Stuart Christie (1946-2020)
Es muy triste la noticia del fallecimiento de Stuart Christie el 15 de agosto de 2020. Mantenía un excelente sitio web que daba acceso a películas y literatura anarquista. Aquí hay un extracto de su autobiografía, My Granny Made Me anarchist: The Christie File: Part 1, 1946-1964, en el que resume su visión del anarquismo. Él y su camarada, Albert Meltzer, escribieron un libro sobre el anarquismo revolucionario, The Floodgates of Anarchy, que expone sus ideas con más detalle. Conocí a Stuart hace muchos años y tuve una conversación muy interesante con él en la que coincidimos en que en los años 80 el neoliberalismo era un enemigo ideológico mucho más importante que el marxismo. No sabíamos que la Unión Soviética se derrumbaría apenas tres años después. La Biblioteca Kate Sharpley ha publicado una nota necrológica de John Patten.
Anarquismo - Una definición
En esta coyuntura, probablemente sería útil hacer un resumen de la idea que me conquistó por completo a una edad tan temprana.
El anarquismo abarca una visión del mundo tan amplia que no puede ser fácilmente destilada en una definición formal. Mijail Bakunin, un hombre de acción cuyos escritos y su ejemplo, hace más de un siglo, fueron los que más contribuyeron a que el anarquismo pasara de ser una crítica abstracta del poder político a una teoría de la acción social práctica, definió así su principio fundamental:
En una palabra, rechazamos toda legislación y autoridad privilegiada, autorizada, oficial y legal, aunque surja del sufragio universal, convencidos de que sólo puede volverse en beneficio de una minoría dominante y explotadora, y contra los intereses de la inmensa mayoría esclavizada[1].
El anarquismo es un movimiento por la libertad humana. Es concreto, democrático e igualitario. Está arraigado en la normalidad frente a la excentricidad. Ha existido y se ha desarrollado desde el siglo XVII, con una filosofía y una perspectiva definidas que han evolucionado y crecido con el tiempo y las circunstancias. El anarquismo comenzó -y sigue siendo- un desafío directo de los desfavorecidos a su opresión y explotación. Se opone tanto al insidioso crecimiento del poder estatal como al pernicioso ethos del individualismo posesivo, que, juntos o por separado, en última instancia sólo sirven a los intereses de unos pocos a expensas del resto.
El anarquismo es tanto una teoría como una práctica de vida. Desde el punto de vista filosófico, busca el máximo acuerdo entre el individuo, la sociedad y la naturaleza. En la práctica, pretende que organicemos y vivamos nuestras vidas de tal manera que los políticos, los gobiernos, los estados y sus funcionarios sean superfluos. En una sociedad anarquista, los individuos soberanos que se respetan mutuamente se organizarían en relaciones no coercitivas dentro de comunidades naturalmente definidas en las que los medios de producción y distribución se mantienen en común.
Los anarquistas no son soñadores obsesionados con principios abstractos y construcciones teóricas, los acontecimientos se rigen por el azar y las acciones de las personas dependen de hábitos arraigados y de factores psicológicos y emocionales a menudo antisociales y generalmente imprevisibles. Los anarquistas son muy conscientes de que una sociedad perfecta no puede conquistarse mañana. De hecho, la lucha es eterna. Sin embargo, es la visión la que proporciona el estímulo para luchar contra las cosas tal y como son, y por las cosas que podrían ser.
Sean cuales sean las perspectivas inmediatas de conseguir una sociedad libre, y por muy lejano que sea el ideal, si valoramos nuestra humanidad común, nunca debemos dejar de luchar por hacer realidad nuestra visión. Conformarse con algo menos significa que somos poco más que bestias de carga al servicio de unos pocos privilegiados, sin mucho que ganar en la vida, aparte de una carga más ligera, mejor alimentación y una litera más acogedora.
En última instancia, sólo la lucha determina el resultado, y el progreso hacia una comunidad más significativa debe comenzar con la voluntad de resistir toda forma de injusticia. En términos generales, esto significa desafiar toda explotación y desafiar la legitimidad de toda autoridad coercitiva. Si los anarquistas tienen un artículo de fe inquebrantable, es que, una vez que se pierde el hábito de deferir a los políticos o a los ideólogos, y se adquiere el de la resistencia a la dominación y la explotación, entonces la gente corriente tiene la capacidad de organizar todos los aspectos de su vida en su propio interés, en cualquier lugar y en cualquier momento, de forma libre y justa.
Los anarquistas no se mantienen al margen de la lucha popular, ni intentan dominarla. Tratan de contribuir a ella prácticamente en todo lo que puedan, y también de ayudar dentro de ella a los niveles más altos posibles tanto de autodesarrollo individual como de solidaridad grupal. Es posible reconocer las ideas anarquistas relativas a las relaciones voluntarias, la participación igualitaria en los procesos de toma de decisiones, la ayuda mutua y una crítica relacionada con todas las formas de dominación en los movimientos filosóficos, sociales y revolucionarios de todos los tiempos y lugares.
En otros lugares, las prácticas y las luchas menos formales de los más indomables entre las víctimas sin propiedades y desfavorecidas del sistema de autoridad han encontrado articulación en los escritos de aquellos que al conocerlos brevemente parecerían ser meros soñadores milenarios. Lejos de ser especulaciones abstractas conjuradas de la nada, tales obras han sido, como todas las teorías sociales, derivadas de la observación sensible. Reflejan la convicción fundamental e incontenible, alimentada por una minoría consciente a lo largo de la historia, de que el poder social ejercido sobre el pueblo es una usurpación de los derechos naturales: el poder se origina en el pueblo, y sólo él tiene, en conjunto, el derecho a ejercerlo.
Stuart Christie
Traducido por Jorge Joya
Original: robertgraham.wordpress.com/2020/08/19/stuart-christie-in-memoriam-1946