Escribe un artículo la señora Almudena donde expresa que a pesar de recibir mucha información sobre la situación de Venezuela, considera que todavía carece de un relato fiable de lo que ocurre en el país caribeño. Pues bien, yo se lo voy a explicar de la manera más sencilla que pueda para que así logre entender lo que pasa.
Luego de que Chávez fuese electo y tomara posesión de su cargo, los precios del barril de petróleo empezaron a subir. En 1998 el precio de la cesta petrolera venezolana era de unos 11 $, en 1999 llegaría a 16 $ el barril y en el 2004 ya se ubicaba en unos 32 $. Los precios seguirían aumentando y para el 2008 estaba la cesta venezolana en 88 $ por barril, pero tendrían un leve descenso en 2009 debido a la crisis financiara.
Ya en 2010 volvería a retomar el pulso alcista y se mantendría entre los 84 $ y 103 $ por barril. Cabe destacar en entre 1999 y 2014 ingresaron al país solo por concepto de vete de petróleo unos 960.589 millones de dólares, es decir 56.500 millones al año, durante 17 años. Como dato comparativo, durante el mandato de Rafael Caldera 1993- 1998 el ingreso anual por venta de petróleo era de unos 15.217 millones al año.
Durante esos años de bonanza el gobierno chavista contó con los medios necesarios para hacer algo con lo que sueñan todos los regímenes de izquierda radical: Destruir el aparato productivo privado y por otro lado, robar a manos llenas. Un ex ministro de Chávez, Jorge Giordani, calculó de manera conservadora que durante ese período de abundancia, aproximadamente se malversaron en entramados de corrupción unos 300.ooo millones de dólares.
Fue entonces durante esos 17 años que Chávez empezó con su campaña contra el emprendimiento privado, sin distinción, pequeñas, medianas y grandes empresas correrían la misma suerte: ser aplastadas bajo la bota de las expropiaciones y las pocas supervivientes, asfixiadas gracias al control cambiario y de precios.
Lejos de lo que cuenta el aparato propagandístico del régimen, las empresas expropiadas o nacionalizadas, lejos de mejorar su productividad simplemente producían a media maquina o dejaban de funcionar. En Venezuela poco a poco se dejaba de producir bienes, pero eso no importaba, para algo se estaba nadando en miles de millones de dólares y lo que se dejaba de producir simplemente se importaba.
No faltaron voces que alertaran de lo que estaba ocurriendo y de la hecatombe que se vería si algún día los precios del petróleo fuesen a la baja y el Estado no contase con el dinero suficiente para hacer frente a las importaciones que eran cada vez más elevadas. Muchos no se daban cuenta, otros si, pero miraban para otro lado pensando que la bonanza petrolera duraría para siempre.
Y ese día en que los precios del petróleo bajaron llegó y en el 2015 la renta anual fue de solo 12.000 millones, empezaba la debacle. Sin capacidad para mantener el ritmo de importaciones, sin capacidad para reactivar el destruido aparato productivo... solo quedaba una opción, el racionamiento. Es entonces cuando empiezan a faltar de todo en Venezuela, alimentos, medicinas, repuestos, etc. También es cuando el gobierno repite hasta el cansancio que la culpa de la situación que viven se debe a los ataques del imperio , es decir, Estados Unidos.
Con un control casi absoluto durante estos 20 años de los medio de comunicación y llevando a cabo una campaña las 24 horas del día, los 365 días del año que incitan al odio de clases y al resentimiento social, aplicando los principios de propaganda de Joseph Goebbels, no es de extrañar que exista gente que se crea todo lo que dice el régimen para justificar su fracaso. Que la situación actual es culpa de un supuesto bloqueo, que los apagones no son culpa de la falta me mantenimiento del sistema eléctrico sino a causa de ataques electromagnéticos por parte de Estados Unidos, que la oposición cada vez que quiere deja patas arriba aun país saboteando instalaciones que están militarizadas y protegidas hasta los dientes y un largo etc.
Esta es principalmente la causa del descalabro actual del país, pero no es algo ocurrido por ineficacia, es algo programado con alevosía, ya que el fin de esta estrategia es que todos dependan del Estado para subsistir -las cajas CLAP son una muestra- que la gente esté más preocupada de como sobrevive en vez de enfocar sus energías a protestar, que muchos ya doblegados no se atrevan de morder la mano de quien les da algo para que se lleven a la boca.