Lo que sigue es parte de un artículo sobre la burbuja del ladrillo es España, especialmente a tenor de la liberalización de suelo de Aznar, que demostró por la vía de los hechos que una mayor oferta no implica necesariamente una reducción de precios:
De la utilidad y la urgencia
Es conocido en economía el concepto de utilidad, y aunque podamos valernos de su uso para lo que queremos expresar, no deja de sonar a eufemismo para describir lo que se pretende.
Porque si uno se queda sin oxígeno, decir que la utilidad del oxígeno es máxima parece que se queda bastante corto para definir lo que en realidad es una urgencia. Este tipo de elecciones semánticas denotan un enfoque determinado sobre los hechos que al final determinan su interpretación.
Porque va a ser la urgencia en cerrar una determinada operación la que va a acabar determinando el precio, tanto para el lado de la oferta como para el de la demanda.
Si lo vemos a través del factor tiempo, cuanto más tiempo dispongamos para el cierre de una operación dada, más nos podremos desviar del precio de mercado, incluso llegando a modificar éste si la conducta se ve reproducida por los diferentes agentes de nuestro lado del mercado (comprador o vendedor).
Esto se debe a que las relaciones comerciales en un contexto de libre mercado lo que expresan en realidad en una relación de poder que deriva en explotación.
La economía exenta de regulaciones es un campo de batalla perfecto, o más bien un coto de caza, donde los intereses de lo que parten con ventaja se van a ver reforzados en una dinámica de acumulación que se retroalimenta.
Y es la urgencia, que apunta a la necesidad, el factor clave para ello. Si habláramos de utilidad parecería que los diferentes agentes de mercado acuden a él por no tener nada mejor que hacer y eso no describe en absoluto la realidad.
Pero no sorprende que desde el punto de vista neoliberal ortodoxo no se propugnen este tipo de enfoques.
La parte débil y la parte fuerte
Lo que determina quién es la parte fuerte y la parte débil en cualquier transacción es la urgencia en cerrar dicha operación. Utilidad, urgencia o tiempo.
No cabe duda de que el tiempo va a poder desplazar el precio de cierre con limitaciones, desde el punto de vista de una operación puntual, desde el punto de vista micro. Pero desde el punto de vista macro encierra el potencial de desplazar el precio de mercado, lo que es sin duda mucho más trascendente.
Es un fenómeno análogo a lo que en política y sociología se conoce como ventana de Overtone, la media de la nube de precios de cierre en las operaciones nos define el centro de esa ventana.
Pero veamos qué es lo que sucede si desde una lado del mercado reducimos drásticamente la utilidad o urgencia o ampliamos el tiempo disponible para el cierre.
Ya sea oferta o demanda, lo que sucede es que cae. Está ahí pero perfectamente puede no estar.
Por lo tanto si no hay urgencia, la demanda se puede situar cómodamente por debajo del precio de mercado y la oferta por encima. Por lo tanto no son oferta y demanda efectiva en ese momento.
Y si tal rasgo forma parte consustancial de uno de los lados lo que vamos a observar es un desplazamiento del precio de equilibrio siguiendo el dictado de aquellos que no tienen prisa.
La oferta por encima y la demanda por debajo del precio de mercado no van a alterar tal precio. Y eso es cierto mientras en el mercado reste oferta o demanda en ese precio. De ahí la importancia de la estructura: no es lo mismo una pirámide, que un bloque, que una pirámide invertida.
En el momento que la urgencia (en oferta o demanda) absorbe a su contraparte en el precio de equilibrio, (la demanda agota la oferta o la oferta agota la demanda) ya sólo podrá desplazarse por la curva en sentido inverso al de sus intereses.
El eje temporal o de urgencia que no figura en el diagrama plano de curvas de oferta y demanda es crucial para entender la evolución del precio de mercado.
Pero la idea que se nos vende desde el neoliberalismo ortodoxo es justo la opuesta: el discurso habitual trata de hacernos creer que todos acudimos al mercado en igualdad de condiciones y con las mismas posibilidades, que el éxito depende de nuestro buen o mal hacer y no de nuestras condiciones de partida.
Admitir la tesis aquí propuesta, que en realidad cae dentro del terreno de la obviedad, sería tanto como admitir que tal discurso es rotundamente falso. Matemáticamente falso, se diría.
La realidad es que aquellos acuciados por la necesidad, en un contexto de libre mercado que equivale a la desprotección absoluta, están abocados a ver mermados sus intereses y además bajo el mantra de equidad con el que se trata de revestir un sistema económico redistributivo en el sentido de la acumulación, para más inri. La realidad es justo la inversa: pobre paga doble.