Avelino Chuchuca fue contemporáneo mío, andaríamos por los 20 años cuando fuimos compañeros de trabajo en la Empresa Eléctrica donde se ufanaba de saber y cultivar la brujería.
Pero de la blanca, -aclaraba-, la magia negra es para hacer daño y conmigo no encaja. Me gustaría curar gente y animales, hacer florecer los campos; trenzar amarres para que la gente vacile, amarres eternos o para la ocasión, según como pida la clientela; quisiera que los niños coman frutas y que los pájaros, los gatos y los perros tengan siempre su platillo de agua fresca.
Para burlarnos de él le pedimos que nos revele el futuro. Festejábamos el cobro de la quincena en una de las viejas cantinas de la Boyacá. Hizo retirar la cerveza y los vasos y él mismo secó la mesa con una franela roja. Lanzó la baraja. Puso una cara esotérica y a cada uno le fue cantando su destino. La punta de su dedo caía como martillazo sobre las cartas misteriosas. A Nino Láinez le presagió algo horroroso. Morirás joven le advirtió. Y antes de cumplir los treinta Nino Láinez se vino abajo desde un poste de once metros, en el viaje al suelo se le salió el casco y su cabeza crujió como carapacho de cangrejo en el pavimento.
Lo que a mí me dijo me hizo reír. Me advirtió que dentro de un año conocería una mujer que haría cambiar el curso de mi vida, que me haría cambiar para siempre.
Cambiar para bien o para mal, le pregunté.
Eso no se sabe, lo decides tú me dijo.
Siempre me quedó la duda de que al responderme me sacó la vuelta.
Ahora reconozco que Avelino Chuchuca pegó centro en su adivinación, la falla es que erró con treinta y cinco años, pero la mujer apareció.
Cuando a aquella dama le comenté del vaticinio de Avelino Chuchuca con el ánimo de despertarle un poquito de ternura, me dijo: “eso te lo inventaste tú…,” y se fue.
Se me ha hecho difícil encontrarlo ahora, hace años se me perdió Avelino. Recuerdo su risa de pícaro cuando le preguntaban si era peruano. Aquella risa y aquellos ojos revelaban algo que su boca callaba, pero decía que había nacido en Jimbura, en la provincia de Loja, en la raya que nos divide con el Perú. Una vez, medio chispo, su sencillez lo traicionó y se le fue la lengua, reconoció era peruano, de la Guaringas de Huancabamba, heredero de los ritos antiguos de los famosos maestros curanderos del Perú y que en Machala huía de la perfidia de un brujo viejo que quería matarlo. Eran antiguas broncas de sus antepasados hechiceros. Cuando aquel brujo muriera entonces podría regresar al Perú.
Contaba que su madre lo había escogido para meterlo en el oficio de curandero porque el día que nació, una gallina guarica puso un huevo que tenía escrito en la cáscara una frase ilegible. Además, en vez de ponerse a berrear como todo recién nacido se metió a cantar a todo pecho en una lengua indescifrable, allí fue cuando le descubrieron el trazo perfecto de la cruz de los arcángeles grabada en el paladar. Después de meses de nacido se sorprendieron de oírlo llorar por primera vez cuando le acercaron un trapo amarillo.
Cerca del pueblo había un predicador medio chiflado que presumía tener el don de lenguas, recurrieron a él para que les descifre el mensaje del huevo y les dijo que estaba escrito en árabe antiguo y quería decir “Este es el redentor.” La madre de Avelino quedo aturdida pero se convenció de que su hijo tenía marcado el destino de chamán la madrugada en que una corazonada la hizo despertar y descubrió a una serpiente Chonta que le succionaba el seno y había metido su cola en la boca del niño. Es Lucifer, balbuceó la señora.
Pero vale la pena anotar que en los conflictos laborales no se confiaba mucho de su brujería.
Con el ánimo de desatar la chacota, los trabajadores que iban a las asambleas sindicales y sabían de sus artes de chamán le gritaban a todo pecho ¡Invoca a los espíritus! ¡Invoca a los espíritus!
Y él se la sacaba como torero: “Yo invoco a los espíritus de la unidad y la lucha de mis compañeros trabajadores. Invoco a vuestro espíritu rebelde para enfrentar al explotador.” Así desarmaba a los que intentaban vacilarlo. Era incansable para el trabajo sindical y en las asambleas hacía unas intervenciones memorables con su palabrería enredada. Los trabajadores nunca aceptaron sus propuestas pero se justificaba diciendo que sus teorías eran muy avanzadas para nuestra época. Pese a todo, lo queríamos.
Avelino era sano y juzgaba a la vida con buenos ojos, decía que con su don de brujo podría ayudar a la gente, y si no lo conseguía se metería a guerrillero con Sendero Luminoso.
Gruñía: Me pudren los mentirosos que dicen que guerrilla es lo mismo que terrorismo. Me pudren los ensotanados que engañan al pueblo desde los altares. Me cabrean los asalariados que mienten al pueblo desde los periódicos.
Debió haber luchado duro Avelino para ubicar su destino. Por un buen tiempo lo vi en Machala militando en la izquierda. Se proclamaba a sí mismo marxista, leninista, estalinista, maoísta, alfarista y barcelonista. Decía esto y soltaba la risotada de bandido. Soy un camarada completo, concluía.
Avelino Chuchuca, brujo bueno, amigo de los débiles, de los pájaros, de los gatos y los perros con sed, de los niños con hambre, amigo hechicero de la magia blanca, yo te busco porque quiero saber si existió alguna vez una mujer que me haya amado, quiero que me adivines el nombre de ella, y te quiero facilitar el trabajo, he guardado la lista con los nombres de las bellas a las que he adorado:
Diana, Teresa, Caridad, Miriam, Erika, Sofía, Blanca, Fátima, Carmen, Angélica, Eva, Rosa, Carola, Manuela, Dora, Estela, Judit, Amalia, Cintia, Germania, Evangelina, Rosario, Camila, Juana, Aurora, Zenobia, Esther, Julia, Clara, Ana María, Tatiana, Irene, Daniela, Alejandra, Elena, Lourdes, Irma, Anabell, Silvia, Martha, Beatriz, Ruth, Adriana, Leonor, Soledad, Consuelo, Ximena, Camila, Débora, Inés, Magdalena, Olivia, Ana, Mariana, Josefina, Zulema, Abigaíl, Margarita, Viviana, Brenda, Claudia, Sara, Cecilia, Olga, Edith, María, Esmeralda, Fabiola, Tamara, Fanny, Amanda, Graciela, Daniela, Priscila, Mabel, Úrsula, Matilde, María, Clara, Esperanza, Bárbara, Sonia, Antonia, Georgina, Hilda, Patricia, Jazmín, Marlene.
Y tengo reservado el espacio para que escribas el nombre de la que me ha amado… o de la que me amará, tal vez, algún día…
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