Si no aprendemos la lección de las pop-up de las cookies, el pasaporte COVID va a ser otro fracaso

¿Os dan por culo las notificaciones de las cookies?

A mi también. A cada paso que das en el internet de 2021 te asalta una puñetera notificación que interrumpe lo que estabas haciendo para que consientas. Vaya, para que abras las piernas digitalmente para que tu identidad digital acabe en algún rincón oscuro donde manos sucias los usarán para fines que ni te imaginabas que existían.

¿Y... hemos identificado la causa de el martirio de las cookies? ¿Sabemos si hay luz al final del túnel? Que yo sepa no, así que aquí lanzo una predicción distópica, sin mayor objetivo que pasar el rato.

Mi teoría es que la peste de las cookies, también conocida por el Genocidio UX, comenzó siendo una gran idea. Un político decente (insertar chiste aquí), un consultor o consejero inteligente (insertar chiste relacionado con el anterior), o una ONG eficiente y efectiva (insertar guiño a neocon-liberales) alertaron a los líderes de la nación. Les dijeron:

Chorbos, el internet es el Wild Wild West. El Big Data se nos ha ido de las manos, y los datos privados de la gente andan rulando por el eMule como "manda.emails.gratizz.32033.contactos.rar". El Consultor Preparado de Turno.

Ese buen principio (defender la privacidad del ciudadano medio y concienciarle sobre temas de privacidad) acabó disparando hacia atrás como una escopeta de feria. Al pasar de manos del equipo técnico (que merece una ronda de aplausos de varias horas) al equipo de burócratas de canapé de caviar, se jodió el tema. Probablemente, las tribus políticas de turno DEMANDARON CAMBIOS (así, con mayúscula que para eso mandan). Y cambios tuvieron, que para eso mandan. Y así se convirtió una buena idea en un monstruo innavegable que solo levanta dudas y dolores de cabeza. Un disparate que muchos tenemos el gusto de conocer más cerca de lo que nos gustaría.

Y aquí estamos. El año es 2021 y seguimos abriendo las piernas digitales cada tres minutos para consentir. En términos éticos, una prostitución digital inadmisible.

Y entonces me viene a la cabeza el lío que se está montando con el pasaporte COVID. Vaya, que cada secta política barre para su casa y no se ponen de acuerdo. Y muchos emigrados llevan años sin ver a su familia. Y en algunos paises ya se están abriendo fronteras. Y como esos burócratas de canapé y Champagne sigan sin ponerse de acuedo, la operación vuelta a casa o viaje post-COVID puede ser terrible.

Igual que pasó con la RGPD, las leyes draconianas enfocadas a asustar al personal convertirán la experiencia de viajar en una auténtica tortura, como navegar la web post-RGPD que está plagada de malditas cookies.

En el caso de viajar, solo Dios sabe qué nos depara. ¿18 vacunas diferentes, porque las autonomías, provincias y tal no se ponen de acuerdo? ¿Falta de standard claros que aseguren que el usuario final no acaba en situaciones ridículas como tener que consentir tres veces por minuto, sin mecanismos de control fáciles de usar y/o intuitivos?

Amigos, llámenme escéptico pero conociendo a los burócratas de canapé y Champagne y a la industria de la seguridad aérea me espero de todo. Controles anales en cada aeropuerto... ¿por qué no soñar? Ya alcanzamos la cumbre de la disfuncionalidad con las pop-up de las cookies. En teoría buenas para el usuario. En la práctica, un estorbo para usuarios, empresas, y gobiernos. Vamos una inutilidad que pudo ahorrarnos a todos muchas molestias y mucho tiempo perdido.