1. Incluso si está convencido de que su oponente está absolutamente equivocado, ceda cortésmente, decline mayor discusión, o con destreza varíe a su vez la conversación, pero no defienda obstinadamente su propia opinión hasta enojarse ...
Cuántos hay que, dando su opinión, no como una opinión, sino como una ley, defenderán su posición con frases más tales como: "Bueno, si yo fuera presidente, o gobernador, lo haría," - y al mismo tiempo, al calor de su argumento, se evidencia de que son totalmente incapaces de gobernar su propio temperamento, y que tratarán de convencerle que son perfectamente competentes para hacerse cargo del gobierno de la nación.
2. Conserve, si se quiere, una opinión política determinada, pero no la haga desfilar que en todas las ocasiones, y, sobre todo, no trate de forzar a los demás para que estén de acuerdo con usted. Escuche con calma sus ideas sobre los mismos temas, y si no se ponen de acuerdo, cortésmente difiera, y mientras que su oponente puede configurarlo como un mal político, que sea obligado a admitir que usted es un caballero (o una dama).
3. Nunca interrumpa a alguien que está hablando, es bastante desagradable oficiosamente enunciar un nombre o una fecha sobre la que otros vacilan, a menos que se le pida que lo haga. Otro grave infracción de la etiqueta es avanzar el objeto de la historia que está recitando otra persona, o tomarlo de sus labios para terminarlo en sus propias palabras. Algunas personas alegan como excusa para esta falta de etiqueta que el recitador estropee una buena historia de mala manera, pero esto no arregla el asunto. Sin duda, es de mala educación dar a entender a alguien que no lo consideran capaz de terminar una anécdota que ha comenzado.
4. Es de mala educación poner un aire de cansancio durante un largo discurso de otra persona, y tan grosero mirar el reloj, leer una carta, ojear las hojas de un libro, o en cualquier otra acción que demuestre que usted está cansado del orador o del… » ver todo el comentario