Jordi Évole siempre tiene la preguntita trampa que sirve para quitar caretas. Ya le pasó a Puigdemont, al que le recordó que en 2014 votó en contra del derecho de autodeterminación de los pueblos palestino y kurdo. Lo ha vuelto a hacer con Inés Arrimadas e Irene Montero. Es el gran mérito de Évole como periodista.
El debate de su último programa fue, en mi opinión, bastante pobre, que no puso nada nuevo sobre la mesa. La única cosa que me llamó la atención y por la que creo que mereció la pena, es cuando les preguntó si consideraban lo sucedido en Cataluña un golpe de estado, y después la misma pregunta sobre lo sucedido en Venezuela.
Para Arrimadas sólo lo de Cataluña era un intento de golpe de Estado, y para Irene Montero lo es sólo lo de Venezuela.
En Cataluña unos señores se proclamaron, desde las escaleras del Parlament, gobernantes de una república por el poder que les otorgaban sus escrotos, y en Venezuela un tipo se autoproclamó presidente de Venezuela en una plaza, por el poder que le otorga su escroto también.
Arrimadas explica que un golpe de estado es intentar cambiar el ordenamiento jurídico sin seguir los cauces legales. Entonces, ¿por qué dice que lo de Venezuela no es un golpe de estado? Montero argumenta que aunque tradicionalmente se han hecho usando la fuerza militar, también hay ahora "golpes blandos", en los que se intenta sustituir la voluntad popular de un gobierno democráticamente elegido por uno que no lo es. Entonces, ¿por qué considera que lo de Cataluña no fue un golpe de estado?
La diferencia, en los dos casos, la marca el sectarismo político.
Coherencia; qué difícil de encontrar en política. Algún día tendremos políticos honestos, que sigan unas ideas y no las condicionen a sus intereses políticos, pero mi pesimismo me hace pensar que esa clase de política la verán mis ojos, y no porque sea viejo, que no lo soy.