A lo largo de la historia, la cuarentena ha supuesto una de las estrategias preventivas más efectivas de cara a mitigar la expansión de enfermedades infecciosas: la primera vez fue en Venecia, durante el brote de lepra de 1127, y tres siglos después, Reino Unido recurriría a este mismo procedimiento para combatir la Peste Negra. No obstante, la necesidad del contacto social provoca que las personas deban enfrentarse a los posibles efectos psicológicos, fruto del confinamiento, de cara a su búsqueda por un adecuado estado de bienestar, tanto interno como externo.
Las alternativas de superación de la ansiedad, así como las consecuentes sensaciones de estrés e irritabilidad, ofrecen una baraja de soluciones tan amplia y variada como tipos de personas hay en el mundo; por lo tanto, la opción que escoja cada individuo debe ajustarse a sus necesidades. Según las declaraciones del psicólogo Cristian Hidalgo, máster en Psicología de la Educación, durante su entrevista para la Revista Relieve, “el problema está en que tenemos muy pocos datos sobre salud mental y confinamiento, como para poder aventurarnos (…) más allá de las hipótesis”. “Lo que está claro es que (…) se ceba con personas con trastornos previos”, pero en cuanto a la “población sin trastorno, mi respuesta es que 'depende', aunque suene a cliché”.
Cristian Hidalgo defiende que las personas no deben guiarse a fe ciega, escogiendo entre los remedios 'A' o 'B', como tanto se está pudiendo leer estos días en las redes sociales. “Me parece fantasioso (...) dar por hecho que 'X' ejercicio” puede servir a toda la población por igual, aunque “ahí ya entraríamos en la decadencia de la búsqueda de likes y el showbussines” de los vendedores de humos, “que también afectan a mi profesión”. En el presente contexto de divulgación masiva de bulos, especialmente delicado en el ámbito sanitario, el profesional Hidalgo recomienda un trabajo interno de autoconocimiento: “Si yo me conozco a mi mismo, sabré lo que me genera ansiedad y cómo puedo ponerle fin. La ansiedad, a mi juicio, es como un balón de playa hinchable. Tú estás en el agua y llevas tu balón, 'tu ansiedad', y te quieres deshacer de él, así que lo hundes con fuerza. Llega un punto en que, con esfuerzo, ya no lo ves, porque se encuentra bajo la superficie. Piensas que ya está todo solucionado y, de repente, el balón sale disparado hacia arriba (…). Y así una y otra vez”. El empleo de esta metáfora permite una sencilla descripción del procesamiento de ese estado mental y su desconocimiento en cuanto a que “los síntomas vuelven a salir por otro lado”. El psicólogo reafirma que, “para reducir la ansiedad, no basta con paliar los síntomas. Lo que hay que hacer es buscar la raíz del problema y pinchar el balón”.
“La solución está en nosotros mismos” (Cristian Hidalgo, psicólogo educativo)
Por estas razones, el “confinamiento puede ser un momento de reflexión, pausa” para conocer cuáles son “tus propios puntos fuertes y no tan fuertes” y, así, “decidir qué te ayuda y qué no, y no dejarte llevar por las modas” que parecen que les funcionan a todos los influencers menos a ti. Se trata de una situación peligrosa, porque “puede generar frustración y desánimo”. Hidalgo destacó el tabú de la aceptación de la soledad dentro de nuestro entorno social, así como todas aquellas emociones que nos hacen parecer “débiles” con respecto a los demás. El confinamiento está demostrando que guardamos una fuerte dependencia hacia “demasiadas cosas externas”, bajo una supuesta excusa de “felicidad” asegurada o de “hundir el balón con más fuerza”. Entre otros aspectos, “como psicólogo educativo, me parece importante y necesario que se trabaje rigurosamente, desde pequeños, el tema de la educación emocional, ya que”, incluso de adultos, “nos conocemos muy poco”; “somos un gran teclado y solo nosotros podemos encontrar nuestra tecla”. “La solución está en nosotros mismos”, concluye.
Repercusiones de la positividad
“Una actitud negativa te vuelve más vulnerable al virus”, advierte Mario Alonso Puig, médico especializado en Cirugía General y Aparato Digestivo, Fellow en Cirugía por la Harvard University Medical School y actual presidente del Centro para la Salud, Bienestar y Felicidad del IE University. La expansión del Covid-19 es una situación traumática a nivel global, que está cambiando nuestra perspectiva diaria, y consecuentemente, muchas personas han estado o están pasando por distintos estados de ánimo: el estado de shock o sorpresa, la negación, seguidos de la ira, el enfado y la resistencia, donde “nos preguntamos por qué nos ha tenido que suceder esto a nosotros”. Llegados a este punto, se experimentan sentimientos “claros y legítimos” de dolor y sufrimiento; “es una posición en la que muchos se estancan”, apunta el doctor Alonso Puig, pero también cabe la posibilidad de pasar a la etapa de aceptación de la realidad, donde “dejamos de enfrentarnos a ella” para “elegir quién quiero ser y cómo quiero estar en la vida”, según citaba a Viktor Frankl, neurólogo superviviente del holocausto nazi.
Sin embargo, “no es lo mismo aceptación que resignación”; con la resignación, se activa el sistema nervioso simpático, bajando la capacidad de atención y creatividad; en cambio, la aceptación activa el sistema nervioso parasimpático, que nos proporciona serenidad, potencia la imaginación y “a tener más ganas de cooperar”. Además, numerosos estudios han demostrado que el control cognitivo en pos de la generación de pensamientos positivos ayuda a reforzar el sistema inmunitario. En definitiva, mejoramos nuestra salud y la de los que conviven con nosotros, mientras fortalecemos nuestra capacidad de plasticidad cerebral.
El potencial de la neuroplasticidad
La neuroplasticidad o plasticidad cerebral se define como la capacidad adaptativa del cerebro al medio para cambiar su estructura, en función de la conducta y la experiencia. Actualmente, se trata de uno de los conceptos más populares dentro de la psicología, si bien su demostración supuso décadas de recorrido y debate entre los profesionales: en 1890, surgieron los primeros modelos teóricos sobre la memoria, pero no fue hasta los 60 cuando empezaron a demostrarse mejores resultados empíricos. Hace justo 20 años, el científico Eric Kandel, especialista en Neurociencia y Neurofísica, fue galardonado con el Premio Nobel por demostrar la plasticidad sináptica, es decir, el fortalecimiento de las conexiones neuronales gracias al aprendizaje. De tal forma, dicha estimulación favorece a:
- La creación de materia gris
- La memoria a largo plazo
- la capacidad resolutiva frente a los problemas
A raíz de sus estudios, la investigadora Bárbara Arrowsmith-Young destacó que la estimulación dirigida, como su propia palabra indica, debe estar enfocada en un área concreta del cerebro, dependiendo de su función. Así, podremos mejorar ciertas habilidades a partir de ejercicios y actividades que sean acordes con las características de la acción. Por ejemplo: “los taxistas de Londres (…) tienen más cantidad de sustancia gris (…) en el hipocampo derecho, área relacionada con la navegación espacial”, porque tienen que memorizar una gran cantidad de rutas antes de licenciarse. Por esta razón, la constancia es una virtud fundamental a la hora de entrenar nuestro cerebro, provocando que la construcción de esas nuevas conexiones sea permanente.
Escena del cortometraje Luxo JR. (1986) de Pixar Animation Studios, donde aparece un balón como el de la metáfora de Cristian en cuanto a la gestión de la ansiedad. Todos somos capaces de visualizar ese balón.
Esta oportunidad de reinventarnos y evolucionar resulta sencilla de entender, pero se debe tener en cuenta que “hay una exigencia mucho mayor en estos momentos”, que puede generar distracción y dificultar la concentración (en mayor o menor medida, dependiendo de la persona y de cómo esté viviendo la crisis de la pandemia), defiende la psicoanalista Alexandra Kohan. “Vemos a diario propagandas de medicamentos que funcionan para que uno no pare”, e incluso tweets donde se respalda una productividad que, en el caso de que alguien no haya “ganado una nueva habilidad”, significa “falta de disciplina”, o lo que es lo mismo, vagancia. La psicóloga especializada en el tratamiento de traumas, Alaa Hijazi, escribió un post de Facebook, explicando que “esta obsesión cultural con la productividad [capitalista] (…) es absolutamente enloquecedora”. La inquietud por aprender algo nuevo es positiva, pero si una persona está pasando por una verdadera crisis personal, no debería sentirse presionada “en nombre de la motivación”, porque acabará sintiéndose peor. Volviendo al argumento del psicólogo educativo, Cristian Hidalgo, la solución depende de cada uno.