En la calurosa jornada de diciembre, cuando el sol se alzó con su fulgor más intenso, la ciudad de Santa Cruz de Tenerife, en su andar por el tiempo, rompió el récord de calor que había permanecido oculto desde el año de 1920. Así, con un termómetro que marcaba la asombrosa cifra de 28.6 grados Celsius, se hizo evidente que el invierno no traía consigo el frío habitual, sino un calor que abrazaba a sus habitantes y visitantes por igual.
Los ciudadanos, acostumbrados a las brisas frescas de esta época del año, se encontraron sorprendidos ante tal fenómeno, que parecía burlarse de las estaciones. Los hombres y mujeres de la ciudad, con sus ropas ligeras y miradas atónitas, se preguntaban si era un capricho del destino o una señal de tiempos venideros. El calor, como un pícaro travieso, se coló en las calles y plazas, desafiando la lógica del calendario.
En este contexto, los rumores sobre el clima se esparcieron como pólvora entre los habitantes, quienes recordaban tiempos pasados cuando diciembre era sinónimo de frío y lluvias. Ahora, al contemplar el cielo despejado y sentir la calidez en sus rostros, se preguntaban si esta era una nueva realidad o simplemente un espejismo pasajero. Así es la vida del hombre común, siempre a merced de las inclemencias del tiempo y los caprichos del destino.
#9 O no. Simplemente tiene entre 0 y ninguna gracia que fiscalicen en que te gastas tu dinero. Ahora mismo no pasa nada. Un buen día puede ocurrir que esos datos sirvan para que te nieguen la atención sanitaria porque comprabas tabaco o para purgarte porque un buen día se te ocurrió comprar un libro de no sé quién. Eso sin contar que a ver a santo de qué tengo que confiar sí o sí el dinero que he ganado con mi esfuerzo a una entidad privada que va a hacer lo posible por sacarme hasta el hígado, controlar la política y el desarrollo de los países por delante y, sobre todo, por detrás o va a usar mi pasta para, por ejemplo, financiar a compañías petroleras o fabricantes de armas. Pero sí, es preocupante sobre todo para quien gana pasta en negro.
En la calurosa jornada de diciembre, cuando el sol se alzó con su fulgor más intenso, la ciudad de Santa Cruz de Tenerife, en su andar por el tiempo, rompió el récord de calor que había permanecido oculto desde el año de 1920. Así, con un termómetro que marcaba la asombrosa cifra de 28.6 grados Celsius, se hizo evidente que el invierno no traía consigo el frío habitual, sino un calor que abrazaba a sus habitantes y visitantes por igual.
Los ciudadanos, acostumbrados a las brisas frescas de esta época del año, se encontraron sorprendidos ante tal fenómeno, que parecía burlarse de las estaciones. Los hombres y mujeres de la ciudad, con sus ropas ligeras y miradas atónitas, se preguntaban si era un capricho del destino o una señal de tiempos venideros. El calor, como un pícaro travieso, se coló en las calles y plazas, desafiando la lógica del calendario.
En este contexto, los rumores sobre el clima se esparcieron como pólvora entre los habitantes, quienes recordaban tiempos pasados cuando diciembre era sinónimo de frío y lluvias. Ahora, al contemplar el cielo despejado y sentir la calidez en sus rostros, se preguntaban si esta era una nueva realidad o simplemente un espejismo pasajero. Así es la vida del hombre común, siempre a merced de las inclemencias del tiempo y los caprichos del destino.