#23 Se ve que no has estado en uno de sus conciertos. Yo sí que lo odio.
Cuando era crío y tenía 8 o 9 añitos (no recuerdo cuántos con exactitud), tuve que ir a uno de sus conciertos de verano en la Plaza de Obradoiro en Santiago de Compostela.
A mi hermana le gustaba, así que como mi querida madre trabajaba y ella quería ir, nos compró unas entradas (para que yo no estuviera solo todo el día en casa) y estuvimos tooooooda la tarde haciendo cola para entrar en el dichoso concierto, de tal modo que al acabar nos vendría a recoger mi padre. Yo iba dispuesto de una bolsa de patatas de Rufles de las grandes y especiadas y una botella de Pepsi bajo un sol de la hostia en la cola. Al entrar al concierto me estaba cagando ya (literalmente).
Ver a la Cruz Roja encargándose de las niñas histéricas y verlas gritando desesperadas, juro que no tiene precio, pero lo peor era mi estómago.
Al cabo de un rato tuve que ponerme de rodillas, completamente rodeado de adolescentes salidas(de aquella no entendía que su modo de actuar se debía a su deseo sexual) pegando brincos. No conseguía aguantar de pie de las ganas de cagar que tenía. Le pedí a mi hermana irnos porque era horrible. Ella decía que en un rato nos íbamos, pero tuve que tragarme todo el concierto.
Pues bien, el día del concierto de Alejandro Sanz, es el único zurullo de mi infancia que recuerdo haber cagado. Y cada vez que paso por el parking que está al lado de la Plaza del Obradoiro,dónde cagué nada más acabar el concierto, no puedo evitar acordarme de la marca Rufles, de Alejandro Sanz y, sobretodo, de mi hermana y su libido. Y por supuesto, cada vez que leo su nombre o cada vez que lo escucho, me acuerdo de mi estómago.
#33 Y recuerda que además pagas el IVA aunque no lo hayas cobrado porque las empresas grandes pagan a 90 o más días, las empresas esas donde trabajan muhcos asalariados
Cuando era crío y tenía 8 o 9 añitos (no recuerdo cuántos con exactitud), tuve que ir a uno de sus conciertos de verano en la Plaza de Obradoiro en Santiago de Compostela.
A mi hermana le gustaba, así que como mi querida madre trabajaba y ella quería ir, nos compró unas entradas (para que yo no estuviera solo todo el día en casa) y estuvimos tooooooda la tarde haciendo cola para entrar en el dichoso concierto, de tal modo que al acabar nos vendría a recoger mi padre. Yo iba dispuesto de una bolsa de patatas de Rufles de las grandes y especiadas y una botella de Pepsi bajo un sol de la hostia en la cola. Al entrar al concierto me estaba cagando ya (literalmente).
Ver a la Cruz Roja encargándose de las niñas histéricas y verlas gritando desesperadas, juro que no tiene precio, pero lo peor era mi estómago.
Al cabo de un rato tuve que ponerme de rodillas, completamente rodeado de adolescentes salidas(de aquella no entendía que su modo de actuar se debía a su deseo sexual) pegando brincos. No conseguía aguantar de pie de las ganas de cagar que tenía. Le pedí a mi hermana irnos porque era horrible. Ella decía que en un rato nos íbamos, pero tuve que tragarme todo el concierto.
Pues bien, el día del concierto de Alejandro Sanz, es el único zurullo de mi infancia que recuerdo haber cagado. Y cada vez que paso por el parking que está al lado de la Plaza del Obradoiro,dónde cagué nada más acabar el concierto, no puedo evitar acordarme de la marca Rufles, de Alejandro Sanz y, sobretodo, de mi hermana y su libido. Y por supuesto, cada vez que leo su nombre o cada vez que lo escucho, me acuerdo de mi estómago.