He venido a Bornos con objeto de ver unas escuelas en construcción. Para ser útil al pueblo y a los hijos de los jornales de Bornos quiero dar publicidad a esta heroica y extraordinaria empresa.
Pero, en vez de hablar por nosotros, vamos a prestarle voz y voto al viejo castillo de los duques de Medinaceli, hoy palacio de Valdelagrana, en la villa de Bornos.
Voz hueca y un poco fantasmática habrá de ser, porque ya lo hemos visto: está vacío. Voz que, sin embargo, no logra espantar a nadie, ni siquiera a los chicos de la escuela que juegan en las escalerillas. El caso es que, durante siglos, el palacio ducal compartió con Santo Domingo y con algún convento el dominio absoluto.
Sólo la sierra del Calvario, que está bastante lejos, podía hacerle sombra. Pero estos últimos años llega de Madrid un ingeniero industrial y construye una fábrica. Luego el ingenierito, a pesar de ser «albarrán», venido de otras tierras, se hace alcalde de Bornos y empieza a construir unas escuelas.
Aquí entra la voz fantasmática y hueca:
― ¿Cuánto tiempo hemos vivido nosotros sin fábricas y sin escuelas, pero en paz y buena armonía?
— Estas gentes obtusas, que no comprenden nada, quieren favoreceros, y lo que hacen es buscaros la ruina. Quieren enmendar la tradición. ¿Vosotros sabéis lo que pretenden con todo eso?
―No, señor. ―
― Pues acabar con los jornaleros de Bornos: es decir, acabar con vosotros. Ni tienen talento, ni ternura, ni imaginación. Vuestros padres fueron a la escuela, y desde niños se habituaron a todas las molestias y se prepararon buenamente a reducir sus aspiraciones a la altura de su jornal. Una escuela pobre y estrecha, como había de ser el curso humilde de toda su existencia.
Pero ahora estos pedantes quieren traeros unas Escuelas Graduadas. Van a enseñaros tantas cosas que no serviréis para jornaleros. ¡Adiós las casitas morunas con su idilio en cada reja! ¡Adiós la fraternidad de los pobres que se ayudan unos a otros a conllevar su santa miseria!
Otras cosas debería deciros también sobre la seguridad y la jerarquía si no fuerais demasiado pequeños para comprenderme. Pero el día en que a todos os eduquen para señores, ¿quién querrá ser criado?
Si os engolosinan con tantas cosas amables como hay por esos mundos, ¿quién se conformará con un jornal? Vosotros seríais los primeros en rechazarlo.
― Sí, señor.―
Y cometeríais con ello el pecado más terrible de ingratitud. Pero, además, desapareceríais. No quedaría sombra de vosotros sobre el haz de la tierra. Sois jornaleros, hijos de jornaleros, y faltan daros vuestra única razón de ser: el jornal, os sería imposible justificar una existencia.
Este es el favor que os harían vuestros protectores: condenaros a volver a la nada, de donde habéis salido.
Juraría que yo he oído la respuesta de uno de los muchachos:
― ¿Dice usté que volveríamos a la nada, señor fantasma?
En la descripción del vídeo que se comenta al final del artículo hay una lista de Spotify para escuchar a varios de los grupos mencionados: youtu.be/czrPRJehmdA
#2 Por lo que comenta un tal Vicente Galbete en este otro artículo, y según la tipografía, la tabla habría sido realizada a mediados del XVI, como bien estimas:
Como curiosidad, que desconocía, uno de los comentarios en el blog: "Cuando no existían los porteros automáticos, los carteros usaban las aldabas para indicar el piso para el que traía correspondencia, para que bajasen al portal a recoger las cartas. Un golpe, primer piso, dos golpes, segundo piso y luego izquierda o derecha con unos golpes más rápidos".
Sigue de #0: Debido a su reputación, muchos nobles solicitaron sus servicios como consejero y maestro. Entre ellos se encontraba el primer duque de Württemberg, Eberhard el Barbudo (1445-96), que encargó este manuscrito. El manuscrito tiene una curiosa historia: originalmente formaba parte de la biblioteca de los duques de Baviera, pero fue robado durante la Guerra de los Treinta Años y acabó en Gotha. Sólo en 1951 fue vendido de nuevo a la Biblioteca Estatal de Baviera, donde se conserva actualmente.
También comentar, que si no se trata apropiadamente la criptorquidia en la infancia se sabe que puede aumentar el riesgo de padecer cáncer testicular en adultos.