Soy de izquierdas por ideología, y nunca me gustó Manuela Carmena. Siempre fue un poco prepotente respecto a ese partido que casi acababa de surgir, Podemos, y al resto de fuerzas integradas en su coalición. Yo tenía dudas sobre su visión de la ciudad, su proyecto, y también sobre el empuje que podría tener una persona tan mayor. Pero veníamos de la lamentable gestión de Ana Botella, su venta de vivienda pública a fondos buitre en que trabajaba su hijo, de parques y jardines en estado salvaje porque nadie se ocupaba de mantenerlos, de calles sucias, bibliotecas abandonadas, y boinas marrones de contaminación sobre el horizonte. Así que la voté, pensando en su grupo, y en que eran, Ahora Madrid, la opción menos continuista de aquella oferta electoral que se nos ofrecía en 2015. Recordemos que Carmena no ganó, pero que la coalición de fuerzas desplazó del poder a la vencedora en votos, Esperanza Aguirre.
Y qué ha ocurrido en Madrid en estos cuatro años. Los titulares de los periódicos pueden hablar de las grandes cosas, reducción de la deuda pública, Madrid Central, las restricciones de tráfico por etiqueta de vehículo según los niveles de contaminación, y Madrid Nuevo Norte, heredero de la operación Chamartín. Ah, sí, otra cosa, las obras de la Gran Vía. Pero ¿se han traducido esas operaciones en el día a día de ciudadanos normales y corrientes como yo? Ya os adelanto que no.
La reducción de la deuda. Ha obsesionado al equipo municipal a tal punto que no ha hecho apenas inversiones. Sí gastaron en la Gran Vía, una obra con enorme expectación y bastante decepcionante. Las aceras, de acuerdo, eran más grandes, pero no se incorporaron bancos -para favorecer a las terrazas de los bares y restaurantes-. Uno va al centro y no puede sentarse más que en el suelo. Esa tendencia la inauguró el PP, estos solo la han seguido. El antiguo Madrid de los cines se ha convertido en un centro comercial al aire libre, plagado de turistas y masificado hasta la naúsea. No sé si un ayuntamiento puede hacer algo para variar esa tendencia, pero desde luego el de Ahora Madrid no lo hizo.
Han hecho los presupuestos participativos, que como idea no estaban mal, pero que te obligaban, para llevar tu propuesta adelante, a convertirte en activista y conseguir cientos o miles de votos de tus vecinos de barrio. Si no tenías capacidad o ganas de hacer eso pero te apetecía hacer llegar una propuesta razonable -en mi caso, un semáforo en la calle adyacente a un colegio por donde los coches pasan a toda pastilla, y por donde cruzo a diario los pasos de cebra con mis hijos- te daban tanto acceso a las concejalías como cualquier otro ayuntamiento anterior: ninguno.
Lo de Madrid Central parecía una buena idea, y sin duda en el mismo centro de la ciudad la contaminación y el tráfico se redujo. ¿Se preguntó alguna vez la alcaldesa qué pasaba en la periferia? Debo decir que no. La pediatra de mis hijos -sanidad pública- me explicó que ellos reciben los niveles de contaminación a diario, y que en nuestro barrio está siempre disparada. Tiene sentido porque tenemos al lado la M-40, pero ¿hay que preocuparse solo del aire limpio en el centro? Muchos hemos tenido la sensación de que Carmena gobernaba para la zona turística, Malasaña y aledaños, pero no para los barrios de fuera de esa zona.
Bajemos un poco más, a lo que un vecino como yo ve en sus calles y en su vida diaria. Tengo un estupendo carril bici hecho por un alcalde que se llamó Manzano, del PP, y ya me jode reconocerle méritos a la derecha. Lo uso a diario para ir a trabajar, y los baches, bordillos sin rebaje, interrupciones, y despintado de la señalización no se han tocado en cuatro años. Doy fe de ello, paso por encima todos los días, y me sé de memoria donde tengo que despegar el culo del sillín para no machacarme las partes, y en qué lugares desviarse para proteger las llantas de mis ruedas. Hubiera sido mucho pedir que una alcadesa que presumía de ir al ayuntamiento en bicicleta le hubiera prestado atención al mantenimiento de ese carril. Incluso a su trazado. Supongo que sí.
Las bibliotecas públicas, que llevaban años sin recibir fondos, han tenido la fiesta de los libros. Muy bien al principio, pero al final la afluencia era masiva y casi, casi, sin sentido. Llegaban muchos volúmenes de editoriales muy menores, que no sabe uno cómo han pasado los criterios de calidad. Los bibliotecarios me contaban que pedían estanterías -ya no tenían dónde poner tanto libro- pero que no las recibieron nunca. A cambio hacían continuos expurgos, y la verdad me he hecho con algunos volúmenes que hubieran merecido compartirse un poco más en la biblioteca pública. Qué desastre para alguien de izquierdas y supuestamente preocupado por la cultura. Libros sí, estanterías no. Quién entiende la política.
Me ha sido difícil entender que los servicios del ayuntamiento no se remunicipalizaran. Carmena nos dijo que no podían deshacerse los contratos. Bien, los parques han mejorado en mantenimiento, y hasta los columpios de los niños -que con Botella pasaron 18 meses rotos y sin reparación- eran mantenidos razonablemente bien. Los hierbajos ya no nos comían, ni se secaban las plantas porque los jardineros subcontratados no sabían, o pasaban. Pero en una ciudad con tanto paro, ¿de veras alguien de IU no podía hacer empresas municipales para cubrir algunos de esos servicios de manera pública? En qué se distingue de la derecha, entonces.
Tampoco he comprendido que la Operación Chamartín la aprobase una alcaldesa de izquierdas. El llamado proyecto de Madrid Nuevo Norte crecerá -si sigue- en un área de la ciudad ya saturada de tráfico, y llenará de rascacielos y viviendas de lujo -me imagino, por la zona en que están-, otro pedazo de esta mega urbe cada vez más invivible. Lo hubiera entendido más si las personas desahuciadas hubieran vuelto a tener, como en tiempos, edificios municipales en que alojarse hasta resolver su situación. Lo mucho que ha desatendido ese tema ha sido lamentable, menos por lo inhumano del asunto, que porque no se ha distinguido Ahora Madrid de anteriores gestores del PP.
Así que en fin, considero la gestión de Carmena decepcionante para quienes somos de izquierdas, porque ha tenido muy poco de socialdemócrata o de defensa de lo público. De todo esto no se hablaría si hubiese ganado ayer. No lo hizo porque el voto de los barrios ricos se movilizó, con participaciones más alta, pero sobre todo porque los izquierdas estábamos más que decepcionados. De lo que pocos se dan cuenta es de que si hubiera ganado por poco, si los acomodados se hubieran quedado en casa, y ella fuera hoy alcaldesa, hubiéramos perdido también. Como veníamos perdiendo estos últimos cuatro años.