La oficina vista desde el ajedrez

Es curioso esto del ajedrez. Y no sólo como juego, sino también como mentalidad, como renuncia a juzgar y buscar culpables. Los dos bandos intentan matar al rey contrario. Hacen lo que pueden para engañarlo, para causarle pérdidas y conducirlo finalmente a una posición que lo aniquile o lo lleve directamente a la muerte.

Y sin culpa ni rencor.

Blancas: una chica que se acuesta con su jefe para prosperar en la empresa es una zorra, una listilla, o simplemente una mujer empoderada. Pero no tiene que serlo para siempre: puede casarse con él, y en vez de puta, vendiendo el pez por partes, será señora de, vendiendo el pez entero. Nos podemos poner todo lo modernos que queramos, pero no hace ni diez días que he escuchado esta conversación, en estos mismos términos, en labios de dos mujeres. Que a lo mejor son mujeres machistas, no digo que no, pero son mujeres

Negras: un jefe que se acuesta con su secretaria o con una empleada, de mutuo acuerdo, y le da un mejor puesto, un mejor horario, o facilidades de ascenso, es un acosador, un violador y un hijo de puta. Si luego se casa con ella, además es un calzonazos y un pringao. Y si luego, diez años después, le pone cuernos con la siguiente seretaria, ya es candidato a la hoguera, ¿no?

Y todo, porque cada cual utilizó las cartas que tenía en su mano para conseguir lo que quería. Entre adultos.

¿Os dais cuenta de por qué siempre son los pobres y las feas los que más se quejan de estas cosas?