#159 Lo que no lleva tanto tiempo es la maldita jungla en la que se ha convertido la ciudad.
En serio, Barcelona necesita urgentemente una política de choque (y no solo desde el Ayuntamiento, también Generalitat) en materia de seguridad ciudadana.
La impresión de tiradas abundantes y la venta o distribución de material impreso son considerados "delitos por el Código Penal vigente, que junto a la Ley 88 continúan siendo las dos normas más peligrosas para el ejercicio de las libertades de expresión, información y prensa", subraya el informe.
Mientras que "la Ley de Asociaciones y las normas que regulan el trabajo por cuenta propia y la actividad económica del país continúan ignorando o prohibiendo cualquier intento de legalización y sustentabilidad financiera de los medios de comunicación".
#4 La gracia es que cuando un sistema socialista fracasa, la excusa que te pone gente como #3 es que no les han dejado comerciar con un país capitalista!
#2 Madrid está intervenida porque su Consistorio es incapaz de presentar unas cuentas ajustadas a la ley. Paraliza operaciones en función de su importancia: cuanto más importantes, más paralizadas. Prefiere renombrar el callejero a proyectar calles nuevas. Hipoteca el futuro al rastreo simbólico del pasado y se apropia de causas y orgullos implantados y financiados por alcaldes previos. Recorta la deuda porque no sabe ejecutar el presupuesto si no es comprando ladrillo. Y no ha hecho en suma nada recordable porque antes siquiera de planteárselo debe armonizar las pintorescas militancias de las doce tribus de disidentes del frente judaico popular que integran su sigla.
Pero a ningún periodista sensato se le ocurriría inquirir a la alcaldesa por asuntos tan desagradablemente fácticos.
A doña Manuela no se la juzga por sus hechos, ni siquiera por sus dichos, sino por su ser. Solo un desalmado criticaría a una servidora del pueblo, buena cocinera y mejor persona.
Esta es la verdadera revolución del populismo en el poder. Parecerá que ha escapado de la posada de un belén, pero Carmena es el producto de vanguardia de un tiempo identitario en que la expectativa del votante-fan no la satisface la gestión, sino la representación. La capacidad de un candidato para encarnar aspiraciones éticas y estéticas, pero no genuinamente políticas, cuyo argumento siempre es para adultos porque incluye la contradicción y el desencanto. A los políticos antiguos se les hacía responsables del cumplimiento de sus promesas; a los nuevos se les exige que sigan siendo lo que son, o como mínimo lo que parecen, aunque no hagan nada en absoluto. Así es como aniñamos la democracia. Y a un niño no se le priva de su abuelita.
Es la equidistancia, en definitiva, la que ha permitido que un cadáver del siglo XIX en pleno siglo XXI, el último nacionalismo abiertamente insolidario de Europa (los escoceses son más pobres que los ingleses), lleve gobernando Cataluña cuarenta años.
Y ahí anda hoy el nacionalismo: luchando contra el ectoplasma de Franco mientras el resto del mundo tiene que buscar la palabra Cataluña en la Wikipedia para saber quién es esta gente que en pleno 2017 sigue considerándose más alta, más guapa y más lista que sus vecinos.
Visto el estrepitoso fracaso de cuarenta años de equidistancia en Cataluña, ¿qué tal si probamos una táctica diferente? Digamos la ley.
#1 Si el PIB se ha recuperado, ¿por qué no se nota tanto?
La economía ha restablecido los niveles previos a la crisis, pero la renta disponible de los hogares tardará más en recobrarse.
Aunque se ha recobrado la producción, hay una parte que se exporta y no se consume en España. Lo que contribuye a que no se sienta el mismo grado de bienestar. “Si el PIB era 100 en 2008, la demanda entonces era el 109,6%, y eso generaba un déficit con el exterior del 9,6% del PIB. En cambio, ahora la demanda es el 97,9%. El consumo es mucho menor. Antes el consumo y la inversión de los hogares no se correspondían con lo que se producía y eso se pagaba con cargo a deuda”.
En vez de estar jugando en día laborable de turismo en el Congreso, podría estar trabajando para los ciudadanos de su municipio (que es para lo que le pagan el sueldo).
En serio, Barcelona necesita urgentemente una política de choque (y no solo desde el Ayuntamiento, también Generalitat) en materia de seguridad ciudadana.