Es posible que sea la única película de la historia protagonizada por un inspector de sanidad. “Cuánto me alegro de verle”, afirma el metre. Cuántas veces las palabras dicen lo opuesto que el rostro: -Es mierda de rata. -¡Es una alcaparra! -¿Una alcaparra? Cómala.
De un protagonista tan poco convencional no puede salir una historia al uso, aunque ya desde los primeros planos, durante los créditos, sea imposible no acordarse de aquellas películas de los 50, de hecho es un remake con el mismo título de la original de 1956 completamente distinta pero con numerosos puntos en común que a su vez se basa en una novela de aquellos años. Ninguno de los remakes posteriores, de 1993 y 2007 , al margen de destellos puntuales, me han parecido especialmente interesantes.
La narración que se nos presenta aquí va a ser mucho más inteligente que las que de algún modo homenajea, más en la línea del titular que recorta Bennell durante la llamada telefónica sobre una invasión de arañas. Muy al contrario que esas otras producciones, estamos en realidad ante una delicatessen como un oportuno cartel más adelante se encargará de recordarnos.
“A pesar de la diferencia de clase entre los dos equipos estamos asistiendo a un encuentro muy interesante...” narra la radio en el coche.
La acción empieza desde el principio aunque tal vez no se advierte en una primera e ingenua visualización, a excepción de la extraña mirada de la profesora:
Ahí hay más flores, niños, cogedlas… Podéis llevar alguna a casa para vuestros padres…. No, no cojas tantas, no, no… Qué mejor arma que una inocente flor.
No menos inquietante es el plano en primera persona del cura en el columpio. “Ya están aquíii...” se diría, evocando otro clásico del videoclub. En realidad no se andan con sutilezas a cierto nivel de lectura.
“El policía le ayudará” afirma el protagonista desde la sensatez al ver la pequeña turba que persigue al loco que trata de advertirles del peligro (cameo de la original), mientras el coche dobla lentamente la esquina en un plano magistral, para acto seguido mostrar el cadáver del perseguido ante los rostros impasibles e inhumanos de sus perseguidores. ¿Qué nos querría decir?
-Es inaudito, no quieren saber nada del accidente. -Claro, esto es una conspiración. -¿Qué es una conspiración? -¡Todo!
“-¿No le parece más probable que usted quiere creer que está cambiando porque busca una excusa para dejarle?” La afirmación del psiquiatra nos remite de nuevo a una sensatez que ignora totalmente la realidad de los hechos. No lo sé responde ella, y de nuevo las palabras dicen algo muy distinto a su expresión, casi puede leerse: ¿crees que soy idiota? No tienes ni idea.
“Es como si hubiera una epidemia de un virus alucinógeno. La gente suele recuperarse en un par de días”. A estas incipientes alturas sabemos ya todos exactamente cómo se recuperan. Y nos podemos imaginar otra visita de un camión de la basura que hace horas extra.
También hay niveles de lectura algo más sutiles como la mención a la desestructuración familar y la tarjeta probablemente excusando la ausencia de Geoffrey (tétrica doble ausencia en realidad) con los colores del arco iris. O quizás se trate de una mera casualidad.
La lágrima de Jack puede dar mucho que pensar, toda esa secuencia es el eje sobre el que gira la historia. ¿No te han dejado leer tus poemas? Tal vez la interpretación más tentadora en ese momento, dada la mención de Mundos en colisión de Velikovsky y las quejas antes expresadas por el mismo Jack ante lo prolífico del psiquiatra, sería la pugna entre ciencia y pseudociencia, pero esa hipótesis parece desmoronarse al poco, cuando busca el cuerpo en la bañera de barro en la que un hombre murió. Aunque quién podría hacer gala de pensamiento racional en tales circunstancias. De alguna manera la lectura bipolar apunta a una cierta falsa dicotomía, y es que algunos asuntos pueden tener muchas más aristas de las que pareciera en un principio.
La película al final funciona como metáfora de cualquier tipo de infiltración, seguramente por el temor a los comunistas eniendo en cuenta el contexto, aún en fechas tan postreras como 1978.
Y los invasores se ofrecen como una suerte de solución a todos los problemas de la humanidad que es puntualmente rechazada por el protagonista de turno. Y es que a la postre somos nuestros errores y despojarnos de ellos no es sólo separarnos de nuestra humanidad sino de la propia noción del yo.
La narración cambiará por un momento de protagonista para ofrecernos uno de esos finales que no se olvida para la que es a mi juicio la versión más acertada de este clásico de la ciencia ficción.