Después de un breve paréntesis, aquí está la siguiente entrega de la "Corriente Anarquista", mi visión general de los orígenes y el desarrollo de las ideas anarquistas, desde la antigua China hasta el día de hoy, que forma el epílogo del volumen tres deAnarquismo: Una historia documental de las ideas libertarias. En esta sección, analizo las críticas de Emma Goldman y Alexander Berkman sobre la Revolución Rusa, y conecto su anarquismo ético con el anarquismo comunitario de gente como Gustav Landauer, y de escritores anarquistas posteriores, como Paul Goodman y Murray Bookchin, que buscaban crear una "comunidad de comunidades", basada en la libertad y la igualdad. Emma Goldman derivó el concepto de "transvaloración de valores" del filósofo alemán Friedrich Nietzsche.
La transvaloración de los valores
Cuando Alexander Berkman y Emma Goldman llegaron a Rusia en 1919, simpatizaban con los bolcheviques, a quienes consideraban revolucionarios sinceros. Empezaron a adoptar una postura más crítica tras entrar en contacto con los anarquistas que aún permanecían en libertad. Con el tiempo se dieron cuenta de que los bolcheviques estaban estableciendo su propia dictadura bajo la apariencia de luchar contra la contrarrevolución. Berkman señaló cómo la "guerra civil ayudó realmente a los bolcheviques. Sirvió para mantener vivo el entusiasmo popular y alimentó la esperanza de que, con el fin de la guerra, el Partido gobernante haría efectivos los nuevos principios revolucionarios y aseguraría al pueblo el disfrute de los frutos de la Revolución". En cambio, el fin de la Guerra Civil condujo a la consolidación de una dictadura despótica del Partido caracterizada por la "explotación del trabajo, la esclavización del obrero y del campesino, la anulación del ciudadano como ser humano... y su transformación en una parte microscópica del mecanismo económico universal propiedad del gobierno; la creación de grupos privilegiados favorecidos por el Estado; [y] el sistema de servicio laboral obligatorio y sus órganos punitivos" (Volumen Uno, Selección 88).
"Olvidar los valores éticos", escribió Berkman, "introducir prácticas y métodos inconsistentes u opuestos a los altos propósitos morales de la revolución significa invitar a la contrarrevolución y al desastre... Donde las masas son conscientes de que la revolución y todas sus actividades están en sus propias manos, que ellas mismas dirigen las cosas y son libres de cambiar sus métodos cuando lo consideran necesario, la contrarrevolución no puede encontrar apoyo y es inofensiva... la cura para el mal y el desorden es más libertad, no la supresión" (Volumen Uno, Selección 117).
Emma Goldman extrajo lecciones similares de la Revolución Rusa, argumentando que "despojar los métodos de uno de los conceptos éticos significa hundirse en las profundidades de la desmoralización total... Ninguna revolución puede tener éxito como factor de liberación a menos que los MEDIOS utilizados para promoverla sean idénticos en espíritu y tendencia con los PROPÓSITOS a lograr". Para Goldman, la esencia de la revolución no puede ser "un cambio violento de las condiciones sociales mediante el cual una clase social, la clase obrera, se convierte en dominante sobre otra clase", como en la concepción marxista. Para que la revolución social tenga éxito, debe haber "una transvaloración fundamental de los valores... que dé paso a una transformación de las relaciones básicas del hombre con el hombre, y del hombre con la sociedad", estableciendo "la santidad de la vida humana, la dignidad del hombre, el derecho de todo ser humano a la libertad y al bienestar" (Volumen Uno, Selección 89).
Nietzsche sobre el Estado
Al concebir la revolución social como "el regenerador mental y espiritual" de los valores y las relaciones humanas, Goldman estaba adoptando una posición cercana a la de Gustav Landauer, el socialista anarquista martirizado durante la efímera Revolución Bávara de 1919. Antes de la guerra, criticó a los revolucionarios que consideraban al Estado como una "cosa física -parecida a un fetiche- que se puede aplastar para destruir". Por el contrario, el "Estado es una relación entre seres humanos, una forma en que las personas se relacionan entre sí... uno lo destruye entrando en otras relaciones, comportándose de manera diferente con los demás". Si el Estado es un tipo de relación social, entonces "nosotros somos el Estado" y seguimos siéndolo "mientras no seamos de otra manera, mientras no hayamos creado las instituciones que constituyen una auténtica comunidad y sociedad de seres humanos" (Volumen Uno, Selección 49).
Esta concepción positiva de la revolución social como creación de comunidades igualitarias fue ampliada posteriormente por el amigo de Landauer, el filósofo judío Martin Buber (1878-1965). Buscando conscientemente aprovechar el legado de Landauer, Buber abogó por la creación de "una comunidad de comunidades", una federación de comunas aldeanas "donde la vida comunal se basa en la amalgama de la producción y el consumo, entendiendo la producción... como la unión orgánica de la agricultura con la industria y la artesanía también" (Volumen Dos, Selección 16). Esta visión se inspira en Landauer y en Kropotkin, en particular en su obra Campos, fábricas y talleres (volumen 1, selección 34). Esta visión fue compartida por algunos de los primeros pioneros del movimiento kibbutz en Palestina (Horrox, 2009), y por Gandhi y sus seguidores en la India (Volumen Dos, Selección 32). Recibió un renovado impulso después de la Segunda Guerra Mundial, con el desarrollo de concepciones comunitarias y ecológicas del anarquismo por parte de personas como Paul Goodman (Volumen Dos, Selecciones 17 y 70) y Murray Bookchin (Volumen Dos, Selecciones 48 y 74).
Robert Graham
Traducido por Jorge Joya