La Historia del siglo XX puede contarse como el enfrentamiento entre tres grandes ideologías, que no serían otras que el liberalismo, el comunismo y el fascismo. Tras la Segunda Guerra Mundial, la alianza de las dos primeras derrotó al fascismo. Concluida la Guerra Fría, el liberalismo quedó como dueño del campo.
Podríamos pensar, como hacía el famoso F. Fukuyama, que esto significaba el fin de la Historia, en el sentido de que el liberalismo, en sus muchas variantes, era la ideología hegemónica y que, en consecuencia, simplemente íbamos a ver su desarrollo. Parece ser que el siglo XXI se empeña en desmentir esa afirmación.
Voy a esbozar unas ideas sobre por qué creo que el fascismo aún no ha dicho la última palabra y puede resultar una opción atractiva a ciertos segmentos de la población.
1.- Qué es el fascismo.
Su simple definición ha causado una gran dificultad entre historiadores y politólogos por la heterogeneidad de los regímenes políticos fascistas, amén de que actualmente suele emplearse la palabra fascista de forma totalmente abusiva. Lo que sí podemos afirmar es que un régimen fascista tiene las siguientes caraterísticas: dictatorial, antidemocrático, nacionalista, totalitario, imperialista y militarista. Considera la violencia como un método aceptable para conseguir y mantener el poder, así como para conseguir sus objetivos internos y externos. Jerarquiza a distintos grupos humanos y considera que los más fuertes tienen derecho a abusar de los más débiles. Con esta definición mínima, podemos continuar.
2.- El fascismo funciona.
Esta afirmación puede resultar sorprendente, pero es vital para continuar el razonamiento expuesto. La ideología fascista es realmente de una simpleza abrumadora. Tan simple y efectiva como un martillo.La violencia organizada es efectiva tanto para desestabilizar a un gobierno, como para alzarse con el poder o mantenerse en el mismo mediante la represión. Los ejemplos históricos son tan abundantes que supongo no es necesario mencionarlos. Puede argumentarse que en algunas ocasiones el empleo de la fuerza ha fallado, pero siempre se puede contraargumentar que con un uso más cruel o más ilimitado de la violencia, se habría conseguido el objetivo. Un ejemplo paradójico sería el del colonialismo. No siempre la metrópoli ha conseguido la sumisión mediante la violencia; pero allí donde se ha empleado hasta el límite del exterminio nativo, ha funcionado. Nadie puede argumentar que una forma efectiva -y definitiva- de ganar cualquier discusión es eliminar al interlocutor.
El fascismo parte de la base de que la fuerza siempre es superior a la razón. En efecto, cualquier pensamiento, por irracional que sea, puede imponerse a la fuerza. Por otro lado, cualquier idea puede extirparse mediante el simple método de aniquilar a todos sus defensores.
Más allá del mero ejercicio del poder, el fascismo es económicamente exitoso. Por un lado, aunque suele declararse anticapitalista en la teoría, no lo es en absoluto. Históricamente ha practicado lo que podríamos llamar “capitalismo de estado” que no es otra cosa que un sistema capitalista de libre mercado pero fuertemente dirigido por el estado para corregir sus desequilibrios y para dirigir los beneficios hacia los objetivos de los gobernantes. Podemos traer a colación el hecho de que en estos momentos la potencia más pujante económicamente y la que tiene visos de convertirse en la dominante es China, cuya política económica es precisamente la del capitalismo de estado. Podría ser firmada por cualquier régimen fascista.
3.- Al fascismo se le combate erróneamente.
La argumentación contra el fascismo suele pivotar sobre dos conceptos. En primer lugar, por sus nefastas consecuencias: violencia y represión, guerra y barbarie. En segundo lugar, por su fracaso histórico.
Si tenemos en cuenta la anterior argumentación, ambos conceptos no pueden jamás ser efectivos contra un fascista ideológico. Por un lado, para quien acepta la violencia como un método legítimo para alcanzar el poder, para eliminar a los rivales, acallar voces críticas o saquear las riquezas de los sometidos, todos esos efectos negativos no pueden ser considerados más que los efectos realmente deseados. Es absurdo argumentar a un belicista que su postura lleva a la guerra, especialmente cuando considera que esa es precisamente la forma natural de relación entre las comunidades humanas. Recordemos, además, que esos efectos sólo serán negativos para los perdedores. Es innegable que si nuestra comunidad saquea o esclaviza a sus rivales, obtiene un beneficio económico.
Por otro lado, el fracaso histórico del fascismo viene dado por una contingencia bélica. El fascismo fue derrotado en el campo de batalla, no refutado mediante otros métodos. Los componentes de su ideología, por separado y empleados en otros contextos, han sido ampliamente exitosos: el capitalismo de estado, el terrorismo, el imperialismo, el nacionalismo o la dictadura militar.
4.- Conclusión.
Se suele argumentar contra el fascismo de forma incorrecta. El fascismo es un sistema completamente viable y puede obtener éxito económico. Además, al ser de una gran simpleza ideológica y no definido rígidamente, es más robusto ante cualquier ataque argumental.
El problema del fascismo no es su viabilidad o eficacia, sino su falta de ética. El fascismo funciona perfectamente, pero no es ético.
5.- El futuro del fascismo.
Si admitimos que la única crítica posible contra el fascismo es la ética, llegamos a un punto peligroso, porque la realidad muestra que la ética es algo totalmente apartado de la praxis social, del debate político y del intelectual (si algo así todavía existe). Podríamos hacer el siguiente experimento mental: ¿cuándo fue la última vez que oímos algo parecido a “eso no se puede hacer porque no es ético”?
Realmente, sí existe un código ético imperante en la sociedad y es el del hipercapitalismo. En el momento histórico actual se ha admitido la práctica del sistema capitalista como única medida de la bondad o maldad de los hechos. Todo ha de medirse en función de la rentabilidad. El bien es aquello que da beneficios; el mal, lo que genera pérdidas. La economía lo es todo y la vida humana ha de plegarse a su progreso. Bajo ese mantra, cualquier crítica al fascismo no puede fructificar.
Las ideologías siguen el mismo patrón de crecimiento que un virus. Necesitan un caldo de cultivo adecuado para ir reproduciéndose al saltar de cerebro en cerebro. Sabemos que el caldo de cultivo adecuado lo encontró en la ruina y frustración existentes tras la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, cometemos el error de pensar que este es el único ambiente en el que puede fructificar. En un sistema social en el cual el único filtro aplicado a una idea es el de los valores del hipercapitalismo, el fascismo puede reproducirse con total placidez.