La austeridad es necesaria, qué duda cabe, si volvemos a ser un país solvente como cuando teníamos deficit cero o por lo menos reducimos el deficit a unas cantidades manejables, habremos recuperado nuestra soberanía. El problema es que la austeridad no basta, porque como hemos visto en Grecia, un ajuste brutal deprime tanto la economía que la recaudación se ve afectada y al final la capacidad para devolver la deuda es menor que al principio y no al revés. Por eso, y porque Italia es demasiado grande para ser escatada, creo que el BCE debe comprar deuda deuda pública de los países en apuros imprimiendo billetes.
Eso crea inflación sí, pero un nivel de inflación razonable es lo mejor que nos podría pasar ahora. Con el crédito congelado y la economía enfrentando una nueva recesión que creará más paro y contraerá aún más la demanda, podemos esperar un proceso deflacionista en Europa. El desapalancamiento (ir librándose de la deuda) con deflación es el peor de los escenarios posibles. Al bajar los precios (y los salarios), el peso de la deuda sube porque ésta se mantiene constante. Es lo que hemos visto en Japón, donde también tuvieron una burbuja de activos, y llevan 20 (!) años sin salir del pozo. Si el BCE compra deuda con dinero nuevo sin pasarse la inflación resultante irá desgastando poco a poco el valor de la deuda, y podría hacerse condicionado a que los países beneficiados aprueben planes de austeridad y Europa entera emprenda la senda de una mayor integración económica (impuestos armonizados, "eurobonos", gobierno económico europeo o incluso Estados Unidos de Europa), que es lo que necesitamos a medio plazo para que esto no vuelva a pasar.
En España, aparte de ahorar, necesitamos reformas que tiren del crecimiento. Nuestro mercado laboral tiene unas normas del Siglo XIX y nuestra tasa de paro e suna excepción en todo el mundo. Necesitamos un contrato único que acabe con la dualidad del mercado laboral. Ahora mismo tenemos a unos trabajadores sobreprotegidos y a otros a la intemperie (sobretodo desde que el Gobierno permitió encadenar sine die contratos temporales); esto introduce todo tipo de distorsiones en el mercado laboral. Los teporales, generalmente jóvenes, son carne de cañón, sustituibles, y las empresas no los valoran ni los forman como es debido. Los indefinidos con mucha antigüedad son casi indespedibles, y desde esa seguridad tienen una productividad inferior, y tampoco se reciclan ni crecen como profesionales. ¿Nadie tiene un amigo joven y muy bien formado que trabaja por un sueldo mísero en una empresa en la que hace su trabajo y el de alguien negligente pero demasiado caro para ser despedido? Todas estas cosas afectan a la competitividad de nuestras empresas. Del lado del subsidio de desmepleo sería buena idea (a medio plazo, no con un 21% de paro) cortar los abusos y evitar que la gente se coja el paro no por necesidad sino por conveniencia. Se podría hacer una reforma para que, aunque se cobrase la misma cantidad, al principio se cobrara más y después de unos meses hubiera un bajón importante, para que empezara a compensar volver a trabajar. Y respecto a la fijación de los salarios no tiene sentido que se fijen en una especie de "comité central" que dice que todas las empresas de un mismo sector en una misma provincia tienen que tener la misma subida salarial. No puede ser que si a Mapfre le va bien y a Balumba le va mal tengan que aprobar la misma subida salarial, cuando a lo mejor Balumba no se la puede permitir y acaba quebrada por ello. ¿Que con esto los salarios bajarían? Bueno, yo prefiero que el mercado laboral (oferta de trabajo versus demanda de trabajo) se ajuste vía precios en lugar de ajustarse vía cantidad. En otras palabras: prefiero ser mileurista, y eso que nos quejábamos del mileurismo, que vivir con un 21% de paro. Por último, deberíamos aprender de Holanda, donde el 40% de la gente trabaja a tiempo parcial y tienen un paro ridículo. Hay que hacer más atractiva la contratación a tiempo parcial, que ahora es demencialmente cara, para que trabajemos más aunque trabajemos menos horas.
Además de esto hacer negocios en España es un suplicio. No puede ser que para montar una oficina normal en cualquier ciudad, sin llevar a cabo ninguna actividad de riesgo, te tengas que tirar tres meses esperando a la licencia municipal. Para montar un negocio hay que darse de alta en mil registros y tratar con mil administraciones diferentes (siempre presencialmete y a mano, aunque sepamos que podría hacerse desde casa introduciendo nuestros datos en una BBDD por internet, y que si las administraciones compartiera datos nos ahorraríamos muchos pasos redundantes). Es como vivir en un artículo de Larra. Tenemos que reformar las administraciones para que sean un aliado de la actividad económica, no un obstáculo.
De la necesaria austeridad podemos hacer virtud si redibujamos nuestra hipertrofiada administración. Las administraciones se solapan, los cargos políticos abundan, tenemos los mismos funcionarios que Japón y un montón de actividades que subcontratamos (desde las encuestas del INE a los socorristas de las piscinas municipales) y que pagamos entre todos. Los procesos de selección de la administración (las oposiciones) premian a los perfiles memorísticos frente a los analíticos, atraen a gente conservadora que busca un empleo de por vida, y no a candidatos más polivalentes y sin aversión al cambio. Las políticas de RRHH de la administración son pavorosas: no hay supervisión eficiente, y la imposibilidad de ser despedido es aprovechada por jetas o simplemente por gente desmotivada. Y todo esto sin entrar en los beneficios de la casta, los Audi A8 a cargo del erario público, las facturas de móvil estratosféricas, el hecho de que en Madrid, con la que está cayendo, los comedores sociales se mantenga gracias a la beneficiencia pero subvencionemos 50 festivales de cine y cortos al año, festivales que igual tenían sentido en los 90 cuando las obras no comerciales no llegaban a la gente pero que son una entelequia en la era de Internet...
Hemos invertido muchísimo en capital físico (infraestructuras) de dudoso beneficio y dejado de lado la educación, que como dice Ken Robinson (os animo a ver sus vídeos) no está preparada para los retos del Siglo XXI. La universidad está esclerotizada y vive de espaldas a la empresa. Lo que podría ser un polo de innovación y de crecimiento es una comunidad endogámica donde despuntan algunas iniciativas aisladas y muy meritorias, pero raramente oiréis que gracias a una investigación de la Universidad X patrocinada por Tefal se ha sintetizado un nuevo material super-antiadherente que está vendiendo millones de sartenes en todo el mundo. Los jóvenes no aprenden inglés, y eso penaliza la internacionalización de nuestras empresas y hace más difícil que el debate sobre técnicas de gerencia permee en el tejido empresarial español (aunque tenemos escuelas de negocios excelentes que palian con creces esta desventaja).
Las agencias reguladoras, como la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones, están totalmente politizadas y en lugar de velar de por la competencia defienden los intereses de las grandes empresas (¿quién prohibió el Wi-Fi gratuito municipal?).
El sector financiero no termina de sanearse porque prefiere esconder el ladrillo bajo la alfombra a la espera de tiempos mejores, y el Banco de España le deja... pero eso nos deja sin crédito para crecer.
Y tantas y tantas cosas más (corrupción, promoción del alquiler, pésima imagen internacional, un Gobierno enemigo de internet en lugar de promotor de la Sociedad de la Información...). Lo bueno es que este tocho que puede parecer una losa insuperable es en realidad una oportunidad que otros países no tienen. En España hay tantas ineficiencias, tanto derroche y tantas trabas que si nos ponemos manos a la obra y las arreglamos podemos equilibrar las cuentas públicas y crecer. Para conseguirlo habrá que superar muchas resistencias del statu quo. Los sindicatos no querrán un contrato único, la patronal tampoco (prefieren despedir gratis a los temporales). Los sindicatos no querrán reformar los convenios, la patronal no querrá organismos reguladores independientes, ni competencia real, ni leyes de protección al consumidor que eviten que Movistar o Gas Natural te hagan pasar por un calvario para darte de baja, o te den de alta impunemente en servicios que no has contratado, etc.
Si los vencemos el futuro será nuestro, si nos quedamos a medias seguiremos instalados en la mediocridad, si fracasamos miserablemente nos tocará aprender alemán.
Y sí, hay que aprender las lecciones de la crisis. Hay que regular el sistema financiero interncional (tasa tobin incluida). Hay que acabar con los paraísos fiscales. Hay que acabar con la influencia del poder económico sobre el político y las "puertas giratorias".
Todo eso ha de hacerse a nivel internacional, pero no todo es culpa de los de fuera. Nosotros nos hemos pasado viviendo por encima de nuestras posibilidades muchos años, con tasas de abandono escolar para ir a trabajar a la construcción o la hostelería escandalosas, hemos construido más kilómetros de AVE que nadie y empalmado un aeropuerto con otro. Tenemos que cambiar, tenemos que exigir al Gobierno el cambio. Si pasamos de las políticas dictadas por los sindicatos a las políticas dictadas por la patronal nunca saldremos del pozo.
Y todo esto si la generación de líderes más incompetente de la historia de Europa no hace que todo se vaya a la mierda antes del 20N.
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#2 pues si hace falta se te invita a una estrella galicia o 1906 o similar