Me recuerda en algo a los Cohen, aunque quien sabe si se cuenta entre sus influencias o ni siquiera la hayan visto. Pero quiero pensar que sí. Algo hay en ese aprovechar la oportunidad de “el nota”. Incluso aunque venga en forma de infidelidad, como el hombre que nunca estuvo allí.
Pero hablando en rigor si a algo recuerda es al naufragio que protagonizó Tom Hanks y a su amigo Wilson. Supongo que las personas somos un poco así, no acabamos encariñando de cualquier cosa, hasta de una sucio bolsa de tela infestada de moscas.
Ya, tal vez el apartado técnico tenga algunos problemas, pero la película tiene personalidad, y la personalidad cuenta, tal como zanjaba Travolta una de esas pequeñas y surrealistas discusiones que se la ponen dura a Tarantino.
Y no sólo tiene personalidad, además tiene estilo. Despeja las dudas en el fotogramas que hace las veces de firma de la obra. No es ninguna epopeya pero sí una pequeña gran historia que merece ser contada. Lo bueno de Peckinpah aquí es que va al meollo, esa economía narrativa casi impropia del formato. El hacer mucho con poco se extiende a más facetas aparte del relato.
Algún día iremos a ese lugar, estuve con… No me acuerdo. No, mejor iremos a otro lugar le responde él. ¿Encontraremos algún lugar? Diálogos como este demuestran que no es una película de segunda fila más, de hecho tiene ese encanto de lo ligeramente cutre que tratándose de una producción de los 70 es fácil que se vea acentuado. Esas patas de elefante.
Pero tiene gusto. Benny también es un poco así con ese traje clarito tan apropiado para un país soleado como México y tan poco sufrido para hacer frente a las adversidades del camino. Acaba por supuesto hecho un zorros, casi como metáfora del alma del personaje, del que apenas veremos sus ojos durante algunos instantes, casi como marcando la partida y la llegada de un viaje: En el hotel al principio cuando le hacen la foto, en el espejo ya casi al final habiendo llegado a casa.
No queda mucho del Benny de las primeras tomas haciendo de animador turístico tras un piano. Jamás se vuelve de un viaje, del mismo modo que nadie se baña dos veces en el mismo río. Me tengo que volver a acordar de los Cohen, ¿una oportunidad? ¿dinero fácil? No es país para viejos, sin duda.
Y bueno, luego nunca es tan fácil, ¿no? Y Benny, un poco crápula tal vez, pero al final resulta que es un buen tipo, no muchos protagonistas llevan la cuenta de los extras muertos. Pero es un problema, cuando los mercenarios no cogen el dinero el mundo se va a la mierda. Es así cuando la corrupción, la ley y el orden son la misma cosa. Y este tiene su lado sensible, ¿no? Al fin y al cabo es en realidad el pianista y la guitarra va a ser un compañero de viaje más, hay cosas que no se dicen, simplemente se muestran.
Déjame ir contigo, le dice ella y él responde con un tajante no. Al siguiente plano aparecen ambos juntos de camino a su cuestionable cometido. ¡Estamos vivos! Exclama y… bueno, la verdad es que es difícil tomarse a Benny muy en serio y no sólo por su gusto para la moda y las gafas de sol.
Pero sólo muy de vez en cuando y por extraño que parezca, las cosas son lo que aparentan.
Vendría a ser un poco un Scarface chusco, no todo siempre sale bien. Una mujer sin marido. Un niño sin padre. Y al final dos hijos huérfanos. Aunque para la mayor será un alivio. Y tampoco parece que su mujer lo vaya a extrañar en absoluto. A Benny tampoco le echará de menos nadie, ni siquiera los turistas de la cantina. Podría haber cogido el dinero, haberse dado la vuelta y ahora estaría en cualquier playa del caribe paseando sus gafas horteras, lejos de los mijitorios.
Pero al fin y al cabo, ¿para qué es el dinero? Hay placeres que es imposible que compre el oro. O eso, o que es incapaz de llevarle la contraria a una mujer, un de dos.