OJO-SPOILERS!!! Fatman and Little boy

Ésta no la había visto, ni sabía que existía, me da la impresión de que no es muy conocida. Realmente no es el tipo de peli que uno veía a principios de los 90 con unas palomitas para pasarlo bien ni tiene espíritu de blockbuster.

La confusión del título tampoco ayuda en nada: Arma secreta, Creadores de sombras, Proyecto Manhattan. Me parece más oportuno en este caso citarla por el título original: Fatman and Little boy. La historia que narra es de sobra conocida por todos, difícilmente alguien podría confundirla con un biopic del gordo y el flaco.

Siempre que oigo proyecto Manhattan me vienen a la mente los rascacielos, aunque supongo que muchos de ellos no estarían ahí en la década de los 40. Se podría decir que la historia transcurre en las antípodas, en Los álamos, Nuevo México, en el backcountry. Lamento los anglicismos, supongo que a estas alturas Reverte ya estaría resoplando.

Es una película algo extraña, por la dirección de Roland Joffé, tal vez. Pero no sólo. Ver al Murdock del Equipo A encarnando al responsable científico del proyecto de la bomba atómica tal vez a priori no inspire mucha confianza, pero lo cierto es que resulta solvente incluso teniendo que dar la réplica a un Paul Newman casi escalofriante que nadie podría afirmar en ningún momento que está interpretando un papel.

“¿Por qué fabricar una bomba? ¿Por qué no arrojar a ese hombre sobre Berlín? Tendría el mismo efecto.” Terrible. La dialéctica entre el eje científico y el militar es una constante, con Oppenheimer como bisagra entre las distintas y a veces contrarias preocupaciones. Es difícil valorar cuánto se acerca en realidad a la historia que pretende rememorar pero sin duda hay lugares comunes inevitables, mi impresión es que tiene una notoria vocación de fidelidad. Sin olvidar que es una película de Hollywood, por supuesto.

Lo cierto es que los Estados Unidos produjeron un esfuerzo bélico y científico que desembocó en el estallido de las dos bombas que dan título al film sobre Japón, son ya dos nombres propios de la historia como el de la ciudades donde explotaron. Hace casi 80 años, va camino de cumplir el siglo.

Pero la historia narrada aquí se detiene en el primer ensayo nuclear (Trinity) y deja para un austero texto la aplicación práctica del “invento” tan sólo tres semanas después. No es una película de terror, claro.

Muy al contrario se centra en el esfuerzo realizado y en los obstáculos superados, incluido uno de los dos accidentes mortales por radiactividad durante el proyecto. Sucede un poco como con la electricidad, la situación de no ver el peligro induce siempre una falsa sensación de seguridad. Probablemente las prisas y el clima de excitación general tampoco ayudaran, además de que en aquellos tiempos se sabía menos de la radiación, aunque más que suficiente.

Nadie con dos dedos de frente confiaría a un destornillador en equilibrio siempre precario un solo dedo en una sierra de mesa, por ejemplo. Aún menos cuando el objeto con el que trabajaban podía despedir en una fracción de segundo millones de diminutas “sierras” que podrían abrasar de dentro a fuera a todos los presentes en un solo instante, como después se comprobó.

El título alternativo, Creadores de sombras (Shadow makers) es una cruel referencia en ese sentido, todo lo que quedó de algunas personas en las dos ciudades bombardeadas fue su “sombra” impresa sobre el cemento, una silueta oscura. Aunque evidentemente eso no fue resultado de una simple irradiación como en los accidentes referidos, que procuraron tres largas semanas de agonía en un caso y nueve días en el otro a sus respectivas víctimas. Lo otro debió ser un instante.

La entre célebre e infame reflexión de Oppenheimer no se incluye en el film ni en el parco texto final, aunque casi se lee en el rostro durante el primer ensayo, con las gafas de protección iluminadas por la detonación. Al parecer el año que viene tendremos un nuevo punto de vista sobre el científico de la mano de ni más ni menos que Christopher Nolan, tal vez uno de los directores más cotizados del momento. Llevará por título el apellido del autoproclamado Dr. Muerte. Será interesante ver que perspectiva se ofrece más de 30 años después de la del francés que se reservó para el último plano una imagen de la tierra, desde el espacio. De esas imágenes que valen más que mil palabras.

Y como considero que aún no he dado mi opinión sobre el asunto, por más que inevitablemente se filtre entre las líneas, me atrevo a sugerir un título alternativo para añadir a la pequeña retahíla ya mencionada:

So right and so wrong.