OJO-SPOILERS!!! "un superhéroe raro"

En la vida real también hay superhéroes pero son bastante distintos de como solemos imaginarlos.

Pero sí que es cierto que suele ser por algún tipo de accidente, ya sea genético o un mal golpe en la infancia. Supongamos que un golpe preciso en el lugar exacto pudiera desvanecer el velo que el cerebro crea en la infancia entre consciente y subconsciente.

No nos damos cuenta de la cantidad de cosas que hacemos de forma automática: respiramos, sudamos, parpadeamos… y cada ógano hace su función sin prestarle apenas atención. Y, aún más allá de eso, los motivos reales de nuestras propias decisiones y reacciones, de nuestra conducta, permanecen impermeables en la mayor parte de los casos, inaccesibles salvo tras un laborioso ejercicio de introspección.

Está bien, tal vez no sea un superpoder tan glorioso como volar pero es bastante más realista. De hecho parecen gente normal, a simple vista. Aunque también es verdad que algunos suelen ser un poco raros. Algunos incluso dirían que malas personas: ese que monta una escena por lo que otros consideran que es una nimiendad, el que tiene una palabra descortés o aparentemente fuera de lugar, aquellos que actúan en función de una realidad que no es como la mayoría la percibe.

No es infrecuente verlos poblar consultas de psiquitaras, tratando de huir de su don, o incluso manicomonios cuando este se les escapa de control de forma irremediable. Ninguno lleva capa, algunos llevan camisas de fuerza. Ninguno puede ver el futuro pero todos han visto el pasado. De otra manera a la que lo ha visto el resto y extrayendo además otras conclusiones. No son profetas, pero mejor que consideres sus predicciones. Tienen más y mejor información. Y la obtienen de la misma fuente que el esto.

No todo van a ser ventajas, claro. Si la consciencia se apodera de partes del cerebro que en principio no le corresponden, cuando ésta duerma, tal vez se apaguen algunos automatismos necesarios. ¿Podría olvidarse el corazón de latir? ¿Los pulmones de respirar? O tal vez los esfínteres… bien, si el don es grande puede ser laborioso aprender a dormir sin dormir del todo, a dejar esa necesaria luz de emergencia encendida cuando todo está a oscuras. Empujar las moléculas pertinentes hasta elaborar las estructuras biológicas pertinentes mediante impulsos eléctricos puede ser un árduo juego de telequinesis.

Y total, tampoco da para tanto, algunos sí logran medrar y se covierten en reverenciadas eminecias en sus respectivos campos pero, dado el contexto, la mayoría fracasan irremediablemente como muchos del resto. De hecho los riesgos son incluso mayores, ante determinados procesos lógicos, por ejemplo la disyuntiva entre actuar y no actuar, cuando no es posible determinar como, las mentes dormidas no presentan mayor objeción y se conforman con un mero redondeo, de más o menos cifras. Los despiertos persiguen a veces números irracionales hasta el infinito, llegando incluso a entrar en bucle. Y se manifiesta en forma de conductas a nuestros ojos irracionales. Cuando eso pasa es mejor no estar cerca.

No es que no entendemos las causas que los guían, es que ni siquiera las percibimos. Diríamos muchas veces que actúan como locos. Un hombre ve a los lejos a otro haciendo aspavientos extraños y podría concluir que es un demente si no alcanza a deducir lo que sus ojos no llegan a ver: la avispa que lo atormenta. Ellos saben que el mundo y sus ciudades se iluminan con luz de gas.

La verdad social, esa que asume la mayoría y conforma la realidad en la que viven no es más que una burda y tosca comedia. Dramática en sus consecuencias, pero comedia al fin y al cabo. Comedia negra, funesta. Para ellos los locos somos todo el resto. Bueno, más que locos, imbéciles, borregos, aletargados, dormidos. Lo cierto es que es un don un poco cruel, así como acabó siendo el de Casandra porque, por más que puedan percibir la realidad con una claridad absoluta que los demás no alcanzan ni en sueños, no se diferencian en nada del resto de los mortales en cuanto a su capacidad para actuar.

Ni vuelan, ni son de fuego ni de hielo y por lo general no tienen tanta pasta como Batman. Ése sí que es un superhéroe de verdad, con sus Industrias Wayne y todo el poder del dinero, el superhéroe perfecto para el capitalismo. ¿O tal vez Ironman con su rollo robótico? No, estos no tienen nada tan “especial”, con suerte 20 dedos.

Pero no por ello son capaces de menores proezas, a veces. Casi milagros, se diría. Y en muchos casos aparecen como atrocidades en las noticias. Quién sabe a qué podrían prenderle fuego, pero una cosa es segura: a nada que en realidad no merezca arder.

Porque lo normal es soportar infinitas humillaciones hasta terminar siendo seres rotos y anestesiados, dormidos. Claro que entrar en el aula y regar de balas a los compañeros de clase y al profesor está mal, pero ¿qué es la justicia?

Y ésta es mi argumentación de por qué Un día de furia (Falling down) es una película de superhéroes.

(Que la dirigiera el tipo que le puso pezones al traje de Batman es pura coincidecia)