Lo mejor de todos los programas del un, dos, tres fue la actuación de Nina embutida en un body de encaje blanco, coronado por esa melena morena mientras se contoneaba al ritmo de una melodía muy sugerente.
Aunque viviese 1000 años jamás se borrará de mi memoria esa imagen. Fue la personificación de la feminidad, la sensualidad y el deseo.