Lo cierto es que nunca me ha gustado demasiado la canción, demasiado "alegre", un contraste que no puede ser coincidencia respecto a la historia que de alguna manera narra:
La de Brenda Ann Spencer que el lunes 29 de enero de 1979, a sus 16 años, asesinó con el fusil que le regaló su padre por navidades al director del colegio, al conserje e hirió a 8 alumnos y a un policía.
Lo que llamó la atención de Bob Geldof, que la escribió, fue la razón que dio para ello y que da título al tema: que no le gustaban los lunes. Y que aquello le animó el día, apostilló. Me sonaba la historia vagamente y me la recordaron en la última entrega del podcast de cine "Todopoderosos".
La expusieron brevemente y ninguno de los 4 tertulianos, que sin ser la crema de la intelectualidad bien se les podría considerar así dentro del mainstream, pareció poner el más mínimo reparo a la explicación que dio la protagonista de tan aciago acontecimiento. Tiene un punto de humor negro. Y nada más que rascar, nada más allá de eso.
Un poco de la misma manera que el resto de la sociedad en su conjunto, como si matar a gente porque uno tiene un mal día fuera lo más normal del mundo. Claro que no tiene nada de normal, salvo que estés loco. Entonces sí, lo más normal del mundo es que hagas cosas por razones peregrinas o ninguna razón.
Pero la verdad es muy distinta y las raíces de las causas, invisibles desde la superficie, ahondan mucho más profundo con fuerza para agrietar la pura roca. Me vino bien la referencia porque llevaba un tiempo dándole vueltas a la idea del microabuso: esos sutiles roces, que no imperceptibles, que pueden llegar a constituir un cúmulo sumamente lesivo.
Al fin y al cabo el tajo que secciona irremediablemente una arteria puede ser visto como una sucesión de minúsculas incisiones. De escasa trascendencia, incluso irrelevantes por separado, pero tal vez determinantes. Tanto como para definir la vida y la muerte.
Es un tipo de acontecimiento que se repite como un goteo incesante, incluso en lo musical, "Pumped up kicks" describe un escenario similar, ese ya me gusta más. Pero en cualquiera de los dos casos disertan algo más las causas de ese tipo de conductas que en el mencionado podcast y en la percepción que se desprende de la sociedad, se quedan con el chascarrillo: es que no le gustan los lunes.
Es mucho más sencillo entender que algunas personas se convierten en vasos colmados a través de una condensación invisible, hasta el punto no de saber siquiera explicar las propias causas de su conducta, desbordados hasta el extremo de llevar a cabo la estupidez más perturbadora, incluyendo crímenes atroces. Y tal vez todos somo vasos, medio llenos o medio vacíos, según se quiera ver, pero potencialmente desbordables.
Tal vez es que las élites de tales sociedades tienen poco interés o ninguno en comprender los procesos de abusos que llevan a una persona a ese punto de ruptura que tenemos todos, fundamentalmente por resultar en buena medida su modus vivendi y poder llevarlo a cabo al amparo de un entramado burocrático-legal diseñado en el fondo para perpetuarlo. Por más que se pretenda dar otra apariencia o incluso se pudieran tratar de perseguir metas más elevadas ése es el papel que juega.
Es mucho más fácil hablar de locos, encerrarlos y tirar la llave que entender que el agua hierve a los 100 grados. Y que toda resistencia, también eléctrica, tiene un límite. Resulta profundamente llamativa la incapacidad práctica del sujeto que padece tal situación de articular un explicación coherente. Tal vez la realidad ni siquiera nos parecería coherente. Nadie mata a nadie por una máquina de café que se traga una moneda y tal vez no toda la sangre hierva a la misma temperatura, pero es como si esa acumulación fuera creando un poso que reduce progresivamente el recipiente de la paciencia haciendo que termine por desbordarse, como una tubería que revienta obstruida por la cal que con su invisible poso termina formando la misma piedra por idéntico proceso en que forma estalactitas y estalagmitas.
Llega un punto que las razones, los hechos y causas concretas, se pierden en su mayoría hasta para el propio individuo que seguramente ni dispone del tiempo para detenerse a identificar el proceso que está teniendo lugar en su propio seno y sólo queda un poso indeleble en los sentimientos: odio, ira, rencor, de resentimiento, de hostilidad hacia un mundo hostil. Una actitud hacia el mundo y a la postre una personalidad. Pero este tipo de análisis no interesa en todas partes, de modo análogo al que no interesan cierto tipo de análisis económicos, es mucho más conveniente para algunos seguir llenando las cárceles de pobres y de negros y los manicomios, de locos. Y quedarse con una explicación tan absurda que es más bien un escupitajo: "no me gustan los lunes". ¿A quién cojones le gustan los lunes? Quien responda que al él sí, ya sabemos por qué es con mayor probabilidad incapaz de entenderlo. Bukowski sí sabía que "no son las cosas importantes las que llevan a un hombre al manicomio" sino algo tan nimio como el cordón del zapato.