Jo-der con el nivel de empatía de los comentarios que leo por aquí. Desde luego, el voight-kampff lo iban a pasar poquitos, pero poquitos. Y por los pelos .
Cuando era cría (debería tener más o menos, menos que más, la edad de ese niño) una de las diversiones estrella junto con mi hermana y mis tres primos era, durante las interminables charlas de los mayores, jugar a lanzar coches desde la ventana de la habitación de mi primo, que tenía mi misma edad. No coches como la mayoría de los que se venden hoy en día, que son puro plástico, no; coches metálicos, que pesaban un huevo y la yema del otro. Resulta que mi primo ya se "hacía mayor" y le iba sobrando tanto coche: era más divertido lanzarlo por la ventana a ver quién tenía la puntería suficiente para acertar a uno de los coches "de verdad" que pasaban por la calle ancha que había debajo.
Mis primos vivían en un séptimo piso.
Por suerte, éramos demasiado pequeños como para tener en cuenta la aceleración, la gravedad y todas aquellas cosas cuando avistábamos un objetivo porque, de lo contrario, hubiera sucedido una desgracia. Con todo y con eso, recuerdo una tarde en la que acertamos al primer (y, hasta donde recuerdo) único vehículo: el impacto fue brutal, el coche paró desconcertado y, al ver que le había dado a la chapa (gracias a Dios que no le dio a ninguna luna) siguió su camino.
Ignoro si a mis primos y mi hermana se les puso el carnet de padre/madre en la garganta igual que me sucedió a mí… Jamás hablamos de ellos. Hasta donde recuerdo, tampoco volvimos a lanzar ningún coche por la ventana.
Lo que quiero ilustrar con esta oportuna y ejemplificante anécdota personal es que, salvo excepciones 8también hay mucho hijoputa menor de edad) la mayoría de desgracias de este tipo pasan porque los niños son eso, niños, y a veces no son conscientes de sus actos, o no los ven en toda su magnitud, o no calculan las consecuencias, o…
Gracias a los dioses no pasó nada, pero os aseguro que, de haber pasado algo aquella tarde, a los cuatro se nos hubiera caído el pelo y a día de hoy iríamos con peluca todavía. Hace más de 20 años no existía internet (en nuestra casa al menos), ni se colgaban barbaridades en Youtube, ni nuestros padres (ninguno de ellos, eso lo puedo asegurar) eran permisivos, ni laxos, ni escatimaban en disciplina. Soy de la generación del "si el profe te regaña algo habrás hecho" de las semanas enteras sin ver V o Dragones y Mazmorras por alguna travesura gorda, de la colleja voladora por contestar una impertinencia o meterme en las conversaciones de los adultos. De la generación posterior a la zapatilla de mamá y a la correa presta de papá.
Y, con todo eso, a punto estuve de ser agente (más o menos directo) de una desgracia. Por una tontería, una chiquillada, una inconsciencia.
Me sabe fatal por el señor (65 años es demasiado pronto para irse de este mundo), por su familia, por lo absurdo de su muerte. Me sabe fatal también por el niño… La ha cagado, y la ha cagado tanto que le va a pesar de por vida (me vienen a la cabeza las dos adolescentes aquellas que se fugaron para irse de aventuras con el ISIS, mira tú por donde). Pero lo que verdaderamente me ha helado la sangre en las venas, como he dicho al principio de mi comentario, es el jaez de muchos comentarios que he leído en este hilo.
Y ojo, que cada uno somos muy libres de pensar lo que nos apetezca. Pero vaya tela.
Jo-der con el nivel de empatía de los comentarios que leo por aquí. Desde luego, el voight-kampff lo iban a pasar poquitos, pero poquitos. Y por los pelos .
Cuando era cría (debería tener más o menos, menos que más, la edad de ese niño) una de las diversiones estrella junto con mi hermana y mis tres primos era, durante las interminables charlas de los mayores, jugar a lanzar coches desde la ventana de la habitación de mi primo, que tenía mi misma edad. No coches como la mayoría de los que se venden hoy en día, que son puro plástico, no; coches metálicos, que pesaban un huevo y la yema del otro. Resulta que mi primo ya se "hacía mayor" y le iba sobrando tanto coche: era más divertido lanzarlo por la ventana a ver quién tenía la puntería suficiente para acertar a uno de los coches "de verdad" que pasaban por la calle ancha que había debajo.
Mis primos vivían en un séptimo piso.
Por suerte, éramos demasiado pequeños como para tener en cuenta la aceleración, la gravedad y todas aquellas cosas cuando avistábamos un objetivo porque, de lo contrario, hubiera sucedido una desgracia. Con todo y con eso, recuerdo una tarde en la que acertamos al primer (y, hasta donde recuerdo) único vehículo: el impacto fue brutal, el coche paró desconcertado y, al ver que le había dado a la chapa (gracias a Dios que no le dio a ninguna luna) siguió su camino.
Ignoro si a mis primos y mi hermana se les puso el carnet de padre/madre en la garganta igual que me sucedió a mí… Jamás hablamos de ellos. Hasta donde recuerdo, tampoco volvimos a lanzar ningún coche por la ventana.
Lo que quiero ilustrar con esta oportuna y ejemplificante anécdota personal es que, salvo excepciones 8también hay mucho hijoputa menor de edad) la mayoría de desgracias de este tipo pasan porque los niños son eso, niños, y a veces no son conscientes de sus actos, o no los ven en toda su magnitud, o no calculan las consecuencias, o…
Gracias a los dioses no pasó nada, pero os aseguro que, de haber pasado algo aquella tarde, a los cuatro se nos hubiera caído el pelo y a día de hoy iríamos con peluca todavía. Hace más de 20 años no existía internet (en nuestra casa al menos), ni se colgaban barbaridades en Youtube, ni nuestros padres (ninguno de ellos, eso lo puedo asegurar) eran permisivos, ni laxos, ni escatimaban en disciplina. Soy de la generación del "si el profe te regaña algo habrás hecho" de las semanas enteras sin ver V o Dragones y Mazmorras por alguna travesura gorda, de la colleja voladora por contestar una impertinencia o meterme en las conversaciones de los adultos. De la generación posterior a la zapatilla de mamá y a la correa presta de papá.
Y, con todo eso, a punto estuve de ser agente (más o menos directo) de una desgracia. Por una tontería, una chiquillada, una inconsciencia.
Me sabe fatal por el señor (65 años es demasiado pronto para irse de este mundo), por su familia, por lo absurdo de su muerte. Me sabe fatal también por el niño… La ha cagado, y la ha cagado tanto que le va a pesar de por vida (me vienen a la cabeza las dos adolescentes aquellas que se fugaron para irse de aventuras con el ISIS, mira tú por donde). Pero lo que verdaderamente me ha helado la sangre en las venas, como he dicho al principio de mi comentario, es el jaez de muchos comentarios que he leído en este hilo.
Y ojo, que cada uno somos muy libres de pensar lo que nos apetezca. Pero vaya tela.