Acabo de terminar el libro “I used to be a miserable fuck” (“Yo era un c*abron amargado” en español) y me ha encantado. La honestidad brutal de John Kim en su camino de niño a hombre es brutal. Imprescindible.
Me he sentido muy identificado porque toda mi vida yo he sido un capullo integral y a veces miserable.
He sido un capullo porque no he sido honesto, me inventé personajes para tapar mis vacíos e inseguridades y ganarme la aceptación de la gente, en varias ocasiones, durante años y de forma hasta grotesca.
Mi ansiedad social ha sido enteramente culpa mía, por no entenderme y esconderme detrás de una pantalla y del trabajo, por vivir instalado en la rutina y en una pequeña zona de confort, por falta de curiosidad, valor y por no esforzarme en enfrentarme a mis mierdas ni entender lo que es una relación auténtica.
He sido un capullo integral porque confundí enamoramiento con amor, miedo con voluntad de compromiso.
A la primera mujer que se enamoró de mí le dije que sí a todo, me casé con ella y tuve dos hijas. Cuando entendí mis emociones abandoné a mi familia. Caí en el victimismo y el postureo. También crecí como nunca, entendí lo que es el deporte en equipo, compartí momentos con muchos hombres y mujeres sanos y conocí a más de una mujer. Hubo muchas cosas buenas pero me “olvidé” de mis responsabilidades.
Sigo estando muy lejos del hombre que debería ser.
Un hombre sabe estar sólo y conectar con las personas, no se esconde, es independiente, sabe lo que quiere y dice que no las veces que sea necesario. Atrae en vez de perseguir, no se vende en busca de aceptación, cumple sus promesas, busca entender antes que ser entendido. Acepta su pasado, mata a sus dragones. Entiende lo que es ser padre y lo es, suma, tiene amistades sólidas con otros hombres y se gana el respeto sin postureos.