TL:DR Este texto es un desahogo de una situación personal bastante triste vivida estos últimos días. No es relevante, ni tiene información necesaria para el día a día. Os sobra. Pero necesitaba contarlo.
Hace un mes más o menos quedé con mi amigo Carlos. Vive cerca, apenas tardo cinco minutos en llegar a su casa. No sabía en ese momento que era la última vez que iba a verle.
Carlos es un tío respetado en su profesión. Trabaja en el mundo del vino y es todo un profesional. Tiene mano aquí y allá, no le falta el trabajo, va de bodega en bodega moviendo los mejores vinos, o los pone de moda en algunos bares de Madrid o Barcelona. No es un tío humilde, la verdad, pero se le puede perdonar o al menos yo, como amigo, se lo perdono. Tampoco me molesta que un tío que ha dedicado su vida a su pasión y vive de ella marque su territorio. También os digo que si bien no está forrado, tampoco le falta de nada. Vive bien, folla cuando le dejan, se llega sus viajes...vive bien, vaya.
Carlos tiene un hijo, Kiko, de 14 años. Esta grande el cabrón, si cuando le conocí apenas sabía corretear por un pasillo. Kiko no es buen estudiante y quiere ser Twitcher, pero bueno, ahí va. Le prometí que si aprobaba en Navidad, le regalaría un juego de PC que quiere streamear. Quería el Cyberpunk2077 pero le dije que ni de coña, que no tiene edad para eso. Se lo buscará pirata fijo. No es mal chico, ahora es todo hormonas, lo normal. Su madre pasa bastante de el pero al crío no parece importarle mucho. O no lo sé, tampoco le he preguntado. A mí su madre me cae como una patada en los huevos desde el día que la conocí, pero apenas la he visto una docena de veces en una década. Un mal menor.
Pues eso, me llama Carlos y me dice de tomar una cervecita cerca de casa, me parece bien así que me visto y bajo. Se está poniendo ternesco, ha cogido algo de peso desde la anterior vez que nos vimos. Pedimos algo de picar y van cayendo varias rondas de cerveza. Se apunta Kiko, se bebe una fanta y como había límite horario, a las 18.00 decidimos irnos a su casa a tomar una birra más, charlar y poco más. Tampoco me quiero yo encerrar en casas ajenas, para que engañarnos. Ponemos música, charlamos los tres, nos acordamos de situaciones y gente, hablamos de mierdas varias...poco más. Me gusta hablar con Carlos porque le conozco desde hace mucho, es algo chuleta y se que a veces exagera sus batallitas pero es parte de esa amistad. No me miente por hacerme daño, sino porque le gusta ese rollo de famoseo y demás. Se le puede perdonar también.
Hasta ahí todo normal, a grandes rasgos. Me fui de su casa un poco antes de las 22.00, que hay toque de queda en Andalucia y tenía que pasar antes por el chino a comprar la cena. En ese momento no me di cuenta de absolutamente nada, os lo prometo. Ni un indicio, ni una pista, nada. Eso fue un jueves y lo recuerdo bien porque por la mañana había tenido clases. Bien, pues al lunes siguiente al mediodía recibo una llamada de un número de estos super tochos que yo pensaba que era del SEPE que estaba con unos trámites como buen español pero no, era la hermana de Carlos. Con ella habré hablado en todos estos años cinco o seis veces, la última porque tuve la intención de hacer las mismas oposiciones que hizo ella pero poco más. Me pregunta si yo en jueves había estado con Carlos y le digo que si, que estuvimos en el bar y luego en su casa. En ese momento lo único que pensé es que habría roto el teléfono o algo así y me iba a preguntar si podía ir a su casa o algo así, a saber.
Carlos se había suicidado un rato después de yo irme. Una caja enterita de Lormetazepam y nosecuantas botellas de vino. Se lo había encontrado Kiko por la mañana, viendo que eran ya cerca de las 8 y parecía estar en la cama. El crío llamo a su tía (la hermana de Carlos) y al 112 pero para cuando llegaron estos poco se podía hacer. A mí en ese momento me entró un ataque de pánico, me comía vivo la ansiedad y empecé a llorar a pleno pulmón, como un niño pequeño que no entiende nada de lo que está pasando. No escuché a la hermana colgarme el teléfono y vi después un mensaje diciendome que cuando pudiera hablar que por favor, le llamase a su numero. En el teléfono de Carlos encontraron unas cuantas conversaciones de WhatsApp (entre ellas la mía) y mi llamada para ver si le veía en el bar o en su casa, por eso me llamó la hermana.
Cuando más o menos me recompuse la llamé y me dijo que aunque no es tan fácil morirse con una caja de ansiolíticos, Carlos tenia jodida la tensión arterial y algo del corazón que no recuerdo, y junto al alcohol le provocó una parada cardiorrespiratoria. Mi tío es médico, he hablado de esto con el y me ha dicho que ni es indoloro, ni es dulce ni nada. Y yo fui la última persona que creo que vio. No habló con nadie después de las 22 por WhatsApp y si lo hizo, borró la conversación. Tampoco habló con nadie por teléfono. Sencillamente se fue al cajón, se comió las pastillas y siguió bebiendo hasta que se sentiría mal y bajo a la planta de abajo donde vomitó y fuera. O eso supone la hermana.
El caso es que no he dejado de pensar en eso, en que fui su última persona. No paro de darle vueltas a la idea de que quizás si me hubiese quedado un rato y demás, igual no hubiera pasado. O si las conversaciones hubieran sido más profundas o íntimas, lo mismo me hubiese dejado caer alguna situación anímica grave. No lo sé. Pero si ya antes de esto dormía poco, ahora es que me cuesta hasta sacar ese pensamiento de la cabeza, el de que podía haber hecho "algo" que quizás no conozco. Yo tuve la última oportunidad de hacer algo aunque no supiera el qué. Vale que no sabía lo que iba a pasar pero no puedo evitarlo. Además me rondan muchas más preguntas: como un tío con la vida bien llevada y demás podía terminar con su vida así, sin más, sin dejarnos ver aunque fuera de lejos que algo pasaba. Me hace pensar en ese crío que no para de pensar también que su padre estaba muerto abajo mientras el se iba tarde a dormir. A mí me ha llegado a decir que es su culpa porque si hubiese ido a la cocina a por agua a lo mejor lo hubiera visto y podría haberle ayudado o algo, y cuando me lo dijo me partió el corazón. Le tuve abrazado veinte minutos, sin exagerar. Le veo con la cara del padre porque es idéntico y me dan ganas de tener 14 años para que fuese el amigo que me hacía falta tener con esa edad.
No sé en qué pensó Carlos esas últimas horas después de yo irme. ¿Pensaría en lo que habíamos hablado horas antes? ¿Se reiría recordando las tonterías dichas apenas un rato antes? Se que no debo torturarme con tantas preguntas. No se podía hacer nada, había tomado esa decisión y no hay más. No tiene vuelta de hoja, ni culpables. Y si los hay, solo los conoce Carlos.
Publico esto temprano porque hoy tampoco he dormido, últimamente si duermo tres horas seguidas me puedo dar con un canto en los dientes. Ahora cuando sean las 8 escribiré a Kiko a ver cómo va. Quiere ser enólogo, como su padre. Y quiere hacer un Twitch de catas de vinos.
De momento le he prometido que si aprueba, le regalo el Cyberpunk.
Vaya la que nos has liado, cabrón. Te quiero.