Querido cuñado

Durante años, estuviste votando a un partido que se decía serio, responsable, buen gestor, defensor de una España unida, creador de empleo...

Defendiste a capa y espada sus ideales y mensajes, y no dudaste en ignorar las voces que advertían sobre el lodo y las heces sobre las que se alzaba el gran escaparate mediático perpetrado en calle Génova. Incluso no dudaste en sumarte al desprestigio y mofa de todos aquellos que dedicaron tantas energías y dinero para denunciar el olor cada vez más insoportable de ese lodo y heces. Pero solo viste la paja en el ojo ajeno, algo por otro lado muy normal. Todos lo hacemos.

Pero el hedor ha llegado a un punto insostenible, y te ha tocado de algún modo revisar tus ideas. A nadie le gusta aceptar el hecho de que se ha equivocado, pero ha llegado ese momento. Te equivocaste. Es duro admitirlo, pero así fue. ¿Que te engañaron? Puede ser. ¿Que te beneficiaste de ese charco de mierda? Pues también puede ser, los tentáculos de la mafia llegan my lejos y paradójicamente, una de las claves de su éxito es precisamente el saber repartir bien los beneficios de sus chanchullos para cerrar bocas y comprar favores...

Pero tranquilo, que te han dado opciones para no tener que mirarte al espejo y admitir tu error.

Uno a uno han ido cayendo los dirigentes del partido que te representaba,y uno a uno han ido saliendo a la luz los diferentes excrementos que gestaron. Eso sí, una deconstrucción fecal lenta, silenciosa, casi indolora. Poco a poco, que no se note que la piscina de estiércol era gigantesca y lo abarcaba todo. Que parezcan casos aislados, hilillos de plastilina.

Y segundo, los que mandan de verdad te ofrecen una salida honrosa que no podrás rechazar. Un nuevo partido creado en el momento oportuno, limpio, aséptico, un encargado de la limpieza que eliminará los detritos esparcidos, y que te permitirá seguir como si nada hubiera pasado, sin necesidad de hacer un examen de conciencia, sin tener que mirarte al espejo y admitir que te equivocaste.

Qué duro es admitirlo cuando uno se equivoca. A todos nos cuesta, pero hay que hacerlo. Es mejor al final. Si no, las deyecciones del pasado siguen pudriéndose e infectándolo todo.

¿Lo harás?

Lo dudo.