Casi rozas la cuarentena y decides que, después de casi dos décadas trabajando, ha llegado la hora de no quedarse en casa. Quieres participar de manera activa en todo lo que te rodea. Sí, es posible que peque de idealista, pero lo que tengo claro es que desde el sofá de casa y comentando estados en Facebook no se cambian las cosas.
Me he criado en un barrio humilde. ¡Qué digo humilde! El más pobre de toda Europa, ahí es nada. Si tiráis de hemeroteca ya sabréis dónde comencé mis primeros años de vida. Sí, las primeras patadas a un balón las combinaba con saltos a jeringuillas. La España de los 80 hizo que mucha gente se "enganchara" y muchos no salieron. Incluso amigos míos lo sufrieron directa o indirectamente.
A pesar del contexto, fui un niño con suerte. Mi familia vivía allí casi porque nacieron allí y pude disfrutar de una infancia plena, feliz, sin problemas. Pero precisamente cuando crecí, fui consciente no solo de la fortuna que tuve, sino también de que EL PROBLEMA todavía persistía.
¿Que a qué partido pertenezco? ¡Qué más da! Lo que quiero es que cambie la situación del barrio en el que nací. Que cuando me vaya de este mundo, lo haya hecho sabiendo que precisamente mejoré la vida de los que me rodeaban. Porque eso, señores, es la auténtica política: Trabajar desinteresadamente por el bien de los demás.
No hay más.