Cualquiera que se preocupe por averiguar cómo es la vida de un investigador sabrá que no tienen horarios. Trabajan para sí mismos, y por lo tanto bien pueden estar durmiendo a las 11 de la mañana como trabajando a las 4 de la madrugada. Atacar a un investigador "por no haber trabajado las 40 horas semanales que le tocan" es absurdo. Habrá semanas que trabaje 20 y semanas que trabaje 60, siendo estas horas tanto en su despacho como en su casa. Del mismo modo, abrir expediente por "incurrir en incompatibilidades" es bastante llamativo, especialmente tenido en cuenta la cantidad de profesores universitarios que tienen actividades económicas paralelas.