Cualquier hipótesis sobre eduación debe validarse con la experiencia. Y la experiencia nos dice que las actuales teorías eduactivas son un desastre porque no parten de la realidad, sino de una determinada ideología o de una forma de entender el mundo alejada de la realidad. No podemos forzar a la realidad a ser como nosotros queremos. Hace falta valentía para reconocer cómo son las cosas, y ponerse a trabajar a partir de ellas. Yo sólo puedo hablar de los IES, porque es donde trabajo. No sé en las escuelas, y menos con niños con menos de 10 años. Lo de "aprender a aprender" es una milonga cuando lo expones a la realidad (no a la de un centro específico, con alumnos selecionados, sino a la heterogéna realidad). Y no digamos ya lo de la escuela democrática. En tutoría se intenta consensuar las normas, pero si no las impone el profesor cosas como levantarse en medio de la clase, hacer tareas de otras materias si no te interesa lo que dice el profesor, etc. no serían normas a seguir según los alumnos.
Otra cosa es eso de que la memoria no sirve para nada; ¡pero si es la única forma de inteligencia posible!, todo lo tenemos almacenado en la memoria, ¿cómo se puede hacer un análisis crítico sin datos memorizados con los que contrastar lo que lees?. Lo que ocurre es que hay varios tipos de memoria, la significativa, la que comprende los datos y los interioriza, y la simple memotecnia que retiene datos sin más durante un breve período de tiempo. Pero claro, como hemos huido de la segunda, se ha renegado también de la primera que es la base de todo aprendizaje.
No se debe elegir un patrón educativo simplemente porque sea "distinto a lo de antes" porque no todo cambio tiene por qué ser positivo. Una cosa es evitar la violencia del profesor hacia el alumno (cosa que antes sí existía) y otra quitar al profesor toda la autoridad y creer que los alumnos son entes puros deseosos de aprender pero que no lo hacen porque no se les motiva dentro del sistema de la manera adecuada. También deberían quitarse los prejuicios de aquellos que fuimos alumnos de "aquella escuela", porque no lo que nos pasase a nosotros tiene porqué haber sido la norma. En aquellos tiempos la mayoría (quizá no abrumodora, pero sí mayoría) eran magníficos docentes, dentro de sus posibilidades. Que parece que nuestras generaciones no aprendieron nada, contra, y, al revés, los que pudieron estudiar (ese era el problema) aprovecharon mejor los estudios que los alumnos actuales (y eso lo va a certificar el 90% de los profesores de secundaria y universidad). Todas las teorías educativas triunfantes hasta el momento (la significatividad, ésta me hace mucha gracia, ¿cómo va un alumno de secundaria a insertar dentro de sus propios conocimientos los nuevos, si de partida no tiene conocimientos, puesto que no ha memorizado, es decir, entendido, nada?) no han pasado la "prueba del algodón", pues tenemos jóvenes más violentos, más indisciplinados, más egoístas, más incultos, y, por todo ello, más débiles y fácilmente moldeables por los poderes establecidos (políticos y económicos). Por supuesto que tenemos también muchísimos chavales válidos, pero eso no nos debe cerrar los ojos ante el altísimo porcentaje que fracasa como estudiante y como ciudadano.
Se decía que no se plantean alternativas válidas. Yo propongo dos cosas:
1. Que las administraciones educativas no empeoren las cosas, que se estén quietecitos porque cada vez que toman decisiones las cosas van a peor, y empiecen a escuchar a los que están cerca del alumnado, y a los alumnos en sí, no para hacerles caso en todo, sino para diagnosticar los problemas y aprender de ellos, sin prejuicios y con realismo.
2. Tomar conciencia de que el problema no está en el sistema educativo, o, al menos, el sistema educativo no constituye el lugar donde comenzar a solucionarlo, puesto que el problema está inserto en la sociedad en general, y hasta que no empiece a cambiar ahí, nada que se haga en las escuelas e institutos va a resultar.
Es la sociedad la que tiene que cambiar, valorando la cultura y la formación como algo inherentemente valioso, y no de una forma utilitarista; tomando conciencia de que en la formación de los jóvenes estamos todos comprometidos y nos va nuestro futuro en ello. El flujo de información, los contenidos tanto conceptuales como actitudinales, que nosotros les enseñamos en las 30 horas que pasan en los centros resultan ridículos comparados con lo que les suministran en su casa, en la tv, en la música, en el cine, en los videojuegos, etc. Estamos ante unas generaciones educadas por entes anónimos que sólo los ven como consumidores, y que lo único que quieren sacar de ellos es eso, consumo. Sus padres o no quieren, o no pueden (los más, pasan poco tiempo en casa porque no tienen más remedio qeu tabajar) vigilar toda la educación de sus hijos, y los centros, por mucho que quieran, no pueden competir con las influencias que reciben del exterior. Finalmente, la frustración que el fracaso educativo provoca en la sociedad (padres, políticos, etc.) la pagan lo docentes, víctimas de continuos reproches y vaivenes psico-pedagógicos y administrativos. Sinceramente, a pesar del gran papel que jugamos, pienso que frecuentemente remamos contracorriente, y jamás llegaremos a la orilla sin ayuda.
No eximo de responsabilidad a los docentes, al revés, creo que nuestra primera responsabilidad es gritar a los cuatro vientos esto que he dicho, y es que educadores somos todos. Por supuesto, seguir mejorando en nuestro trabajo, pero sin pensar que ninguna reforma educativa ni ninguna teoría predominante (ahora se llevan las "respuestas inclusivas") va a ser la panacea. Hasta que eso no se grabe a fuego en la mente de todos, no habrá solución posible.
Pd: soy el autor del texto original, que podéis encontrar en mi blog increiblebleble.blogspot.com, y llevo siete años como profesor de secundaria en distintos centros de Castilla La Mancha.
Segunda Pd: sobre la valoración de la formación y la cultura en nuesta sociedad, más de un alumno que ha abandonado sus estudios sin titular en la ESO, tras unos meses, nos ha ido a visitar jactándose de que ganaba el doble que nosotros, por muchos estudios que tuviésemos. Ahora, eso sí, más de uno está sin empleo, porque con la crisis de la construcción, y sin saber hacer la o con un canuto, a ver dónde se colocan. Los trabajos menos cualificados estaban (están a menudo aún hoy, a pesar dela "crisis") mejor remunerados que los cualificados, y eso no habla bien de nuestro sistema laboral, ni de nuestra sociedad. Menos aún cuando los títulos, y, por ende, la formación y la cultura, se ven sólo como entradas de acceso al mundo laboral (si no facilitan el acceso al "dinero", no valen para nada), y no como construcción personal y social.
Por último, gracias a los que habéis formado el debate, que siempre es enriquecedor (o, al menos, entretenido... es broma, siempre se aprende).
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Cualquier hipótesis sobre eduación debe validarse con la experiencia. Y la experiencia nos dice que las actuales teorías eduactivas son un desastre porque no parten de la realidad, sino de una determinada ideología o de una forma de entender el mundo alejada de la realidad. No podemos forzar a la realidad a ser como nosotros queremos. Hace falta valentía para reconocer cómo son las cosas, y ponerse a trabajar a partir de ellas. Yo sólo puedo hablar de los IES, porque es donde trabajo. No sé en las escuelas, y menos con niños con menos de 10 años. Lo de "aprender a aprender" es una milonga cuando lo expones a la realidad (no a la de un centro específico, con alumnos selecionados, sino a la heterogéna realidad). Y no digamos ya lo de la escuela democrática. En tutoría se intenta consensuar las normas, pero si no las impone el profesor cosas como levantarse en medio de la clase, hacer tareas de otras materias si no te interesa lo que dice el profesor, etc. no serían normas a seguir según los alumnos.
Otra cosa es eso de que la memoria no sirve para nada; ¡pero si es la única forma de inteligencia posible!, todo lo tenemos almacenado en la memoria, ¿cómo se puede hacer un análisis crítico sin datos memorizados con los que contrastar lo que lees?. Lo que ocurre es que hay varios tipos de memoria, la significativa, la que comprende los datos y los interioriza, y la simple memotecnia que retiene datos sin más durante un breve período de tiempo. Pero claro, como hemos huido de la segunda, se ha renegado también de la primera que es la base de todo aprendizaje.
No se debe elegir un patrón educativo simplemente porque sea "distinto a lo de antes" porque no todo cambio tiene por qué ser positivo. Una cosa es evitar la violencia del profesor hacia el alumno (cosa que antes sí existía) y otra quitar al profesor toda la autoridad y creer que los alumnos son entes puros deseosos de aprender pero que no lo hacen porque no se les motiva dentro del sistema de la manera adecuada. También deberían quitarse los prejuicios de aquellos que fuimos alumnos de "aquella escuela", porque no lo que nos pasase a nosotros tiene porqué haber sido la norma. En aquellos tiempos la mayoría (quizá no abrumodora, pero sí mayoría) eran magníficos docentes, dentro de sus posibilidades. Que parece que nuestras generaciones no aprendieron nada, contra, y, al revés, los que pudieron estudiar (ese era el problema) aprovecharon mejor los estudios que los alumnos actuales (y eso lo va a certificar el 90% de los profesores de secundaria y universidad). Todas las teorías educativas triunfantes hasta el momento (la significatividad, ésta me hace mucha gracia, ¿cómo va un alumno de secundaria a insertar dentro de sus propios conocimientos los nuevos, si de partida no tiene conocimientos, puesto que no ha memorizado, es decir, entendido, nada?) no han pasado la "prueba del algodón", pues tenemos jóvenes más violentos, más indisciplinados, más egoístas, más incultos, y, por todo ello, más débiles y fácilmente moldeables por los poderes establecidos (políticos y económicos). Por supuesto que tenemos también muchísimos chavales válidos, pero eso no nos debe cerrar los ojos ante el altísimo porcentaje que fracasa como estudiante y como ciudadano.
Se decía que no se plantean alternativas válidas. Yo propongo dos cosas:
1. Que las administraciones educativas no empeoren las cosas, que se estén quietecitos porque cada vez que toman decisiones las cosas van a peor, y empiecen a escuchar a los que están cerca del alumnado, y a los alumnos en sí, no para hacerles caso en todo, sino para diagnosticar los problemas y aprender de ellos, sin prejuicios y con realismo.
2. Tomar conciencia de que el problema no está en el sistema educativo, o, al menos, el sistema educativo no constituye el lugar donde comenzar a solucionarlo, puesto que el problema está inserto en la sociedad en general, y hasta que no empiece a cambiar ahí, nada que se haga en las escuelas e institutos va a resultar.
Es la sociedad la que tiene que cambiar, valorando la cultura y la formación como algo inherentemente valioso, y no de una forma utilitarista; tomando conciencia de que en la formación de los jóvenes estamos todos comprometidos y nos va nuestro futuro en ello. El flujo de información, los contenidos tanto conceptuales como actitudinales, que nosotros les enseñamos en las 30 horas que pasan en los centros resultan ridículos comparados con lo que les suministran en su casa, en la tv, en la música, en el cine, en los videojuegos, etc. Estamos ante unas generaciones educadas por entes anónimos que sólo los ven como consumidores, y que lo único que quieren sacar de ellos es eso, consumo. Sus padres o no quieren, o no pueden (los más, pasan poco tiempo en casa porque no tienen más remedio qeu tabajar) vigilar toda la educación de sus hijos, y los centros, por mucho que quieran, no pueden competir con las influencias que reciben del exterior. Finalmente, la frustración que el fracaso educativo provoca en la sociedad (padres, políticos, etc.) la pagan lo docentes, víctimas de continuos reproches y vaivenes psico-pedagógicos y administrativos. Sinceramente, a pesar del gran papel que jugamos, pienso que frecuentemente remamos contracorriente, y jamás llegaremos a la orilla sin ayuda.
No eximo de responsabilidad a los docentes, al revés, creo que nuestra primera responsabilidad es gritar a los cuatro vientos esto que he dicho, y es que educadores somos todos. Por supuesto, seguir mejorando en nuestro trabajo, pero sin pensar que ninguna reforma educativa ni ninguna teoría predominante (ahora se llevan las "respuestas inclusivas") va a ser la panacea. Hasta que eso no se grabe a fuego en la mente de todos, no habrá solución posible.
Pd: soy el autor del texto original, que podéis encontrar en mi blog increiblebleble.blogspot.com, y llevo siete años como profesor de secundaria en distintos centros de Castilla La Mancha.
Segunda Pd: sobre la valoración de la formación y la cultura en nuesta sociedad, más de un alumno que ha abandonado sus estudios sin titular en la ESO, tras unos meses, nos ha ido a visitar jactándose de que ganaba el doble que nosotros, por muchos estudios que tuviésemos. Ahora, eso sí, más de uno está sin empleo, porque con la crisis de la construcción, y sin saber hacer la o con un canuto, a ver dónde se colocan. Los trabajos menos cualificados estaban (están a menudo aún hoy, a pesar dela "crisis") mejor remunerados que los cualificados, y eso no habla bien de nuestro sistema laboral, ni de nuestra sociedad. Menos aún cuando los títulos, y, por ende, la formación y la cultura, se ven sólo como entradas de acceso al mundo laboral (si no facilitan el acceso al "dinero", no valen para nada), y no como construcción personal y social.
Por último, gracias a los que habéis formado el debate, que siempre es enriquecedor (o, al menos, entretenido... es broma, siempre se aprende).