo federal puramente administrativo. Pero ambos recuerdan los acontecimientos de 1848, cuando la Sonderbund de cantones secesionistas se vio obligada por la guerra a aceptar la nueva constitución de la mayoría. Por eso Proudhon y Bakunin coincidieron en condenar la subversión del federalismo por los principios unitarios. En otras palabras, debe haber un derecho a la secesión
Kropotkin
Suiza, precisamente por su constitución descentralizada, ha sido un refugio continuo para los refugiados políticos de los imperios austrohúngaro, alemán y ruso. Un anarquista ruso fue incluso expulsado de Suiza. Fue demasiado lejos, incluso para el Consejo Federal Suizo. Se trata de Pierre Kropotkin, que vinculó el federalismo del siglo XIX con la geografía regional del siglo XX.
Pasó su juventud como oficial del ejército en expediciones geológicas en las provincias orientales del Imperio Ruso, y su autobiografía nos habla de la indignación que sentía por la forma en que la administración central y el sistema de financiación impedían cualquier mejora de las condiciones locales, debido a la ignorancia, la incompetencia y la corrupción generalizada, así como a la destrucción de antiguas instituciones colectivas que podrían haber permitido a la gente mejorar sus vidas. Los ricos se hicieron más ricos, los pobres más pobres, y el aparato administrativo quedó paralizado por el aburrimiento y la malversación.
Hay una literatura similar en cada imperio o estado-nación: el Imperio Británico, el Imperio Austrohúngaro, y se pueden leer conclusiones similares en los escritos de Carlo Levi o Danilo Dolci. En 1872, Kropotkin visitó por primera vez Europa occidental y, en Suiza, se contaminó del aire de la democracia, incluso de la democracia burguesa. Vivía en las colinas del Jura con los relojeros. Su biógrafo, Martin Miller, explica que éste fue el punto de inflexión en su vida:
"Los encuentros y discusiones de Kropotkin con los trabajadores durante su trabajo revelaron una especie de libertad espontánea sin autoridad ni instrucciones desde arriba con la que soñaba. Aislados y autosuficientes, los relojeros impresionaron a Kropotkin, que vio en ellos un ejemplo de cómo podría transformarse la sociedad si una comunidad de este tipo pudiera desarrollarse a gran escala. No tenía ninguna duda de que esta colectividad funcionaría porque no se trataba de imponer un "sistema" artificial, como había intentado hacer Muraviev en Siberia, sino de permitir que la actividad natural de los trabajadores funcionara según sus propios intereses."
Este fue el momento decisivo de su vida. El resto se dedicó, en cierto modo, a reunir pruebas de la validez del anarquismo, el federalismo y el regionalismo.
Sería un error creer que el enfoque que desarrolló es una mera cuestión de historia teórica. Para demostrarlo, basta con remitirse al estudio que Camillo Berneri publicó en 1922 sobre "Un federalista ruso, Pietro Kropotkine". Berneri cita la "Carta a los trabajadores de Europa Occidental" que Kropotkin escribió a Margaret Bondfield, miembro del Partido Laborista británico, en junio de 1920. En él afirmaba:
"La Rusia imperial ha muerto y no volverá a vivir. El futuro de las distintas partes constituyentes del imperio irá hacia una gran federación. Los territorios naturales de sus diversas partes no serán en absoluto distintos de los que conocemos de la historia, la etnografía y la economía de Rusia. Todos los intentos de unir las partes que formaban el Imperio ruso, como Finlandia, las provincias bálticas, Lituania, Ucrania, Georgia, Armenia, Siberia y otras, bajo una autoridad central están condenados al fracaso. El futuro de lo que fue el Imperio Ruso es hacia un federalismo de unidades independientes.
Usted y yo podemos ver la validez de este punto de vista hoy en día, incluso si fue ignorado como totalmente irrelevante durante setenta años. Como exiliado en Europa Occidental, estuvo en contacto permanente con diversos pioneros del pensamiento regionalista. La relación entre regionalismo y anarquismo ha sido establecida de forma elegante, incluso suntuosa, por Peter Hall, geógrafo director del Instituto de Desarrollo Urbano y Regional de Berkeley, California, en su libro Cities of Tomorrow (1988). Estaba el geógrafo anarquista compañero de Kropotkin, Élisée Reclus, defendiendo las sociedades humanas a pequeña escala basadas en la ecología de sus regiones (5). Estaba Paul Vidal de la Blache, otro fundador de la geografía francesa, que argumentaba que "la región era más que un objeto de supervivencia; servía para proporcionar la base para una reconstrucción total de la vida política y social". Para Vidal, como explica el profesor Hall, la región, no la nación, que "como motor del desarrollo humano, la reciprocidad casi sensual entre los hombres y las mujeres y su entorno, era la sede de la libertad concreta y el resorte de la evolución cultural, fue atacada y erosionada por el Estado-nación centralizado y por el aparato industrial a gran escala".
Patrick Geddes
Por último, está el extraordinario biólogo escocés Patrick Geddes, que trató de encapsular todas estas ideas regionalistas, ya sean geográficas, sociales, históricas, políticas o económicas, en una ideología racional para las regiones, conocida por la mayoría de nosotros a través de la obra de su discípulo, Lewis Mumford. El profesor Hall argumentó que:
"Muchas, si no todas, las primeras visiones del movimiento urbanístico procedieron del movimiento anarquista, que floreció en la última década del siglo XIX y los primeros años del XX... La visión de estos pioneros anarquistas no era sólo una forma alternativa de construcción, sino una sociedad alternativa, ni capitalista ni socialista burocrática: una sociedad basada en la cooperación voluntaria entre mujeres y hombres, trabajando y viviendo en pequeñas comunidades autogestionadas." (6)
Hoy
Hoy, en los últimos años del siglo XX, quiero compartir esta visión. Aquellos teóricos anarquistas del siglo XIX se adelantaron un siglo a sus contemporáneos al advertir a los pueblos de Europa de las consecuencias de no adoptar un enfoque regionalista y federalista. Entre los supervivientes de todo tipo de experimentos desastrosos del siglo XX, los gobernantes de los Estados-nación de Europa han seguido políticas hacia diversos tipos de existencia supranacional. La cuestión crucial a la que se enfrentan es la de diseñar una Europa de Estados o una Europa de regiones.
Proudhon, hace 130 años, vinculó esta cuestión a la idea de un equilibrio de poder europeo, objetivo de los estadistas y teóricos políticos, y sostuvo que era "imposible lograrlo con grandes potencias dotadas de constituciones unitarias". En La federación y la unidad en Italia sostuvo que "el primer paso hacia una reforma del derecho público en Europa" era "la restauración de las confederaciones de Italia, Grecia, los Países Bajos, Escandinavia y el Danubio, como preludio de la descentralización de los grandes estados y, en consecuencia, del desarme". Y en Sobre el principio federativo, señaló que "entre los demócratas franceses se ha discutido mucho sobre la Confederación Europea o los Estados Unidos de Europa. Con ello no parecen prever otra cosa que una alianza de todos los estados que ahora existen en Europa, grandes y pequeños, presidida por un congreso permanente." Argumentó que tal federación sería una trampa o no tendría sentido por la razón obvia de que los estados grandes dominarían a los pequeños.
Un siglo más tarde, el economista Leopold Kohr (austriaco de nacimiento, británico de nacionalidad, galés por elección), que también se identifica como anarquista, publicó un libro, The Breakdown of Nations, en el que ensalza las virtudes de las sociedades a pequeña escala y argumenta, una vez más, que los problemas de Europa se derivan de la existencia de los Estados-nación. Elogiando, una vez más, a la Confederación Suiza, afirmó, con mapas, que "el problema de Europa -como el de cualquier federación- es la división, no la unión".
Ahora, para hacerles justicia, los defensores de los Estados Unidos de Europa han desarrollado una doctrina de "subsidiariedad", argumentando que las decisiones gubernamentales no deben ser tomadas por las instituciones supranacionales de la Comunidad Europea, sino preferentemente por los niveles locales o regionales de la administración, en lugar de los gobiernos nacionales. Este principio concreto fue adoptado por el Consejo de Europa, que pidió a los gobiernos nacionales que adoptaran su Carta Europea de la Autonomía Local (7) "para formalizar el compromiso con el principio de que las funciones de gobierno se llevarán a cabo al nivel más bajo posible y sólo se transferirán a un nivel superior por consentimiento".
Este principio es un extraordinario homenaje a Proudhon, Bakunin y Kropotkin, y a los puntos de vista que sólo ellos expresaron (aparte de algunos cautivadores teóricos españoles como Piy Margall o Joaquín Costa), pero por supuesto es uno de los primeros aspectos de la ideología paneuropea que los gobiernos decidirán ignorar. Existen claras diferencias entre los distintos Estados-nación a este respecto. En muchos de ellos -Alemania, Italia, España e incluso Francia- el aparato estatal está mucho más descentralizado que hace cincuenta años. Esto será pronto el caso de la Unión Soviética. Puede que esta descentralización no se haya producido tan rápidamente como a usted y a mí nos hubiera gustado, y me alegraría estar de acuerdo en que los fundadores de la Comunidad Europea han logrado su objetivo original de acabar con los viejos antagonismos nacionales y han hecho inconcebibles futuras guerras en Europa Occidental. Pero aún estamos muy lejos de la Europa de las Regiones.
Vivo en lo que ahora es el Estado más centralizado de Europa Occidental y el dominio del Estado central aquí ha aumentado, en lugar de disminuir, enormemente en los últimos diez años. Algunos recordarán las palabras del entonces Primer Ministro en 1988:
"No hemos conseguido hacer retroceder los límites del Estado en Gran Bretaña sólo para verlos reimpuestos a nivel europeo, con un superestado europeo que ejerce un nuevo poder desde Bruselas".
Esto es ceguera. Esto no es un lenguaje relacionado con la realidad No hace falta ser partidario de la Comisión Europea para darse cuenta de ello Pero ilustra lo lejos que estamos algunos de concebir la verdad del comentario de Proudhon: "Incluso Europa sería demasiado grande para formar una única confederación; sólo formaría una confederación de confederaciones".
La advertencia anarquista es precisamente que el obstáculo para una Europa de las regiones es el Estado-nación. Si usted o yo tenemos alguna influencia en el pensamiento del próximo siglo, deberíamos abogar por las regiones. Pensar globalmente, actuar localmente" es un útil eslogan del movimiento verde internacional. El Estado-nación ha ocupado una pequeña parte de la historia europea. Tenemos que liberarnos de las ideologías nacionales para actuar localmente y pensar regionalmente. Ambos nos permitirán convertirnos en ciudadanos del mundo, no de naciones o superestados nacionales.
NDT
(1) Del principio federativo
(2) Del Principio Federativo op cit.
(3) Sobre el principio federativo op cit.
(4) Federalismo, socialismo y antiteología
(5) Idea retomada por Peter Berg en EEUU a través de las biorregiones
(6) Ward trabajó como arquitecto y escribió muchos libros sobre el tema, entre ellos Vivienda: un enfoque anarquista (1976) Cuando volvamos a construir: ¡Tengamos una vivienda que funcione! (1985) y Sociable Cities: The Legacy of Ebenezer Howard (con Peter Hall) (1999) entre otros.
(7) Carta Europea de la Autonomía Local
¡FUENTE: Roots and Branches
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Colin Ward (1924 - 2010)
Colin Ward
Suscriptor de War Commentary durante la Segunda Guerra Mundial, fue llamado a declarar en el juicio de los editores del periódico en 1945 para apoyar la acusación contra ellos de intentar desviar a los soldados de su deber, lo que negó enérgicamente. (1)
Fue editor de Freedom de 1947 a 1960, y luego fundó y editó la revista mensual Anarchy de 1961 a 1970.
De 1952 a 1961, Ward trabajó como arquitecto.
¡Anarchy in Society Conversación con Colin Ward David Goodway Atelier de Création Libertaire 2005.
(1) ver Testigo de cargo - Colin Ward
Bibliografía, artículos y ensayos en línea :
La casa anarquista Traducido por R. Creagh
El anarquismo como teoría de la organización - 1966
La sociología anarquista del federalismo - 1992 (traducción de R&B)
Anarquismo - Introducción muy breve
Colin Ward Lector
Anarquía en acción Freedom Press 1973 (1ª edición)
Traducido por Jorge Joya
Original: www.socialisme-libertaire.fr/2016/08/la-sociologie-anarchiste-du-feder