Ya sabemos porque están mandando tropas de ocupación a Europa. Y para los OTANeros ... es la misma excusa que puso Napoleón cuando invadió la Península.
#4una lección sobre la ilimitada estupidez humana sin duda
Bueno, sin duda no. ¿Es menos estúpido no mirar a los ojos a una estatua sólo porque lo dice un cartel sin saber a qué se debe esa advertencia? ¿No es una muestra de inteligencia querer saber el por qué de una prohibición para decidir si seguirla o no?
Si ponemos ese mismo cartel en una estatua que no hace absolutamente nada y observamos a los que tratan de evitar cruzar miradas ¿no nos resultaría también absurdo (o más absurdo incluso)?
El planteamiento de partida me parece maravilloso, pero siempre me ha parecido muy equivocado ese lugar común, esa apostilla, de que hay que conocer la historia "para no repetir los mismos errores".
Porque no sólo sucede que los mismos errores se cometen una y otra vez, sino que -para más inri- las mayores aberraciones de la historia se han cometido ¡en nombre de la historia!
Bien sea para enmendar el pasado histórico, o por fidelidad a una patria histórica, o en nombre de una causa histórica (el terrorismo como el IRA no podía ni haber pegado un solo tiro sin justificar su causa como bendecida por la historia).
La historia hay que saberla porque, como dice Cicerón, sin ella somos como niños. Y, añado yo, ignorantes. Pero hay que enseñarla con cautela, con distancia, con análisis crítico riguroso. No para evitar sus errores, sino para descreer del poder de la historia. Y la misma Roma de Cicerón (si bien hasta bien entrada la dinastía Augusta no se cobró una conciencia de ello tan intensa, a lo cual contribuyó la mitificación greco romana de Virgilio en su Eneida) se animaba en sus conquistas y masacres repitiéndose a sí misma su grandeza histórica.
Cierro con una larga pero, a mi juicio, deslumbrante observación de Rafael Sánchez Ferlosio:
"Mucho se engaña el que Imagine la historia universal como algo que se hubiese obtenido simplemente por la larga y honrada paciencia de un empeño compendioso aplicado a la tarea de ir coleccionando y ordenando todas las varias y dispersas historias particulares, hasta dar cima a lo que mentes mentecatas llaman "la imponente mole", "el grandioso monumento" de la historia universal.
No hay mirada más desdeñosa que la que la historia universal reserva para las particulares; ¡con qué insolente autoridad fulmina bajo el dicterio descalificador y hasta infamante de "anecdótico" -o de "superestructural"- cuando en ellas ose mostrarse irreductible a sus directrices de sentido!
La historia universal está, pues, lejos de ser un término práctico para uso de bibliotecarios, sino que, sin la menor reserva o circunspección nominalista, se cree hoy por ahí que hay historia universal como hay perros y gatos, y se cree que hay realmente un sujeto llamado humanidad y una aventura, una marcha y un destino de esa humanidad.
La historia universal es necesariamente historia única, de todos, y consiguientemente obligatoria para todos, como una asignatura de cultura general, al mismo tiempo que es la única historia, o sea la única que hay o se permite que haya. Por definición, no caben en su seno pleitos particulares ni querellas parciales; toda cuestión que en ella se debate es un pleito total y, por tanto, final. Sus antagonismos son, pues, escatológicos, o sea, definitivos, últimos, totales"