Al leer el fragmento de A. Dumas me quedé pensando en esos panecillos blancos, esos bolados que yo no conocía: “un líquido espeso y negruzco que parecía un brebaje preparado por alguna bruja de Tesalia. En la misma bandeja había cinco vasos de agua pura y una cesta llena de unos objetos desconocidos para nosotros; eran como panecillos blancos y rosas, de forma alargada […] Probamos el chocolate con la punta de los labios temiendo ver desaparecer, como tantas otras cosas, la ilusión del chocolate español nacida en nuestra infancia. Pero esta vez nuestro temor se disipó rápidamente. El chocolate era excelente”.