Acerca de que la confusión entre atribuciones legislativas y/o constituyentes sea "solo un tecnicismo legal", hay que señalar que no es solo eso, o mejor dicho, las consecuencias prácticas de esa distinción no son asunto baladí. La Convocatoria de elecciones a cortes constituyentes, o sea, justo lo que no se hizo, hubiera exigido que los partidos políticos expusieran públicamente su proyecto de constitución, su postura sobre la forma de estado (república o monarquía), forma de gobierno (parlamentaria o presidencialista), sistema electoral (mayoritario o proporcional) o sistema de organización territorial (centralista o federalista). Nada de eso se hizo, precisamente porque al tratarse de elecciones legislativas los partidos no tenían necesidad de pronunciarse públicamente sobre cuestiones de naturaleza constituyente. Podrían haberlo hecho en cualquier caso, pero no lo hicieron. Los votantes del PSOE no podían saber si su partido iba a aceptar la monarquía o no y menos aun el cambalache de aceptarla a cambio de imponer el sistema proporcional, que es lo que realmente se hizo. Los votantes del PCE podían ser, en conciencia, muy republicanos, pero ya su partido había pactado con quien tenía que hacerlo la aceptación de la monarquía
Cuando una asamblea legislativa se atribuye poderes constituyentes sin pasar antes por la disolución y convocatoria de nuevas elecciones, la consecuencia práctica es la falta debate público sobre cuestiones de naturaleza constituyente como las que he señalado: todo se resuelve en reuniones de despacho entre dirigentes (el famoso sentido conspiratorio de la acción propia de la clase política) y después se presenta un proyecto cerrado que, en efecto, se somete a refrendo. Pero el pueblo no está ejerciendo poder constituyente alguno cuando solo se le da la oportunidad de refrendar. Esa ha sido la realidad de la Transición. El refrendo de decisiones tomadas de consuno por la clase política franquista y la oposición "democrática" a la dictadura. "La Constitución que nos hemos dado", como se dice con formula mentirosa y manipuladora. Eso no es democracia. Todo lo demás son cuentos para niños. No hay que tener miedo a describir la realidad como es. Hemos mejorado con respecto al franquismo porque tenemos un sistema de libertades públicas nada desdeñable. Pero la democracia es otra cosa. Seamos precisos en los términos, aunque solo sea por estética.
Lo indecente es el escaso rigor que se exigen a si mismos los que depositan su fe en la "democracia". Ya era lo que faltaba que fuese el atentado de ETA lo que nos hiciera ir a las urnas. ¿Tan escaso es el criterio? ¿Desde cuando los votos han servido para defenderse de los pistoleros?. Hay razones poderosas para la abstención y nada tienen que ver con el terrorismo
Si votas no te quejes, sabia consigna anarquista. Los no anarquistas tenemos mucho que aprender de los anarquistas, aunque nunca lleguemos a ser anarquistas, ni falta que hace. Votar no es más que confirmar y legitimar un sistema en el que los partidos políticos han robado al electorado un poder de decisión que legítimamente le correspondería. Son los electores, con su voto, y no los partidos a través del parlamento, los que tienen que legitimar a los gobiernos. Por eso exijo que votemos directamente al jefe del poder ejecutivo, al igual que votamos al poder legislativo. La separación de poderes ha de producirse ya en las urnas, de lo contrario estamos condenados a una falta de transparencia, veremos la eterna función de los pactos poselectorales que se avecina. La democracia norteamericana, con todos sus vicios y defectos, nos gana en una cosa: la republica presidencialista tiene potencialidades mucho mayores que nuestro parlamentarismo para un efectivo control del poder. Reclamo lo mismo para España. Entretanto, por supuesto, me abstengo. También por razones estéticas, pues participar en la grotesca función de las campañas electorales, "fiesta democrática de las votaciones", etc, rebaja la dignidad de un pueblo que es tratado por los políticos con gran desprecio.
Sugiero que en lugar de enzarzarnos en la discusión sobre el sistema electoral apuntemos un poco más alto: propugnemos una verdadera división de poderes entre Ejecutivo y Legislativo de forma tal que tanto uno como otro se elijan en procesos electorales independientes. Al menos así nos ahorraríamos el trance de unos pactos de gobernabilidad decididos después de las elecciones y por la soberana y sacrosanta voluntad de los jefes de los partidos políticos. No hay que inventar nada: este problema lo tiene resuelto la constitución de los EE UU desde hace más de doscientos años: allí hay una república presidencialista y consecuentemente una verdadera separación entre Ejecutivo y Legislativo, primer requisito para empezar a hablar de democracia. Una vez resuelta esta cuestión de los pactos de gobernabilidad, es decir, una vez suprimidos estos aspectos por medio de una república presidencialista, podemos empezar a pensar en arreglar nuestro sistema electoral para el Congreso: por ejemplo, mediante distritos uninominales con mayoría absoluta a doble vuelta Al menos así existiría una cámara verdaderamente representativa. Una cosa es la proporcionalidad y otra la representatividad. Un sistema electoral puede alcanzar la perfección en proporcionalidad, y en virtud de la falta de separación de poderes no haber democracia en absoluto. En España me temo que estamos dando vueltas y vueltas alrededor de la misma cuestión, en círculos, volviendo siempre al mismo punto, porque no queremos mirar hacia fuera y buscar no tanto soluciones aritméticas como soluciones propias del Derecho Constitucional. Y para eso más valdría aprender de los norteamericanos. O de los franceses. Incluso de los ingleses
Aceca del comentario de Antoniomadrid sobre la necesidad de votar para tener derecho a quejarse (¿quien ha dicho eso? ¿desde cuando el derecho a la libertad de expresión está previamente condicionado al ejercicio del voto? ¿desde cuando un derecho depende del otro?) yo sugiero precisamente todo lo contario: Si votas no te quejes.
Es lamentable que los adultos tropecemos cincuenta veces en la misma piedra, votando, y cincuenta veces nos quejemos. ¿Esto no les da que pensar? Suscribo el artículo. Un sistema en el que los partidos políticos han acaparado un poder literalmente usurpado a los votantes se legitima precisamente votando: reafirmando así nuestro visto bueno al poder que los partidos acaparan. Y como de los que se trata es de deslegitimar ese sistema, lo procedente es no votar
No es aceptable un sistema de organización territorial que reconozca el derecho a la secesión de las partes. ¿Existe algún estado que lo haya hecho? En todo caso, una confederación, que se forma para un fin concreto y puede disolverse consumado ese fin. Pero no una nación: sostener lo contrario es sostener un concepto de las naciones como "proyecto", muy orteguiano y aparentemente democrático, pero un mito, muy del gusto del fascismo, por cierto. De lo que se trata es precisamente de implantar mecanismos que tiendan a frenar la tendencia secesionista de las partes. A menos que estemos dispuestos a caer en la concepción de Renan de la nación como "plebisicto diario": una nación que aceptase semejante servidumbre estaría condenada a una inestabilidad perpetua y jamás llegaría a constituirse del todo. Zapatero sabe bien que está reconociendo un derecho que ningún Estado podría aceptar.
Cuando una asamblea legislativa se atribuye poderes constituyentes sin pasar antes por la disolución y convocatoria de nuevas elecciones, la consecuencia práctica es la falta debate público sobre cuestiones de naturaleza constituyente como las que he señalado: todo se resuelve en reuniones de despacho entre dirigentes (el famoso sentido conspiratorio de la acción propia de la clase política) y después se presenta un proyecto cerrado que, en efecto, se somete a refrendo. Pero el pueblo no está ejerciendo poder constituyente alguno cuando solo se le da la oportunidad de refrendar. Esa ha sido la realidad de la Transición. El refrendo de decisiones tomadas de consuno por la clase política franquista y la oposición "democrática" a la dictadura. "La Constitución que nos hemos dado", como se dice con formula mentirosa y manipuladora. Eso no es democracia. Todo lo demás son cuentos para niños. No hay que tener miedo a describir la realidad como es. Hemos mejorado con respecto al franquismo porque tenemos un sistema de libertades públicas nada desdeñable. Pero la democracia es otra cosa. Seamos precisos en los términos, aunque solo sea por estética.