Hoy en día podemos hablar tranquilamente de cualquier tema en la vida real y en internet. Sin embargo, en internet ocurre una cosa muy curiosa, y es que al no haber lenguaje corporal ni saber cuál es el tono de “la conversación”, nos encontramos ante un amplio abanico de opiniones vertidas que pueden tener finalidades muy diferentes.
Están los comentarios trolls, los comentarios serios, los comentarios en los que el redactor muestra tener tan solo una idea superficial acerca del tema que se está tratando. Los comentarios con malas intenciones (liar a los lectores, difundir malas prácticas…), etc.
A primera vista, son fáciles de distinguir, sin embargo, en diversos lugares de internet, como por ejemplo en menéame, aparecen una serie de factores que hace que los propios usuarios caigan, por así decirlo, en una mala catalogación de la tipología del comentario.
¿Y qué podría pasar?
O aún más lejos: ¿Qué tiene esto que ver con el título del artículo? Bueno, a simple vista nada, pero en el fondo de la cuestión sí que existe una profunda relación. Vayámonos a un ejemplo.
El otro día leía yo en twitter sin ir más lejos, un tweet relacionado con la polémica del evento cancelado “gaming ladies”. Un tweet en el que un –muy probablemente- adolescente mandaba a fregar a una chica que le estaba reprochando su actitud. El chico añadía un “xD” al final de su frase. ¿Ante qué tipo de comentario estamos? ¿En qué desemboca ese comentario?
Es posible que el chico twiteara el comentario en tono burlesco, sin darle mucha importancia a sus palabras, esbozando una sonrisa en la cara, como si hubiese ganado una trifulca, y echándose unas risas.
Es posible que el chico lo twitease haciendo gala de su creída superioridad de género, pensando realmente que el lugar de las mujeres es la cocina, fregando.
Es posible que el chico lo dijera sin convicción en sus palabras, tan solo buscando llamar la atención y quedar bien con el comentario ante un posible grupo de espectadores.
Es posible que el chico lo escribiese con sentimientos negativos hacia las mujeres. Es decir, considerando realmente la figura de la mujer inferior y empezando a desarrollar misoginia.
Y también es posible, por supuesto, la combinación de varios de estos factores.
El problema comienza cuando un comentario a modo de chascarrillo para reírse un poco y para llamar la atención de un grupo de iguales, se convierte, a ojos de otro lector, en un comentario adoctrinante. Y todo esto, sin intención.
Y es que es lo que tiene internet. Tú escribes con unas intenciones, pero las interpretaciones no corren de tu cuenta. Es cierto que también ocurre esto en la vida real, pero hay una diferencia en cuanto al lenguaje corporal y la propia idiosincrasia de la situación (creo que todos estaremos de acuerdo en que es más sencillo “trolear” a un hombre de 1,96 cm y 121 kilos por internet, que cara a cara).
Pero continuemos con el ejemplo. Imaginad un hipotético caso en el que una chica se haya visto ofendida por el comentario, y desarrolle un comportamiento de hostilidad hacia los hombres, porque lo que ella alcanza a ver en su ambiente en las redes sociales, son comentarios de apoyo y bromas en torno al famoso “A fregar xD”. Continuando con el ejercicio de imaginación, pensad que se radicaliza. Qué opina que la inmensa mayoría de los hombres tiene una visión hostil hacia las mujeres, y acaba desarrollando un sentimiento de misandria.
A su vez, dentro de unos años, cuando haya otro evento polémico, será ella, quizá, la que se anime a cargar, casi por iniciativa propia, contra los hombres, generando a su vez… ¡Exacto! Misoginia entre los hombres. ¿Cuántas veces habréis leído comentarios que son prácticamente misóginos, en respuesta a estas mujeres radicalizadas? Os podría citar unos cuantos de menéame y no me costaría mucho encontrarlos.
El origen del odio
Finalizado el ejercicio de imaginación, la conclusión de la hipótesis es obvia. El machismo que destila la sociedad genera pequeños brotes de misandria entre determinadas mujeres, mujeres que han asumido que el hombre –generalizando- es el enemigo opresor y cargan contra la posición de varón, justificando sus argumentos en las conductas machistas (como por ejemplo, el tweet del muchacho en cuestión). El problema reside cuando cargan a diestro y siniestro contra hombres que no son machistas, y hombres machistas, a la par. Porque no todos los hombres somos machistas.
Esto a su vez genera que determinados hombres ofendidos carguen contra “las feministas”, y aquí de nuevo se produce otro desdoble, por un lado vuelven a ser objetivo de las críticas de las mujeres misóginas, y en caso de que los argumentos que se utilicen para cargar contra “las feministas” sean argumentos machistas, también serán objeto de las críticas de hombres y mujeres feministas.
Esto confluye en una espiral de odio entre los individuos que tiran más a la misoginia y a la misandria, y a su vez esta espiral fomenta el nacimiento de la misoginia y la misandria en personas que no tenían una opinión consolidada respecto al debate, personas que no entienden la complejidad de fondo y tan solo ven la punta del iceberg: ataques personales de un bando a otro, y comentarios banales.
Sí, he hablado de bandos. Desgraciadamente, pocas personas quedan con la actitud –y las ganas- para rebuscar en el conflicto, y las personas que se posicionan al respecto, de forma ofensiva, claramente están encasilladas en el bando contrario. La mentalidad binaria de “conmigo o contra mí”.
¿Dónde se encuentra la línea roja del machismo?
En cuanto al comportamiento de los hombres, ¿Donde encontramos el punto en el cual un comportamiento transgrede la línea roja y es machista? Entramos de lleno en un debate entre la libertad y el libertinaje, y la respuesta es inconclusa, pudiendo ser interpretable en función de la lente con la que se mire. Es un asunto de valores, ética y moral. Es un asunto complejo.
Un mismo gesto puede ser valorado como un exceso de confianza o como un acto de libertad. Pongamos un ejemplo. Un hombre, en una discoteca, tras un par de copas y entablar una conversación larga y distendida con una mujer, considera que ha habido una atracción sexual entre ambos y va a intentar tener sexo y disfrutar con la otra persona de una buena noche. Mientras están hablando, unas sonrisas, un leve acercamiento, y de repente el hombre hace un amago de besar a la mujer.
Dejemos el relato en este punto sin saber el desenlace de la historia. ¿Ante que estamos, ante un supuesto de libertad o de libertinaje?
Pues depende de la óptica con la que se mire. Habrá gente que considere que el hombre se ha excedido, que nada daba pie a esa situación, que se ha invadido un espacio personal que no se tendría que haber invadido. Desde esta posición, incluso es posible que se esgriman ciertos argumentos con resignación, argumentos como:
- “Hay que tener cuidado cuando se sonríe a un hombre en una discoteca”
- “Es una pena que la mujer tenga que estar reprimida en esa situación, da autentico asco lo que ocurre en estos casos”
- “No es justo que una mujer no le pueda sonreír a un hombre sin que este se piense que le gusta”
- “No es justo que a una mujer que viste como le da la gana, luego le pasen estas cosas por el propio motivo de la ropa”
Etc. Sin embargo, desde otro prisma se puede interpretar que el muchacho, en el ejemplo, tan solo pensó que había una atracción mutua, y actuando desde el respeto, intento un acercamiento con la mujer.
¿Dónde se encuentra la diferencia, para que una persona tome una línea de argumentación u otra? Principalmente en su ideología en referencia al debate, tan candente hoy en día, del feminismo.
Pero no podemos dejarnos de lado algo tan importante como lo son las formas. En esa situación que se ha propuesto, unas formas poco éticas del varón acercarían a los valoradores de la situación que no tuvieran una ideología muy marcada a una posición en la cual pensasen que el hombre se ha excedido. Por el contrario, unas formas éticas y una educación por parte del varón, les acercaría a una posición en la que posiblemente le exculpasen.
Como podemos observar, tan importante son las formas y la situación en la que se produzca la interacción como la ideología en cuestiones de género/feminismo a la hora de valorar si el muchacho se propaso o no.
¿Lleva el colectivo feminista razón cuando reclaman espacios seguros, como por ejemplo el evento “gaming ladies”?
De nuevo, la respuesta es ambigua. Si de fondo, no de forma. Por supuesto que cualquier colectivo en un ejercicio de libertad, puede promover eventos sociales relacionados con su propia idiosincrasia, en un ejercicio de autorealización, reivindicación u organización. Con más énfasis aún, si se les considera un colectivo con determinadas dificultades sociales (Y en el mundo gamer, las mujeres se encuentran a diario con problemáticas debido a su sexo, podéis creerme).
Pero… ¿Es la mejor manera de llevarlo a cabo, vetando la entrada a los hombres en un ejercicio de discriminación pura? En esta situación, el feminismo roza y convive con una misandria encubierta e incluso depende del prisma desde el cual se mire, inocente. Casi podríamos hablar de micro-misandrismos, si se me permite el término.
Llegados a este punto, podríamos hablar de si esta determinación -vetar a los hombres para A) empoderarse o para B) tener un espacio libre de machismo- es un acto defensivo o está hecho con una finalidad puramente misándrica, pero eso daría para otro artículo. Y es que se da la paradoja, de que al intentar defender a la mujer frente al hombre, se acaba atacando al hombre, y se hiere de muerte al espíritu del feminismo.
No. Prohibir la entrada a un determinado colectivo -gays, musulmanes, judíos, o en este caso, hombres- no es el camino. De hecho, prohibir es un concepto que se encuentra en las antípodas de la libertad.
Entonces, ¿Cómo promovemos un evento social, para reivindicar la situación de la mujer, en este ámbito? Lo que bajo mi humilde punto de vista hubiese sido acertado, es darle el poder de autoridad y reconocimiento a las mujeres expertas en ese campo: ponentes que exponen sus ideas, exposiciones, exhibiciones, etc. Eso hubiese sido genial, pero no hacía falta prohibir.
¿Son válidos los argumentos machistas y misóginos que se generan en respuesta a la polémica?
Uno de los problemas frecuentes en este tipo de situaciones, y propio del siglo XXI, es la contestación desmesurada en la red.
“A fregar xD” “Espacios seguros la madre que te pario escoria” “Se las oye llegar con sus pelos de colores, camisetas negras y 85 kilos de peso” “En ese evento dirán como ponerse un escote para tener viewers” “Ven aquí que te oprimo guapa”
Estos son tan solo algunos ejemplos reales como la vida misma, sacados de internet, y generados en función a la polémica del evento “gaming ladies”. Desprenden un machismo tan rancio que huelga decir que dan repulsión y asco.
Da reparo pensar en el tipo de sociedad que estamos formando. ¿Cuántos de nuestros conocidos se dejan influenciar por este tipo de opiniones? ¿Cómo piensa nuestro primo? ¿Y tú hermano? ¿Y el vecino del cuarto? Lógicamente, este tipo de pensamiento machista y en ocasiones misógino, se da en hombres principalmente. Por eso no hablamos de nuestra prima, tu hermana o la vecina.
En este punto me interesaría hacer entender al lector o a la lectora, que muy poca gente tiene una visión amplia y profunda sobre el confuso laberinto de ideas que conforman los debates en torno al feminismo. Las personas, cuando no somos expertas en un campo, acostumbramos a quedarnos con los retales de las opiniones vertidas en nuestros grupos sociales próximos o en los medios de comunicación, y conformamos nuestras ideas en función a los argumentos que escuchamos y leemos. Y aquí es donde las opiniones libertinas de internet, como las que he citado, hacen daño.
El proceso se acaba pareciendo a una espiral cultural que se retroalimenta. Se observa, desgraciadamente, una cultura profundamente machista en el horizonte.