Pongámonos en el peor de los casos, y demos por buena la versión de que los aficionados a la tauromaquia no encuentran placer en la molienda del bicho, únicamente disfrutan del arte que se desarrolla en esa situación. Son personas que asumen el maltrato sin reflexión moral o emoción alguna. Ven el martirio sólo como una condición necesaria para alcanzar la experiencia estética elevada. Es decir, se martiriza a un animal ante nuestros ojos y, como no somos psicópatas, únicamente nos emocionamos con el temple, la valentía y las cualidades artísticas del tipo que lo hostiga, lo machaca y lo mata.
La ceguera hacia lo inmediatamente evidente del maltrato debería preocuparnos más que el sadismo de un matarife que busca placer en la tortura y la muerte. La indiferencia ante el sufrimiento que provocamos tiene un punto de inhumanidad mucho más inquietante que la consciencia de gozar haciendo el mal, porque bajo esta mentalidad la tortura, aunque indeseable, se justifica por la estética y ya no repugna a la conciencia. Realizar una mala acción para llegar a un fin elevado convierte cualquier villanía en un acto inocuo y hasta invisible, que puede ser ejecutado por todas las buenas personas. Y la buena gente que se ha dedicado a perseguir y liquidar a sus semejantes como medio para la consecución de ideales políticos o religiosos han perpetrado llenos de convicción, entusiasmo y razón crímenes de mucho más alcance que cualquiera de los llevados a cabo por los psicópatas más sanguinarios.
Todos estamos listos para desencadenar horrores en defensa de grandes ideales. Aunque nos consideremos seres buenoides y pacíficos nos meteríamos en fregados apocalípticos si nuestra sociedad se viera en peligro por grupos de fanáticos que sólo fueran capaces de dialogar a través de la violencia y la muerte. Pero los toros en ningún momento han tratado de invadir Polonia, ni han amenazado con destruir la civilización. La lidia obedece sólo al deseo de obtener un placer estético, y eso siempre debería ser prescindible cuando venga unido a la necesidad de maltratar y matar.