“—¿Te puedo pedir una cosa?
—Sí, dime.
—No te acostumbres a mi.
—¿Como así?
—Que no te acostumbres a mi, ni a mi risa, ni a mi hiperactividad, a mi olor, ni a mis risas atemporales, ni a mis besos. No te acostumbres a que me cuentes tus cosas ni que te escuche con atención. No te acostumbres a cómo te miro o te dejo de mirar, ni te acostumbres ni a mi rabia ni mis celos irracionales, ni a reirte de las cosas que te digo.
—¿Y eso a que viene?
— A nada, simplemente que algún día me cansare y me iré y echarás de menos esas cosas a las que estas ahora acostumbrada y no valoras.”
-Es mi madre
-No, digo la de al lado
-Esa es mi hermana
-Pues pégame dos hostias que esto ya no hay quien lo arregle
—Sí, dime.
—No te acostumbres a mi.
—¿Como así?
—Que no te acostumbres a mi, ni a mi risa, ni a mi hiperactividad, a mi olor, ni a mis risas atemporales, ni a mis besos. No te acostumbres a que me cuentes tus cosas ni que te escuche con atención. No te acostumbres a cómo te miro o te dejo de mirar, ni te acostumbres ni a mi rabia ni mis celos irracionales, ni a reirte de las cosas que te digo.
—¿Y eso a que viene?
— A nada, simplemente que algún día me cansare y me iré y echarás de menos esas cosas a las que estas ahora acostumbrada y no valoras.”