Ocho millones de personas son muchas personas juntas. Si todas esas personas decidieran juntas ir al fútbol, llenarían el césped de 300 estadios. Si te los imaginas de pie, muy juntos unos a otros, ondeando banderas bicolor, coreando viva el papa o viva españa, orquestando contra la igualdad, desgañitándose con insultos a sus nosemejantes, me empieza dar que pensar la imagen. Me da que pensar y, si lo pienso aún más, me empieza a dar miedo. Ocho millones de personas han elegido a la derecha estas elecciones. Hay ocho millones de españoles intolerantes, xenófobos, homófobos, religiosos, muchos opusinos, monárquicos, conservadores y patriotistas. Hay ocho millones de españoles a los que tres cojones les importan los que no son iguales a ellos. Ocho millones de españoles y ya no se puede entender nada. Me hago una pregunta sencilla, una pregunta básica, una pregunta de niños. ¿Cómo voy a entender que a estas alturas de los tiempos haya más malos que buenos?, ¿es eso lógico?, ¿cómo se puede entender que los españoles de más de dieciocho años queramos confiarnos a un partido que recortará lo social, lo cultural, que otorgará privilegios a los que más tienen, que olvidará a los obreros, a los artistas, a los inmigrantes, a la gente sin recursos, que obviará las subvenciones y las becas y las ayudas, que expulsará a inmigrantes y que recortará libertades?
Siempre ganan los malos, qué tristeza.
Hoy me levanto con desazón, desesperanza y cabreo pero seguiré reflexionando los 364 días del año (me daré descanso la anacrónica jornada de reflexión) para asumir que hemos confiado en candidatos imputados por delitos graves, para asumir que no hemos sido valientes, asumir que no hemos sido maduros, que hemos castigado a un partido por acercarse a la derecha votando masivamente a otro partido de derechas. Si nos hemos quejado de josé luis ayudando a los bancos y permitiendo que las grandes empresas con beneficios despidan a sus trabajadores, si nos hemos quejado de que nos hayan mentido, de que nos hayan tratado sin respeto, imaginemos seriamente lo mucho que nos queda aún por quejarnos con el pp gobernando. No hemos mirado más allá del bipartidismo y éste será nuestro real castigo, el castigo a nosotros mismos.
Ya lo dije en algún post anterior y me tomo la licencia de repetirlo hoy, agárrense los machos porque no hemos reaccionado. La que nos espera.
Ocho millones de personas son muchas personas juntas. Si todas esas personas decidieran juntas ir al fútbol, llenarían el césped de 300 estadios. Si te los imaginas de pie, muy juntos unos a otros, ondeando banderas bicolor, coreando viva el papa o viva españa, orquestando contra la igualdad, desgañitándose con insultos a sus nosemejantes, me empieza dar que pensar la imagen. Me da que pensar y, si lo pienso aún más, me empieza a dar miedo. Ocho millones de personas han elegido a la derecha estas elecciones. Hay ocho millones de españoles intolerantes, xenófobos, homófobos, religiosos, muchos opusinos, monárquicos, conservadores y patriotistas. Hay ocho millones de españoles a los que tres cojones les importan los que no son iguales a ellos. Ocho millones de españoles y ya no se puede entender nada. Me hago una pregunta sencilla, una pregunta básica, una pregunta de niños. ¿Cómo voy a entender que a estas alturas de los tiempos haya más malos que buenos?, ¿es eso lógico?, ¿cómo se puede entender que los españoles de más de dieciocho años queramos confiarnos a un partido que recortará lo social, lo cultural, que otorgará privilegios a los que más tienen, que olvidará a los obreros, a los artistas, a los inmigrantes, a la gente sin recursos, que obviará las subvenciones y las becas y las ayudas, que expulsará a inmigrantes y que recortará libertades?
Siempre ganan los malos, qué tristeza.
Hoy me levanto con desazón, desesperanza y cabreo pero seguiré reflexionando los 364 días del año (me daré descanso la anacrónica jornada de reflexión) para asumir que hemos confiado en candidatos imputados por delitos graves, para asumir que no hemos sido valientes, asumir que no hemos sido maduros, que hemos castigado a un partido por acercarse a la derecha votando masivamente a otro partido de derechas. Si nos hemos quejado de josé luis ayudando a los bancos y permitiendo que las grandes empresas con beneficios despidan a sus trabajadores, si nos hemos quejado de que nos hayan mentido, de que nos hayan tratado sin respeto, imaginemos seriamente lo mucho que nos queda aún por quejarnos con el pp gobernando. No hemos mirado más allá del bipartidismo y éste será nuestro real castigo, el castigo a nosotros mismos.
Ya lo dije en algún post anterior y me tomo la licencia de repetirlo hoy, agárrense los machos porque no hemos reaccionado. La que nos espera.
Ocho millones de personas son muchas personas juntas. Si todas esas personas decidieran juntas ir al fútbol, llenarían el césped de 300 estadios. Si te los imaginas de pie, muy juntos unos a otros, ondeando banderas bicolor, coreando viva el papa o viva españa, orquestando contra la igualdad, desgañitándose con insultos a sus nosemejantes, me empieza dar que pensar la imagen. Me da que pensar y, si lo pienso aún más, me empieza a dar miedo. Ocho millones de personas han elegido a la derecha estas elecciones. Hay ocho millones de españoles intolerantes, xenófobos, homófobos, religiosos, muchos opusinos, monárquicos, conservadores y patriotistas. Hay ocho millones de españoles a los que tres cojones les importan los que no son iguales a ellos. Ocho millones de españoles y ya no se puede entender nada. Me hago una pregunta sencilla, una pregunta básica, una pregunta de niños. ¿Cómo voy a entender que a estas alturas de los tiempos haya más malos que buenos?, ¿es eso lógico?, ¿cómo se puede entender que los españoles de más de dieciocho años queramos confiarnos a un partido que recortará lo social, lo cultural, que otorgará privilegios a los que más tienen, que olvidará a los obreros, a los artistas, a los inmigrantes, a la gente sin recursos, que obviará las subvenciones y las becas y las ayudas, que expulsará a inmigrantes y que recortará libertades?
Siempre ganan los malos, qué tristeza.
Hoy me levanto con desazón, desesperanza y cabreo pero seguiré reflexionando los 364 días del año (me daré descanso la anacrónica jornada de reflexión) para asumir que hemos confiado en candidatos imputados por delitos graves, para asumir que no hemos sido valientes, asumir que no hemos sido maduros, que hemos castigado a un partido por acercarse a la derecha votando masivamente a otro partido de derechas. Si nos hemos quejado de josé luis ayudando a los bancos y permitiendo que las grandes empresas con beneficios despidan a sus trabajadores, si nos hemos quejado de que nos hayan mentido, de que nos hayan tratado sin respeto, imaginemos seriamente lo mucho que nos queda aún por quejarnos con el pp gobernando. No hemos mirado más allá del bipartidismo y éste será nuestro real castigo, el castigo a nosotros mismos.
Ya lo dije en algún post anterior y me tomo la licencia de repetirlo hoy, agárrense los machos porque no hemos reaccionado. La que nos espera.
Si decidiera empezar con esta frase, estoy hasta los cojones, estaría asumiendo cuatro matices. Uno, empezaría este texto de manera dura, agresiva, popular. Dos, no me ajustaría del todo a la verdad porque, pensándolo fríamente, me descubro estando hasta un poco más allá, estoy en los límites de la impotencia, de la desesperación y, me atrevo a decir, de la casi tristeza. Tres, no estaría en absoluto exagerando. Cuatro, qué fea frase para empezar.
Pero la elijo. Permitidme, entonces, decir estoy hasta los cojones. Porque por supuesto que se ajusta a la realidad estar así cuando sabes muchas cosas. Cuando sabes que la mitad de todo un país al encender la televisión aprieta el botón 5 de su mando a distancia; cuando los índices de despidos en los medios de comunicación del mismo país están alcanzando cifras históricas; cuando lees en la prensa que se están ultimando fichajes televisivos millonarios con individuos que no saben la diferencia que existe entre un toro y un regidor; cuando los directivos de esos medios, amparados por nuevas reformas laborales, siguen enriqueciéndose a costa de más despidos; cuando se cierran canales de información y se abren canales de desinformación. Cuando vive el morbo por encima de la honestidad. Cuando nuestro ministerio de cultura (en minúsculas) decide no apoyar más proyectos de cine para televisión y cuando, en paralelo, se recortan las libertades con leyes retrógradas, hipócritas e incongruentes gracias a sindes y compañías. Cuando da igual todo hasta tal punto.
Porque, al margen de esas ayudas (en forma de lagunas jurídicas o errores del sistema) a pederastas y asesinos confesos, al margen (muy al margen) de esas engrosadas ayudas económicas a instituciones intolerantes y sectarias con curas al frente, al margen de permitir indecentes políticos corruptos en las cúpulas de poder, al margen de que existan horcajos, garcías serranos y otros especímenes financiados por la comunidad de Madrid, al margen de todo eso y mucho más, digo yo, y sólo es mi humilde opinión, que deberían también existir ayudas de las de verdad a gente honesta, a gente ilusionada, a esa gente que vive fabricando sueños (te copio, Álex de la Iglesia con mayúsculas esta vez), a gente luchadora que intenta tirar hacia delante con lo poco que tiene, a nuestros profesionales, a nuestros emprendedores, a las gentes de la calle.
Últimamente siempre me estoy quejando, perdonadme, pero es que creo que Celaya (también con mayúsculas) tenía gran parte de razón al afirmar que la poesía es un arma cargada de futuro. Tengamos o no dotes de poetas, tengamos la palabra, en nuestra mano está.
Y me permito ya la licencia de acabar del mismo modo agresivo, duro y popular. Del mismo modo feo que he empezado estas letras, agárrense los machos si no reaccionamos.
Si decidiera empezar con esta frase, estoy hasta los cojones, estaría asumiendo cuatro matices. Uno, empezaría este texto de manera dura, agresiva, popular. Dos, no me ajustaría del todo a la verdad porque, pensándolo fríamente, me descubro estando hasta un poco más allá, estoy en los límites de la impotencia, de la desesperación y, me atrevo a decir, de la casi tristeza. Tres, no estaría en absoluto exagerando. Cuatro, qué fea frase para empezar.
Pero la elijo. Permitidme, entonces, decir estoy hasta los cojones. Porque por supuesto que se ajusta a la realidad estar así cuando sabes muchas cosas. Cuando sabes que la mitad de todo un país al encender la televisión aprieta el botón 5 de su mando a distancia; cuando los índices de despidos en los medios de comunicación del mismo país están alcanzando cifras históricas; cuando lees en la prensa que se están ultimando fichajes televisivos millonarios con individuos que no saben la diferencia que existe entre un toro y un regidor; cuando los directivos de esos medios, amparados por nuevas reformas laborales, siguen enriqueciéndose a costa de más despidos; cuando se cierran canales de información y se abren canales de desinformación. Cuando vive el morbo por encima de la honestidad. Cuando nuestro ministerio de cultura (en minúsculas) decide no apoyar más proyectos de cine para televisión y cuando, en paralelo, se recortan las libertades con leyes retrógradas, hipócritas e incongruentes gracias a sindes y compañías. Cuando da igual todo hasta tal punto.
Porque, al margen de esas ayudas (en forma de lagunas jurídicas o errores del sistema) a pederastas y asesinos confesos, al margen (muy al margen) de esas engrosadas ayudas económicas a instituciones intolerantes y sectarias con curas al frente, al margen de permitir indecentes políticos corruptos en las cúpulas de poder, al margen de que existan horcajos, garcías serranos y otros especímenes financiados por la comunidad de Madrid, al margen de todo eso y mucho más, digo yo, y sólo es mi humilde opinión, que deberían también existir ayudas de las de verdad a gente honesta, a gente ilusionada, a esa gente que vive fabricando sueños (te copio, Álex de la Iglesia con mayúsculas esta vez), a gente luchadora que intenta tirar hacia delante con lo poco que tiene, a nuestros profesionales, a nuestros emprendedores, a las gentes de la calle.
Últimamente siempre me estoy quejando, perdonadme, pero es que creo que Celaya (también con mayúsculas) tenía gran parte de razón al afirmar que la poesía es un arma cargada de futuro. Tengamos o no dotes de poetas, tengamos la palabra, en nuestra mano está.
Y me permito ya la licencia de acabar del mismo modo agresivo, duro y popular. Del mismo modo feo que he empezado estas letras, agárrense los machos si no reaccionamos.
Si decidiera empezar con esta frase, estoy hasta los cojones, estaría asumiendo cuatro matices. Uno, empezaría este texto de manera dura, agresiva, popular. Dos, no me ajustaría del todo a la verdad porque, pensándolo fríamente, me descubro estando hasta un poco más allá, estoy en los límites de la impotencia, de la desesperación y, me atrevo a decir, de la casi tristeza. Tres, no estaría en absoluto exagerando. Cuatro, qué fea frase para empezar.
Pero la elijo. Permitidme, entonces, decir estoy hasta los cojones. Porque por supuesto que se ajusta a la realidad estar así cuando sabes muchas cosas. Cuando sabes que la mitad de todo un país al encender la televisión aprieta el botón 5 de su mando a distancia; cuando los índices de despidos en los medios de comunicación del mismo país están alcanzando cifras históricas; cuando lees en la prensa que se están ultimando fichajes televisivos millonarios con individuos que no saben la diferencia que existe entre un toro y un regidor; cuando los directivos de esos medios, amparados por nuevas reformas laborales, siguen enriqueciéndose a costa de más despidos; cuando se cierran canales de información y se abren canales de desinformación. Cuando vive el morbo por encima de la honestidad. Cuando nuestro ministerio de cultura (en minúsculas) decide no apoyar más proyectos de cine para televisión y cuando, en paralelo, se recortan las libertades con leyes retrógradas, hipócritas e incongruentes gracias a sindes y compañías. Cuando da igual todo hasta tal punto.
Porque, al margen de esas ayudas (en forma de lagunas jurídicas o errores del sistema) a pederastas y asesinos confesos, al margen (muy al margen) de esas engrosadas ayudas económicas a instituciones intolerantes y sectarias con curas al frente, al margen de permitir indecentes políticos corruptos en las cúpulas de poder, al margen de que existan horcajos, garcías serranos y otros especímenes financiados por la comunidad de Madrid, al margen de todo eso y mucho más, digo yo, y sólo es mi humilde opinión, que deberían también existir ayudas de las de verdad a gente honesta, a gente ilusionada, a esa gente que vive fabricando sueños (te copio, Álex de la Iglesia con mayúsculas esta vez), a gente luchadora que intenta tirar hacia delante con lo poco que tiene, a nuestros profesionales, a nuestros emprendedores, a las gentes de la calle.
Últimamente siempre me estoy quejando, perdonadme, pero es que creo que Celaya (también con mayúsculas) tenía gran parte de razón al afirmar que la poesía es un arma cargada de futuro. Tengamos o no dotes de poetas, tengamos la palabra, en nuestra mano está.
Y me permito ya la licencia de acabar del mismo modo agresivo, duro y popular. Del mismo modo feo que he empezado estas letras, agárrense los machos si no reaccionamos.
Si decidiera empezar con esta frase, estoy hasta los cojones, estaría asumiendo cuatro matices. Uno, empezaría este texto de manera dura, agresiva, popular. Dos, no me ajustaría del todo a la verdad porque, pensándolo fríamente, me descubro estando hasta un poco más allá, estoy en los límites de la impotencia, de la desesperación y, me atrevo a decir, de la casi tristeza. Tres, no estaría en absoluto exagerando. Cuatro, qué fea frase para empezar.
Pero la elijo. Permitidme, entonces, decir estoy hasta los cojones. Porque por supuesto que se ajusta a la realidad estar así cuando sabes muchas cosas. Cuando sabes que la mitad de todo un país al encender la televisión aprieta el botón 5 de su mando a distancia; cuando los índices de despidos en los medios de comunicación del mismo país están alcanzando cifras históricas; cuando lees en la prensa que se están ultimando fichajes televisivos millonarios con individuos que no saben la diferencia que existe entre un toro y un regidor; cuando los directivos de esos medios, amparados por nuevas reformas laborales, siguen enriqueciéndose a costa de más despidos; cuando se cierran canales de información y se abren canales de desinformación. Cuando vive el morbo por encima de la honestidad. Cuando nuestro ministerio de cultura (en minúsculas) decide no apoyar más proyectos de cine para televisión y cuando, en paralelo, se recortan las libertades con leyes retrógradas, hipócritas e incongruentes gracias a sindes y compañías. Cuando da igual todo hasta tal punto.
Porque, al margen de esas ayudas (en forma de lagunas jurídicas o errores del sistema) a pederastas y asesinos confesos, al margen (muy al margen) de esas engrosadas ayudas económicas a instituciones intolerantes y sectarias con curas al frente, al margen de permitir indecentes políticos corruptos en las cúpulas de poder, al margen de que existan horcajos, garcías serranos y otros especímenes financiados por la comunidad de Madrid, al margen de todo eso y mucho más, digo yo, y sólo es mi humilde opinión, que deberían también existir ayudas de las de verdad a gente honesta, a gente ilusionada, a esa gente que vive fabricando sueños (te copio, Álex de la Iglesia con mayúsculas esta vez), a gente luchadora que intenta tirar hacia delante con lo poco que tiene, a nuestros profesionales, a nuestros emprendedores, a las gentes de la calle.
Últimamente siempre me estoy quejando, perdonadme, pero es que creo que Celaya (también con mayúsculas) tenía gran parte de razón al afirmar que la poesía es un arma cargada de futuro. Tengamos o no dotes de poetas, tengamos la palabra, en nuestra mano está.
Y me permito ya la licencia de acabar del mismo modo agresivo, duro y popular. Del mismo modo feo que he empezado estas letras, agárrense los machos si no reaccionamos.
Si decidiera empezar con esta frase, estoy hasta los cojones, estaría asumiendo cuatro matices. Uno, empezaría este texto de manera dura, agresiva, popular. Dos, no me ajustaría del todo a la verdad porque, pensándolo fríamente, me descubro estando hasta un poco más allá, estoy en los límites de la impotencia, de la desesperación y, me atrevo a decir, de la casi tristeza. Tres, no estaría en absoluto exagerando. Cuatro, qué fea frase para empezar.
Pero la elijo. Permitidme, entonces, decir estoy hasta los cojones. Porque por supuesto que se ajusta a la realidad estar así cuando sabes muchas cosas. Cuando sabes que la mitad de todo un país al encender la televisión aprieta el botón 5 de su mando a distancia; cuando los índices de despidos en los medios de comunicación del mismo país están alcanzando cifras históricas; cuando lees en la prensa que se están ultimando fichajes televisivos millonarios con individuos que no saben la diferencia que existe entre un toro y un regidor; cuando los directivos de esos medios, amparados por nuevas reformas laborales, siguen enriqueciéndose a costa de más despidos; cuando se cierran canales de información y se abren canales de desinformación. Cuando vive el morbo por encima de la honestidad. Cuando nuestro ministerio de cultura (en minúsculas) decide no apoyar más proyectos de cine para televisión y cuando, en paralelo, se recortan las libertades con leyes retrógradas, hipócritas e incongruentes gracias a sindes y compañías. Cuando da igual todo hasta tal punto.
Porque, al margen de esas ayudas (en forma de lagunas jurídicas o errores del sistema) a pederastas y asesinos confesos, al margen (muy al margen) de esas engrosadas ayudas económicas a instituciones intolerantes y sectarias con curas al frente, al margen de permitir indecentes políticos corruptos en las cúpulas de poder, al margen de que existan horcajos, garcías serranos y otros especímenes financiados por la comunidad de Madrid, al margen de todo eso y mucho más, digo yo, y sólo es mi humilde opinión, que deberían también existir ayudas de las de verdad a gente honesta, a gente ilusionada, a esa gente que vive fabricando sueños (te copio, Álex de la Iglesia con mayúsculas esta vez), a gente luchadora que intenta tirar hacia delante con lo poco que tiene, a nuestros profesionales, a nuestros emprendedores, a las gentes de la calle.
Últimamente siempre me estoy quejando, perdonadme, pero es que creo que Celaya (también con mayúsculas) tenía gran parte de razón al afirmar que la poesía es un arma cargada de futuro. Tengamos o no dotes de poetas, tengamos la palabra, en nuestra mano está.
Y me permito ya la licencia de acabar del mismo modo agresivo, duro y popular. Del mismo modo feo que he empezado estas letras, agárrense los machos si no reaccionamos.
pero, de verdad, alguien me puede decir por qué esta noticia es sensacionalista?? desde luego, de verdad, que pienso que a un poder oculto no le interesa menear según que cosas...
#3 Así es españa... la belén con representación parlamentaria, el muñoz hablando de sus días en la cárcel, emilio rodríguez contando cómo dio esquinazo a la justicia española... en fin, en fin... tenemos lo que merecemos, desde luego
#14 madre mía... si me conocieras... te reirías, querido p11951, un dictador con carrera universitaria...? un dictador en paro? intentando llegar a fin de mes con la prestación por desempleo? en fin, que mi intención no fue decirte donde debes escribir (aunque tus comentarios son dignos de esos portales, no me retracto)
#12 no comments, cierro la partida de este juego absurdo con un absurdo usuario (critícame ahora por haberme rendido o por escribir un comentario tan corto, por escribirte en inglés o por cualquier cosa que pase por tu cabeza)
#10 si ésta es tu única intención, querido p11951, la de votar sistemáticamente noticias que procedan de periódicos, que no panfletos, progresistas, no sería mejor que comentaras en otra serie de foros?... te doy algún ejemplo... hazteoir, forodelafamilia...
Y, por cierto, sí, he necesitado 3 comentarios porque entre uno y otro y otro me he mordido la lengua o mordido mis dedos... y es de sabios contar hasta 10 antes de soltar cualquier improperio...