A estas alturas de la película

A estas alturas de la película, tras mucho conversar, chatear y publicar, soy consciente de mi incapacidad para modificar las conductas y pensamientos ajenos y mucho menos el voto de cada uno. Pero como decía José Luis Sampedro, las batallas hay que darlas, aunque se pierdan. Este domingo nos jugamos entre dos opciones que van a tener muy serias repercusiones en nuestro modo de vida, en nuestro día a día, en nuestros ingresos, en el acceso a la vivienda de nuestros hijos, en las facturas que pagamos y, sobre todo, en la convivencia entre compatriotas y la paz social. Debemos elegir entre datos y bulos, entre ciencia y superstición/religión, entre razón y dogma, entre información y manipulación, entre respeto e insultos, entre sosiego y crispación, entre servicios públicos y negocios privados, entre debates argumentados y tertulianos tóxicos, entre aparcar entre las líneas y aparcar ocupando dos sitios o en doble fila, entre pagar nuestros obligados impuestos o saquear el estado de bienestar, entre afrontar los problemas de nuestro tiempo o negarlos e ignorarlos, entre las palabras y las pistolas. Cualquier niño os diría cuál es la alternativa entre las anteriores que nos hace mejores personas, pero por algún motivo, hemos perdido la capacidad de discernir lo correcto.

El 11 de marzo de 2004, tras el atentado que nos trajo a Madrid aquella guerra por “las armas de destrucción masiva” de Irak, se construyó un bulo inmenso, insostenible y canalla, edificado sobre 200 muertos (que eran gente corriente, no ministros, millonarios, políticos, ni generales), y se inició la carrera de la derecha para echarse al monte, hacia la desvergüenza, al discurso de bar cubata en mano, a acusar al otro de ladrón mientras se organizaba un partido entero con el objetivo único de robar a manos llenas, a acusar de manipulación mientras se compraba absolutamente toda la TDT y el 99% de las emisoras de radio, a la descalificación gratuita y la mentira como argumento, a montar una mafia con policía corrupta incluida donde todo vale: elaborar dosieres falsos para desprestigiar al contrario, liberar mafiosos rusos a cambio de información comprometida, secuestrar jueces o robar en el supermercado.

Los errores de las izquierdas, que seguro los hay, ni son comparables, ni pueden ser respondidos votando al meteorito. La gestión de la crisis de 2008 y la del covid 2019 no admiten comparación. De la primera hay gente que aún no ha salido, desahucios por centenares cada día, recortes a lo público no recuperados, manifestaciones y palos y aumento de la desigualdad-

De la segunda, el Estado eligió proteger con ayudas y no recortó ni sueldos, ni trabajos, ni viviendas o derechos con la crisis como excusa, salvo los obligados confinamientos. No hubo altercados, ni cargas de los UIP. Solo los cayetanos del barrio de Salamanca, tuvieron la desfachatez de salir a la calle a esparcir sus virus de odio. Tengo muy claro que la derecha habría hecho lo contrario y se habría dedicado a forrarse vendiendo mascarillas a precios exorbitados y habría dejado morir a la gente más débil. En Madrid lo han hecho así y no hay más que ver la gestión que hizo Bolsonaro. Por el contrario, la situación de los españoles hoy avanza positivamente en el contexto europeo de guerra, se ha controlado la inflación y las facturas de gas mejor que casi todos los demás países, las condiciones laborales han mejorado, el salario mínimo ha subido y existe una renta básica y está en proyecto una ley de vivienda, entre muchas otras cosas.

Con todo esto sobre la mesa, vosotros sabréis lo que hacéis este domingo y a dónde nos conducís a todos. Yo al menos siempre podré decir “ya os lo dije”, pero desde luego, no pienso perdonaros la puñalada. Los derechos se ganan y se defienden y no los vamos a regalar, ganemos o perdamos este domingo. No pienso jubilarme a los 72, no renunciaré a mi bien ganada pensión, no pienso hacer horas extra gratis, no voy a dejar que me despidan sin indemnización, me suban la jornada laboral, el precio de la vivienda, la factura del gas y la luz, los peajes, los transportes públicos, el agua o la luz solar con cualquier excusa estúpida para que unos pocos se forren. No os reiré vuestros chuscos chistes de mariquitas y machistas de “matrimoniadas”. No miraré embobado las estelas de los aviones en el cielo. Y no iré a misa, ni cantaré el “cara al sol”.