Hace 16 años yo tenía 10. Cada mañana me subía a un autobús para ir al pueblo de al lado al colegio, y en verano a las piscinas. Era temprano, hacia las 8, y cada día pasaba por delante de la puerta de la tienda del pueblo y veía el fajo de periódicos que acababa de dejar el correo.
Pero la mañana del 15 de julio, por primera vez en mi vida contando días en los que el pueblo quedaba aislado por nieve, el montón de diarios no estaba. Garzón acababa de cerrar el diario Egin acusándolo de ser parte del aparato de ETA y encarcelando a buena parte de la redacción. Para algunos aquella mañana cambió su vida, pero para mi solo fue un montón de diarios desaparecidos.
Tuve que esperar 5 años más para entender qué significaba que cerraran un diario, la criminalización de la información y la censura de una parte de la cultura. Ocurrió el 21 de febrero cuando Egunkaria no llegó al bar donde los leíamos. De aquel día recuerdo solo la rabia y el deseo de ser periodista como nunca lo había sentido.
Pero la mañana del 15 de julio, por primera vez en mi vida contando días en los que el pueblo quedaba aislado por nieve, el montón de diarios no estaba. Garzón acababa de cerrar el diario Egin acusándolo de ser parte del aparato de ETA y encarcelando a buena parte de la redacción. Para algunos aquella mañana cambió su vida, pero para mi solo fue un montón de diarios desaparecidos.
Tuve que esperar 5 años más para entender qué significaba que cerraran un diario, la criminalización de la información y la censura de una parte de la cultura. Ocurrió el 21 de febrero cuando Egunkaria no llegó al bar donde los leíamos. De aquel día recuerdo solo la rabia y el deseo de ser periodista como nunca lo había sentido.