"Los costes de producción deben bajar constantemente como resultado de la competencia agresiva y la competencia generalizada. A esto se suma el desempleo tecnológico provocado por la automatización y la robotización; en sucesivas oleadas, los trabajadores son expulsados de las empresas y sustituidos por máquinas. Demasiada producción y menos consumidores conducen a crisis económicas, que son inevitables en el sistema capitalista.
Un gobierno tras otro acompaña a los directivos de las empresas en sus planes de reestructuración con medidas antisociales. La flexibilidad en todos los sentidos, el despido fácil, la reducción de "cargos"... son votados por "nuestros" representantes elegidos. Todo ello demuestra la evidente connivencia de intereses entre patronos y gobiernos.
Hoy en día, la externalización es una forma de trabajo que absorbe cada vez más a los trabajadores que ayer estaban predestinados a ser asalariados. El nuevo marco del autoempleo conduce a dos estatus diferentes: el del "artesano" simulado o el del "empleado disfrazado". El antagonismo empleador/empleado está pasando a una cooperación cliente/proveedor. Las plataformas digitales sobreexplotan a los nuevos trabajadores sin derechos, respondiendo a esta nueva realidad. Así, mientras nuestra clase pierde compañeros de la lucha de clases, los capitalistas tienen "parados" amortizados por montones en su macabra contabilidad.
El crecimiento, como perspectiva interminable del sistema capitalista, nos entrega a una competencia global generalizada que pone en peligro a toda la humanidad y su ecosistema. La razón se abandona al único interés del beneficio: "crecer y morir" es a lo que se reduce la modernidad y la idea de progreso.
Puesto que es la oferta la que crea la demanda, es fundamentalmente deshonesto hacer recaer el peso de las aflicciones del "consumismo" sobre el individuo aislado; somos tomados como rehenes, a veces cómplices, pero siempre víctimas serviles del crecimiento. Por eso, ¡el efecto del crecimiento es más bien el productivismo! Sólo un cambio en la organización y las opciones de producción podrá cambiar nuestro modo de vida a largo plazo.
Una de las opciones con alto valor añadido que une a los jefes y gobernantes que prospectan el mundo: la producción y venta de sus máquinas de matar, bienes de alta tecnología para sus estrategias de guerra. En cada ocasión se esgrimen pretextos, por no decir que se inventan (por ejemplo, las fotos falsas exhibidas por el gobierno de Bush George Jr. de las armas de destrucción masiva que supuestamente tenía el régimen de Saddam Hussein en Irak), que justifican intervenciones militares siempre muy publicitadas. A los ojos del mundo, estas guerras sirven para probar el material in vivo, la mejor manera de demostrar la eficacia de la industria de la muerte para erradicar toda forma de vida y destruir lo que el sudor ha sacado de la tierra. Todos estos conflictos armados no sólo no generan "terrorismo", sino que además separan a los pueblos dando lugar al nacionalismo, la xenofobia y el racismo. Los pretextos invocados son muchos y variados: humanitarios, democráticos, humanistas y universalistas. Pero, en el fondo, se trata siempre de controlar los recursos, las materias primas o los flujos comerciales, o de garantizar posiciones geoestratégicas. El espíritu colonialista e imperialista no ha perdido nada de su vigor. Por el contrario, la guerra continúa y se está convirtiendo en un hábito impulsado por el frío cálculo del sistema político-económico capitalista en su actual ola liberal.
Nuestras formas de vida vienen impuestas por un sistema en el que grupos de individuos que interactúan se alían o compiten entre sí según sus intereses. Por lo tanto, tenemos que cambiar radicalmente nuestra organización política y económica si queremos que la humanidad florezca en esta única Tierra.
Por eso creemos que la lucha debe librarse desde tres ángulos: el político (el Estado como gobierno del hombre por el hombre), el económico (la propiedad de los medios de producción, la fuente del capital como medio de explotación del hombre por el hombre) y el ideológico (la religión y el cientifismo como sometimiento del hombre por el hombre). Nosotros, anarcosindicalistas, federados para mejorar nuestras condiciones de trabajo y de vida en una perspectiva de ayuda mutua internacional entre todos los proletarios, no tenemos un sistema llave en mano que proponer, sino simplemente un proyecto de sociedad.
Como ejemplo, la CNT española sólo necesitó 25 años de existencia para agrupar a varios cientos de miles de trabajadores españoles -la mayoría analfabetos- y poner en marcha en 1936 los inicios de una sociedad basada en la gestión directa de la política y la economía. Es cierto que, ante la adversidad, esta revolución social se derrumbó en tan sólo un año. La CNT española, creada en 1910, contaba con 1.577.000 afiliados sobre los 24.000.000 de habitantes contabilizados en 1936. Pero el movimiento iniciado por la CNT, la FAI y el POUM entre julio de 1936 y mayo de 1937 fue aplastado por la extrema derecha, los conservadores, los liberales, los socialdemócratas y... los comunistas autoritarios.
Incluso hoy, más que nunca, lo único que queremos es acabar con las fronteras administrativas, la jerarquía, la subordinación y las clases sociales.
¡VIVA LA LIBERTAD! Y ¡VIVA LA PAZ!
FUENTE: Biblioteca Anarquista
fuente original: CNT-AIT Montpellier
Traducido por Jorge Joya
Original: www.socialisme-libertaire.fr/2018/05/pour-en-finir-avec-le-travail.htm