Canarias es una comunidad que está al límite, nunca hemos sido los mejores en casi nada y nuestras tasas de paro, pobreza y exclusión social crónicas son proverbiales. Con una economía más que dependiente del turismo, la pandemia está causando un destrozo aún imposible de evaluar dado que no se sabe ni cuándo ni cómo va acabar esta crisis; sin embargo, las consecuencias a nivel social ya se palpan y por si fuera poco, en medio de este escenario nos llegan 27.600 personas jugándose la vida en embarcaciones precarias y con una mano delante y otra detrás.
Todo ha sido surrealista, desde las vergonzosas imágenes hacinados en el Muelle de Arguineguín bajo el sol, el ver los complejos turísticos del sur de Gran Canaria ocupados por magrebíes jóvenes oscuros y fibrosos en vez de por rosáceos hooligans sesentones de barrigas inabarcables y por último, la "solución" de mandarlos a campamentos de los que ninguno se ha salvado de problemas incluido la falta de comida, desde la aguas fecales en el Regimiento Canarias 50, en el barrio de La Isleta de la capital grancanaria al frío de Las Medianías de Tenerife en el Monte de La Esperanza, concretamente en Las Raíces. Un despropósito.
Esto es en lo que respecta al Gobierno de España, que tiene las competencias en inmigración, la competencia de menores es del Gobierno de Canarias, que ya antes del Covid, venía de una racha de incendios forestales, quiebra de Thomas Cook, calima histórica que afectó a las comunicaciones aéreas y marítimas, estalla el covid y el consecuente "cero turístico", todo unido a esta crisis migratoria en la que se tiene que encargar de los menores de edad y de los que dicen serlo, con unos medios desbordados en la peor crisis de la historia de la Autonomía.
Luego también habría que analizar que está pasando en el Continente vecino para que nos llegue esta oleada y saber hasta qué punto la enfermedad del rey Mohamed VI está creando un vacío de poder en Marruecos, cómo están intensificándose los conflictos bélicos en el Sahel y en el Sáhara y qué efectos provocan en la población local, qué posibles soluciones hay a estos, el covid y su repercusión en la economía del Magreb, por qué Marruecos, Mauritania y Senegal no cumplen con la vigilancia de sus costas (en caso de ser incapaces habría que instarles a que sea la Unión Europea quién asuma esa función, por ejemplo) y cuáles mecanismos serían los adecuados para agilizar las repatriaciones salvaguardando siempre el derecho de asilo.
Son premisas que considero interesantes para debatir, analizar, y llegar a conclusiones siempre teniendo presente el respeto a la dignidad humana y propósitos bienintencionados; no obstante, observo casi con impotencia que es imposible tener un debate serio sobre inmigración en este sitio, en Menéame.
Me da igual que a alguien le moleste que los medios los llamen "migrantes", no van dejar de venir por llamarlos de otra forma, llámenlos "inmigrantes", me parece perfecto, pero eso no soluciona nada. Ahora me gustaría pedir algo: en cualquier noticia que trate de "migrantes", "inmigrantes", "subsaharianos", "magrebíes", "pateras", "migraciones", "inmigración", en cualquier noticia que hable "de esto" que estoy hablando ahora, vamos a tratar de no desviarnos del tema por cuestiones semánticas y compartamos opiniones, datos y, sí, algún chiste, a ser posible original, con un golpe inesperado, nuevo... Y que no necesariamente parta del sarcasmo.
Estamos ante un problema en una situación problemática ya de por sí, una crisis migratoria que está teniendo consecuencias sociales y humanitarias en una Comunidad Autónoma de España, un territorio de la Unión Europea y, de verdad, derivar la discusión a si son galgos o podencos, migrantes o inmigrantes, es una frivolidad, es desviar la cuestión de fondo hacia unos derroteros que nada tienen que ver con la problemática y es, como usuario de Menéame y sobre todo como canario que soy, hastío y desesperación en cuanto al tratamiento que recibe esta crisis humanitaria.