Han pasado semanas desde la última entrada, el calor insoportable me tiene en un estado vegetativo en el que lo único que puedo hacer es luchar por sobrevivir. Las anécdotas que iluminan la vida se ven bastante reducidas en estos días, no hay caramelos de felicidad extra...
Lo único que puedo hacer en los momentos en los que el cerebro no está somnoliento es recordar cuando la excentricidad y el absurdo se entremezclaban de forma espontanea en mi vida (Forzar eso no es buena idea, siempre queda patatrónico. El absurdo es como un cordobeyu, no sales a buscarlo lo encuentras sin querer)
Recuerdo el día que le grite a un ciclista muy fuerte en mitad de la calle:
-(Nombre de amigo)(Nombre de amigo)(Nombre de amigo) por qué no me saludas?
Ese ciclista frenó junto a mi y me dijo:
-No soy (Nombre de amigo)
Las risas de los transeúntes que esperaban en el semáforo me pusieron en un estado de dignidad totalmente impostado y no me quedó más remedio que declamar:
-El diz que nun ye, pero ye.
Fin de la anécdota, mi frase lapidaria dio más risa y aun así yo me fui con la cabeza alta.
También recuerdo el día que fui a leer al paseo de la playa y un señor mayor me preguntó si podía buscarle un número de teléfono en internet. Acepté. y me dijo es un Psiquiatra de alicante que se llama (no recuerdo). Encontré ese número. La pregunta debería haberme dado pistas que eso no iba a quedar así, ese señor me tuvo 50 minutos contándome su vida, entre ellas como era amigo de Buzz Aldrin y luego me dio un montón de fotocopias de poemas que había escrito e ideas innovadoras que se le habían ocurrido (aun las conservo)
*Estaba intentado leer tres enanos y pico (Un librazo que recomiendo)
El día que la chiflada fui yo y le di la murga a mi madre durante horas porque yo quería empezar a salir vestida de cura a la calle. Le enseñé modelos de ropa, vestimenta de papa para ocasiones especiales con almendra en la cabeza y todo. Es una idea que aun no tengo descartada del todo, me gusta la irreverencia de hacer eso y lo acabaré haciendo!!!
Y así finaliza el cuaderno de bitácora, y todo para explicar que no tengo chorridolias abandonado es que en estos momentos estoy con medio cerebro derretido y la otra mitad licuada. Caronte no puede quedarse sin escribir, y mis tontunas no pueden dejar de ser contadas.
Un besín señoras/señores míos, no abandono solo descanso.