#8 Yo tengo más interés en el siglo XVI que en el XXI. Y casi todo lo que últimamente leo es de aquel entonces. Hay un delicioso tratado que un funcionario florentino escribió hacia el mil quinientos y pico con la pluma blanca de una oca. Se llama «El Príncipe» [1] y da respuesta a tu pregunta mucho mejor de lo que nunca podría hacerlo yo. Es un instinto humano, demasiado humano: quien detenta un poder tiene el mandato instintivo de protegerlo. Y quien no, el de alcanzarlo. No creo que la digitalización y las comunicaciones en tiempo real vayan a cambiar eso.
#47 Yo metía muchas horas aquí, en Menéame, cuando estudiaba en la universidad. Cada hora aquí invertida era una hora menos que dedicar al álgebra o a la instrumentación electrónica… así que estoy muy agradecido a esta comunidad, y al Monkey Island, que ambos me ayudaron a conllevar aquellos años de teleco . Pero luego he estado década y pico sin volver a hollar con los ojos estos divertidos pagos, hasta que hace unos días súper @patchgirl me ofreció volver. Fue entonces cuando he podido conocer a José «el Finanzas» y me he partido mucho la caja leyendo todos los comentarios . Me alegra mucho mucho constatar que el Menéame de hoy mantiene la misma savia gamberra que aquel otro que yo conocí cuando reinaban Galli, BULMA y la religión era trolear a Ramoncín. ¡Brindo por esa rebeldía inteligente!
#32 Ya existe, desde hace mucho, una integración de sistemas de información entre administraciones. Seguro que es mejorable, pero las administraciones comparten datos de manera cotidiana. Hace décadas que hay especificaciones, estándares e implementaciones para el intercambio de datos.
Tu pregunta es muy interesante y he reflexionado públicamente varias veces sobre la eficacia (y su falta) de esta comunicación interadministrativa, sirvan [1] y [2] como pincelada. Mi visión es que, como país, estamos cometiendo el error de llevar las limitaciones y condicionantes históricos del modelo autonómico al nuevo modelo de gobernanza digital. Lo contaba con guasa en [3]: el modelo autonómico es una expresión administrativa de nuestra historia colectiva. Cuando hoy en día hablamos de la comunidad foral, estamos reconociendo una tradición que se remonta mil años en la historia. El propio nombre de Generalitat o «generalidad», data del siglo XIII. El mismo concepto de Reconquista fue un proceso consolidativo que abarcó un milenio.
Pero en este siglo XXI vamos a ver —estamos ya viendo— como las comunidades humanas se estructuran en organizaciones cada vez más líquidas. Las administraciones tienen que brindar ahora servicios públicos articulados en torno a documentos y datos. Desde la historias clínicas a los puntos del carné de conducir, pasando por los puntos para canjear —que por el momento se llaman euros y de momento están centralizados en bancos…— a la criptografía necesaria para validar el certificado de vacunación cuando cogemos un avión. En este nuevo espacio ultrainformatizado, ¿qué importancia tiene que Castro Urdiales sea vasco o de Cantabria? La digitalización lo está licuando todo, y el nuevo modelo estatal que este siglo nos depara tiene que conciliar la tradición histórica y las identidades colectivas con el hecho insólito de que tú y yo tenemos más en común con un remoto alemán que programa en Python en un café de Budapest que con nuestros convecinos octogenarios de la puerta de enfrente.
#29 Gracias a ti por valorarlo; y por tu pregunta. Hay mucho hype, mucha inflación de expectativas, en torno a la tecnología blockchain. Pero yo no veo ningún aporte significativo de blockchain a la transparencia, la rendición de cuentas y la auditoría de lo público. Lo que los humanos no arreglamos, la tecnología no lo soluciona… Y lo que como país necesitamos no es una novísima base de datos descentralizada y distribuida, sino…
— Más y mejores conjuntos de datos públicos: por ejemplo, que se publiquen todos los datos del Registro Mercantil
— Una sociedad civil espabilada y atenta, empoderada con tecnología e implicada en lo público
— Leyes de transparencia más audaces y más exigentes; sin miedo a la transparencia
— Medios de comunicación liberados de la esclavitud del modelo publicitario y otras servidumbres ideológicas
— Una ciudadanía más exigente con sus fuentes de información y dispuesta a pagar, y pagar bien, por el buen periodismo
— Un debate público menos emocional; con menos polarización ideológica y más interés en lo que es de todos
— Empoderar y arropar a los funcionarios y servidores públicos que están haciendo cosas audaces desde dentro
Podría seguir la lista, pero nada de esto se arregla con blockchain.
#18 A mí me gusta comer, pero aborrezco cocinar. Me parece una pesadilla: todo el día troceando alimentos y mezclándolos pacientemente… ¡Un auténtico suplicio! Sin embargo, y afortunadamente, conozco personas que disfrutan cocinando. Un amigo incluso ha hecho de ello su profesión: la ejerce con pasión y disfruta con ella. Y mira las letras de colores de la terminal de mi portátil con el mismo gesto de incomprensión con que yo ojeo sus cacharros alrededor de los fogones.
A mí me sucede con los datos como a él con las recetas: cada cosa es un reto apasionante. Y cuanto más desestructurada o caótica parezca mi fuente de datos, mayor es el desafío. «¿Seré yo capaz de hacer esto?», me pregunté cuando hice ladonacion.es, contratosdecantabria.es o la estructuración del BORME. Para un ingeniero de vocación como soy yo, en el reto está el acicate. Nada le gusta menos a un programador que las tareas repetitivas que han de hacerse manualmente. Por eso está el placer de automatizar, de que la máquina haga lo que al humano le da tedio.
Para mí es como una droga. Creo que siempre he sido un yonqui de eso.
#15 Entiendo tu frustración. Pero si todos nos quedamos en el sofá, ganan los malos. A mí no me gusta quejarme ni compadecerme de lo mal que está todo. Prefiero hacer cosas.
#19 Esta pregunta me la hacen mucho. Y soy de la opinión de que muchas veces la tecnología es irrelevante. O casi irrelevante. Para mí la tecnología es un instrumento para alcanzar un fin: es el coche con el que me desplazo hasta un destino. Puedes ir más o menos cómodo y más o menos rápido, pero no puedes confundir viaje con destino.
Como tanta gente de los años 80, yo comencé a programar en la EGB con un Spectrum de Sinclair. Ya más mayor abracé el alarde tecnológico que seduce a cualquier joven ingeniero: tecnologías súper recientes y muchas veces inmaduras pero… ¡hey, qué molonas! Ahora, como Zaratustra, he bajado de esa montaña de la sobreingeniería y el hype tecnológico y pontifico el minimalismo asceta, la virtud de la simplicidad y la esencia desnuda de las cosas [1]. Y qué necesario evangelio me parece en esta profesión tan dada a la parafernalia y el efectismo cool.
Mi caja de herramientas tiene solo los estándares web: especificaciones abiertas como web components, JavaScript (ECMAScript 6) y, por supuesto, CSS y HTML. Es el stack que he utilizado en ladonacion.es, por ejemplo. No utilizo librerías como React, Vue o Angular; prefiero escribir componentes web nativos. Tampoco empleo apoyos como Lodash ni jQuery. Ni siquiera hay una base de datos detrás: programé un mecanismo para agregar, relacionar y validar ficheros JSON con los que cocino la estructura de datos de la historia del rey emérito.
Siempre que es posible, prefiero aprender una especificación abierta como Shadow DOM, que invertir esfuerzo en estudiar una librería de terceros con la que, al final, vas a acabar haciendo lo mismo. No me considero un talibán tecnológico, pero me siento cómodo con las ideas del movimiento frameworkless [2].
#14 Alguien me lo planteó y lo he descartado. Yo me siento más productivo programando, trabajando con datos y diseñando herramientas digitales que permitan a los demás explorar lo que sucede con lo que es de todos. Ahí es donde creo, modestamente, que mi aportación puede ser más valiosa. Mi tiempo y mis recursos son muy limitados, y dedicarme a la formación, aunque fuera solo colateralmente, significaría detraer tiempo y atención de este objetivo.
Todos sabemos que construir herramientas digitales requiere mucho tiempo. Es un trabajo continuo durante meses. Decirle «sí» a impartir alguna suerte de formación significaría decirle «no» a muchas otras cosas que quiero hacer y que pueden tener un impacto más transformador.
Por otra parte, ya he sido profesor en la universidad. Y tras haber pasado por las aulas muchos años sentado en la silla y alguno de pie en la pizarra, creo que hay una inflación de expectativas en torno a la formación. Y que se ha industrializado. Yo echo la vista atrás y a mí nadie me ha enseñado bases de datos, ni a programar. Yo ni siquiera estudié informática: me titulé en la ingeniería técnica de telecomunicación, que son básicamente matemáticas y electrónica. La profesión tecnológica es muy vocacional: una persona con un vivo interés puede aprender hoy en día de manera autónoma cualquiera de sus aspectos.
A mí nunca me gustó ir a clases, y en la universidad iba a muy pocas. Sé que esto puede resultar controvertido, pero es mi experiencia: se aprende leyendo y haciendo, no escuchando. Habiendo ya libros, manuales y comunidades digitales, no veo qué sentido tiene un profesor [1]. Enrico Fermi aprendió desde matemáticas hasta astronomía leyendo un mamotreto de 900 páginas en latín. No tenía profesor ni YouTube, pero sí un apasionado interés por aprender.
#3 No sé si es una ingenuidad por mi parte escribir esto, pero quiero pensar que nadie tiene necesidad de «callarme». Yo no soy ningún confidente despechado con un oscuro secreto y una manta de la que tirar. Yo trabajo exclusivamente con datos y documentos que son públicos. Que están ahí, al alcance de cualquiera. Ciertamente requiere un esfuerzo y una buena dosis de pericia encontrar las historias que hay escondidas en este océano insondable de los datos públicos. Encontrarlas, aflorarlas y darles visibilidad para que dejen de darse, que es lo que trato de hacer.
Me hago cargo de que esta visibilidad que han adquirido algunas de las historias que he aflorado ha resultado molesta para algunas personas con cargos públicos o responsabilidades políticas. Honestamente, me da igual: por cada uno de esos soliviantados hay noventa y nueve conciudadanos —también dentro de las propias administraciones públicas— que perciben este activismo como una expresión positiva de salud en una sociedad que a veces no da muestras de signos vitales. De salud y de crítica constructiva a las inversiones públicas.
Pero respondo a tu amable pregunta. He recibido un par de llamadas de teléfono incómodas. Una fue de un desconocido y me provocó bastante inquietud. La otra estaba cargada de pretendidos «consejos»: «no te metas en líos…», «aquí nos conocemos todos…», «piensa en el futuro…», «no ganas nada creándote enemigos…» Ambas llamadas me llegaron desde la órbita local, durante los meses en que tuve puesta mi atención en escudriñar exclusivamente los datos de Cantabria. No eran amenazas, pero soy una persona sensible y estuve algunos días afectado. Sin embargo, creo en lo que hago y seguiré haciéndolo mientras me divierta con ello (y no me metan en el maletero de un Dacia ).
En cuanto a ofrecerme dinero… Me han ofrecido financiación generosa para orientar mi trabajo en ciertas direcciones alineadas con ideologías políticas o intereses particulares. También me han contactado desde varios partidos políticos para proponerme reuniones o buscar puntos de encuentro. Yo declino cordial pero instantáneamente todas y cada una de estas propuestas cuando vienen de la política, los partidos o sus aledaños. No tengo ningún interés en proporcionar munición a unos para que aticen a otros. Mi trabajo no es eso, ni nada que se le parezca. Nunca me han interesado los partidos políticos y me genera una profunda desconfianza ese sórdido mundo. No digo que sea malo: digo que a mí no me atrae.
#34 Sí. Me han contactado varias empresas. La mayoría de Cantabria, por contratosdecantabria.es y mi proyecto actual de alcance nacional, y para agradecerme la iniciativa y proponerme ideas. Un par de empresas bastante grandes me han ofrecido recursos para que siga haciendo esto mismo bien desde dentro de su estructura bien en estrecha comunicación con ellos. Es algo que agradezco pero que he descartado. Me siento más cómodo yendo por libre, como ahora. No estoy buscando empleo; he pasado algunos baches aciagos en la vida y ahora solo me importa pasármelo bien y disfrutar con lo que hago. Si ello además es útil para otros —sean empresas, periodistas, funcionarios o meros ciudadanos como yo—… ¡miel sobre hojuelas!
#31 En realidad, mi objetivo no es «vivir de esto». El crowdfunding es importante porque me permite hacer lo que me he propuesto; darle una continuidad en el tiempo a mi trabajo. Y Patreon me permite corresponder con las personas que lo encuentran valioso y ponen algo de dinero para verlo desde más cerca y que pueda seguir haciéndolo.
Pero siempre he tenido muy claro que quiero volver al sector tecnológico. No sé dónde estaré mañana, pero lo que vengo haciendo es para mí una etapa temporal. El crowdfunding me permite dedicar mi atención exclusivamente a mi reto de dar un buen meneo al sector público desde la ciudadanía, con tecnología y ciencia de datos. Y tratar de cubrirme las espaldas si llega alguna demanda y tengo que defenderme en los tribunales. Para mí no es una forma de vida, sino un instrumento para hacer cosas, como lo es mi portátil o JavaScript.
#4 No. Mi proyecto es muy personal. Lo ejerzo con mi propio nombre y apellido y responde a mis propias curiosidades. Así que soy yo exclusivamente quien determina cuál es el próximo reto. Me siento más cómodo así. Y más libre; qué hermosa palabra. Ni siquiera a los valientes que me apoyan en mi Patreon les pregunto en qué quieren que indague. Es también la forma de mantenerme inmune a una posible utilización partidista o ideológica de mis trabajos.
He investigado y escrito sobre contratación pública, proyectos públicos de digitalización, sistemas de diseño para servicios públicos digitales, el rey emérito y la Casa Real, la relación digital entre administración y administrado, la liberación de los datos mercantiles, la pandemia de las plataformas públicas de comercio electrónico, las «apps» móviles de cientos de ayuntamientos… ¡Uf!, hay tantas cosas interesantes en la galaxia Sector Público que no me hace falta pedir sugerencias .
#85 Yo solo he emprendido una empresa. Fue con 23 años, cuando estaba acabando la universidad, y estuve en ella durante 16 años. ¡Y por supuesto que sale en las herramientas que hago! Como cualquier otra, faltaría más. Aquí la tienes: contratosdecantabria.es/empresa/qKkYzZAK
#84 Justamente ese es mi reto actual. Y en ello vengo trabajando [1]. Mi intención es hacer algo que sea transformador, que marque un antes y un después en la transparencia en la contratación pública de España. Y que sea útil para mucha gente.
#11 En mi opinión, en absoluto. Los datos públicos están regulados por leyes: las de transparencia, las de reutilización de la información… Estas normas están armonizadas con el marco europeo. Lamentablemente los políticos tienen una cierta discrecionalidad no escrita para retorcerlas e incluso incumplirlas. Pero con ellas en la mano, desde la ciudadanía podemos denunciarlo. En los tribunales o en la arena pública. Esto último es lo que yo he hecho con el lamentable caso de Cantabria [1].
#82 Es algo que descarto. Mi proyecto es individual, minimalista y ágil. Paso de la idea al proyecto publicado en tiempo récord, porque estoy yo solo: no hay reuniones ni llamadas, ni necesidad de coordinarse ni de alcanzar consensos. Si constituyera una organización mis horas programando se tornarían horas gestionando. Y me siento más productivo y más útil a la causa cuando estoy al teclado. Además, habría de invertir mucho tiempo en encontrar cómo financiar una estructura y sostenerla. No quiero dedicar mi tiempo a mantener una organización, sino a dar transparencia a lo público. Confundir esto sería una inversión de prioridades, una perversión de principios. Al ser solo yo, consigo que todo mi tiempo sea productivo. Soy alérgico a las ineficiencias y me siento más eficaz así. Pero todo esto es simplemente mi visión personal aquí y ahora .
#30 Pues muchas gracias a ti, amigo. Simplemente hago lo que puedo y trato de divertirme en el camino. Mensajes como el tuyo me dan gasolina para seguir. Un abrazo.
#16 He visto cosas que rozan el insulto, pero la adjudicación de este estudio [1] o el misterioso caso de las empresas que compiten consigo mismas [2] son para mí dos cumbres del cinismo. Tampoco podemos olvidar el conspicuo mérito de «Smart Lepe» [3]. Ni la donación anónima de 200.000 euros al Gobierno de Cantabria a través de una empresa pantalla en una jurisdicción opaca domiciliada en una calle sin nombre [4]…
[1] es.wikipedia.org/wiki/El_príncipe