Hay cierta paradoja que me llama mucho la atención. O tal vez no. Pero el caso es que toda aquella gente que no pone impedimento al expolio del planeta que será para sus nietos, curiosamente piensan en los nietos de otros cuando avalan el derroche de buscar planetas compatibles con la vida.
Pareciera lógico contando con que asuman que este nuestro está ya moribundo y es producto desechable. Sin embargo yo diría que ofrecer esa franca despedida a los privilegiados que pudieran poner rumbo a un nuevo mundo, cuando éste ya se hiciera inhabitable, es una actitud más que sorprendente y muy contradictoria. Verían así perderse en el espacio la estela de esa nave… y al momento una explosión en sus propios morros. Porque no me cabe duda que dando a nuestro mundo por gastado dichos elegidos querrán romper todos los puentes. Es natural y hay que comprenderlo. De ningún modo irán a permitir que futuras flotillas de pateras siderales pudieran alcanzar su nueva casa cargaditas con virus, piojos y parguelas. Está claro, los parguelas ambiciosos no harían otra cosa que joderles el edén, ese nuevo mundo que se habrían garantizado para ellos y sus hijos y sus nietos.
Para sus nietos digo. Los suyos ¿eh? En concreto para aquellos nietos por los que otros aceptamos asumir la sangría del derroche. Y lo aceptamos muchos, aquel empeño lo apoyamos demasiados, tantos como sumen en su día los millones y millones que antes ya de ser escorias fueron útiles parguelas.