Es posible que hayamos llegado ya a una situación en la que millones de muertos sean inevitables, de un modo u otro, tomemos el camino que tomemos.
El trabajo de Kaczynski (y me refiero a la parte filosófica, sociológica y psicológica, no a la matemática o criminal) es interesante por varias razones, pero una sobresale por encima del resto. Su análisis, que incluso los propios hechos vienen demostrando como bastante preciso a pesar de ciertas generalidades que el propio manifiesto asume, pone el acento en un eje que suele quedar fuera del debate.
La tecnología y sus beneficios en la gran corriente de opinión rara vez son cuestionados, sin embargo en el manifiesto del autodenominado Freedom Club constituye el elemento principal de reflexión desprendiendo de él consecuencias hacia otros ámbitos.
Sin compartir necesariamente sus conclusiones (ni por supuesto sus medios), es inevitable hallar en sus líneas ciertas afirmaciones brillantes e irrefutables. Uno de los puntos clave del manifiesto, tal vez el punto álgido (o uno de ellos) de su trabajo son los denominados principios (5 principios) sobre interacciones de tipo revolucionario en una sociedad y sus consecuencias.
En concreto en el párrafo 105 aprecia sobre estas interacciones que "La red de causas y efectos es demasiado compleja para ser desenmarañada y entendida." Lo dice una de las mentes mejor dotadas del planeta. Eso no sitúa la afirmación en el terreno de la verdad factual pero qué duda cabe, es digno de tener en cuenta.
Kaczynski (o el Freedom Club) lo expone sin tapujos, él aboga claramente por una opción presentando un abanico de posibilidades en las que ninguna se encuentra exenta de grandes tribulaciones. Es natural, viendo el firmante, encontrar la libertad (definida en el propio manifiesto) como el principio en el más alto peldaño de la escala de valores. Mención aparte requiere el análisis psicológico del denominado "proceso de poder" de los individuos que encaja de forma bastante precisa con los hechos observables. También se señala a lo largo del manifiesto la imposibilidad de separar lo malo de lo bueno (consecuencias deseables e indeseables), en este caso con el foco puesto sobre la tecnología.
En cualquier caso, resulta difícil compartir la totalidad de lo presupuestos del Freedom Club del mismo modo que sería complicado rebatir la certeza de su análisis en muchos puntos. Al final, lo que constituye su mayor aporte, ese punto de vista en clave casi exclusivamente tecnológica, sea posiblemente también su punto débil. O la parte a complementar.
En lo personal, suelo encontrar siempre que analizo ideologías que observan la libertad como el principal y más alto de sus valores un cierto componente de renuncia. Renuncia en relación a la capacidad del ser humano acerca de controlar desde el medio en el que se desarrolla hasta su propia conducta. En el lado opuesto, posiciones que podrían englobarse dentro del extenso análisis psicológico que realiza el texto bajo el término "izquierdista", contienen a su vez un componente de renuncia, pero en este caso hacia cierto grado de libertad. Lo cierto es que, como en uno de los pasajes del texto se aprecia, uno no puede comerse la tarta y seguir teniéndola. Las consecuencias deseables van entonces unidas inseparablemente de las indeseables.
El manifiesto toma como punto de partida las necesidades biológicas del ser humano y las separa totalmente de la moral que parece entender como una construcción cultural externa ajena a la psique del hombre. Lo cierto es que ambas cuestiones forman parte de un uno indisoluble. El conflicto que se describe a lo largo del texto, ese eje tecnología-naturaleza como fuerzas enfrentadas, aunque sea una realidad palpable de nuestras sociedades, es posible que se trate en gran medida de un falso dilema.
En las propias líneas del manifiesto se admite en parte la generalidad de algunos de sus postulados pero tal vez su carencia más relevante sea la aproximación al conflicto desde otros ejes. Se describe la continua aceleración de la tecnología como resultado de procesos psicológicos de los individuos, y aunque sin duda estos tienen un papel clave, no parece tenerse en cuenta en ningún momento el grave papel que el sistema económico juega en ello.
Se señala en varias ocasiones, y se deja entrever en el pensamiento tras las líneas, el conflicto que supone la velocidad del avance científico con el avance biológico.
En una de las sentencias más duras del texto se afirma que se adapta a las personas al sistema en lugar del sistema a las personas y se desgranan en varios párrafos las enormes consecuencias psicológicas y el sufrimiento que genera tal situación. Y lo cierto es que viendo el funcionamiento del sistema la afirmación no es cuestionable. Materia de discusión sería si eso es inevitablemente así o es producto de otros procesos.
El Freedom Club considera ingenuos a aquellos que creen poder controlar el desarrollo tecnológico, en pocas palabras expone que la tecnología nos controla a nosotros y no al revés. Que a través de distintos mecanismos y bajo la apariencia de libertad estamos cada día más y más subyugados. Expone esa situación como consustancial a la clase de tecnología ligada a los grandes grupos o corporaciones, ya sean públicas y privadas.
Es posible que la construcción de nuestras sociedades sea errónea desde los propios cimientos. Pero no basta con establecer los hechos sin comprender sus causas. Y para ello hay que determinar todos los ejes que interactúan en los diversos procesos, por lo menos los fundamentales a modo de coordenadas básicas. Nos hallamos pues ante un eje tecnológico que es sobre el que versa el manifiesto, un eje socio-psicológico sobre el que también abunda en gran medida, y un eje económico sobre el que apenas se hace referencia. Y no deja de ser un poco paradójico cuando se le atribuye a un matemático.
Son tres ejes que están en estrecha correlación, como señalan los propios principios del manifiesto no se pueden introducir grandes cambios en uno sin afectar al otro.
En el manifiesto se establece, como ya se ha mencionado, un papel psicológico en la acelerada tecnificación. Tan importante o más es la necesidad del sistema de producir un crecimiento sostenido para evitar su propio colapso. El escrito es interesante porque nos enfrenta con lo que somos y con lo que queremos ser y pone de relieve el conflicto ante ambas nociones.
Así pues se explica como las llamadas actividades sustitutorias abocan a una tecnificación más y más rápida, es cierto. Pero no sólo por eso, se pueden hallar incontables actividades lejos de la tecnificación que pueden caer bajo el conjunto de "sustitutorias", además el sistema económico es el que se encarga de remunerar unas actividades y otras no haciéndolas más o menos viables. También ciertas nociones en este eje se desarrollan en el texto pero son con mucho las abordadas de un modo más somero.
Al final el texto tiene como cuestión de fondo la metamorfosis del ser humano inducida por el sistema que él mismo ha creado con los defectos inherentes a cualquier obra humana. Por mucho que podamos diferir en nuestras conclusiones, es bastante seguro que casi todos compartiremos la necesidad de buscar la solución menos dolorosa al callejón sin salida en el que nos hemos metido. Y no sólo la menos dañina, sino probablemente también la más ética.
Bajo mi punto de vista el problema no es la ciencia ni la tecnología, más bien es la mala ciencia y la mala tecnología. Paradójicamente necesitamos mejor tecnología para corregir los problemas que la tecnología ha creado. Parece casi una trampa. Sucede que el motor económico fuerza un ritmo descontrolado en los avances más allá del motor psicológico. Luego, nos hallamos demandando presupuestos del otro que oprimen nuestras necesidades biológicas más básicas. Aún así, cabe reparar en que esa presión se reparte de manera muy desigual entre la población aunque al final la insatisfacción en mayor o menor medida redunde en todos los estratos.
Una de las nociones más discutibles del Freedom Club es su apuesta por un ser humano inmutable en una suerte de vergel prístino casi como el bíblico jardín del Edén.
Parece más razonable el hecho de que el progreso no nos está llevando a un lugar mejor, como sería deseable. Tal como lo veo yo esa vuelta atrás planteada sólo será viable como consecuencia de un colapso del sistema mucho más que como el resultado de cualquier actividad revolucionaria. En esa receta de dos componentes que ofrece el manifiesto, una de las dos roza la irrelevancia: el sistema caerá por su propio peso o no caerá. Y cuanto más suba, caerá desde más alto. Lo cierto es que tenemos entre manos, como decía antes lo que seguramente sea un desastre inevitable.
El tipo de sociedad que plantea el manifiesto desde luego tiene grandes ventajas, un conglomerado de pequeños grupos autónomos es mucho más flexible ante cualquier adversidad que los enormes sistemas de los que depende la humanidad. Y aunque el propio texto nos previene acerca de los postulados reformistas tal vez esa vía, de ser posible, sería la menos traumática. Al final la vida no parece tener otro reto que hacer posible lo aparentemente imposible.
En cuanto a las llamadas actividades sustitutorias, muy criticadas a lo largo del texto (aunque no sin razón) hay que tener en cuenta que forman parte en cierta medida del siguiente estadio de evolución. Es el hecho de tener las necesidades básicas cubiertas lo que nos permite enfocarnos en tareas más elevadas.
Sin embargo cuando eso se da de forma dependiente a grandes infraestructuras centralizadas, altamente vulnerables, podemos establecer que la construcción no tiene unos cimientos sólidos. Hay que deshacer lo hecho y empezar de nuevo de otro modo y a poder ser antes del colapso que ya se está produciendo en los tres ejes.
En el tecnológico, que implica el plano medio ambiental el desastre es patente cuando no irreversible. En el psicológico las cifras hablan por sí solas, la presión a la que los individuos son sometidos a través del sistema se sitúa en máximos históricos. En el económico la debacle está ya consumada. La buena noticia es que siempre hay un camino de salida. De hecho hay muchos, unos más ásperos que otros, más sangrantes o menos. No obstante, todos apuntan en la misma dirección. Y no, el problema de fondo, aunque cause estragos en muchos ámbitos, no es la tecnología ni la ciencia en sí. El mundo actual no representa el castigo divino a Adán y Eva, expulsados del paraíso, por tomar la manzana del conocimiento que les ofrece la serpiente. Muy al contrario, el problema es no haberla digerido.
Hay un conflicto en el seno de la psique humana entre el impulso primario y la moralidad o ética como construcción posterior. Al final lo que se requiere es un equilibrio entre lo que uno ofrece y demanda del medio. Son de hecho esos impulsos primarios los que nos han conducido a la situación actual. Y uno puede alegar que toda la complejidad que nos rodea, comparada a la de unos cientos de años atrás, no podría ser resultado de pulsiones tan básicas. Y no lo es desde luego, la pulsión básica se halla en el móvil que las impulsa, no en la actividad misma. Lo que nos mueve a esclavizarnos unos a otros no es la tecnología, aunque disponga más y mejores medios para ello, sino el egoísmo y la ambición. Y si el ser humano se ha organizado en grupos cada vez más grandes ha sido por una mera cuestión de supervivencia en cuanto a que los grupos mayores han sometido a los menores.
Pero esto no es un ingenio de los tiempos modernos, es una lógica militar de constante estado de guerra que proviene de los mismos orígenes de la vida. Podemos observar a la tecnología como un factor multiplicante, de hecho el más llamativo, pero no como la causa misma. Es a través de la moral y la ética como construcción cultural posterior como se trata de acotar tales pulsiones en favor de una concordia. Pero el hacinamiento no es ni ciencia ni tecnología, es el resultado de una ciencia pobre y una tecnología deficiente. La superpoblación, exactamente lo mismo. El conocimiento, la verdad, es lo único en realidad reverenciable. Todo lo contrario que sus usos torpes, miopes o directamente mezquinos. Lamentablemente nos hallamos mayormente en ese último caso.
Luego, el problema no es ni siquiera la velocidad del avance tecnológico, el problema es el desfase con el avance biológico. Y desde luego no seré yo el que proponga que nuestras ciencias imperfectas traten de ofrecer una solución a ese problema, en cuanto se ha demostrado que crean más de los que resuelven. No por lo menos desde la vertiente biológica en la que aún no se ha incidido. Pero sí que es probable que a nivel de organización social se puedan producir amplias mejoras.
De hecho, uno de los problemas al que nos enfrentamos dentro del propio ámbito científico es al progreso dispar entre las diferentes disciplinas. Mientras las nociones puramente técnicas se van resolviendo a ritmos razonables, otras cuestiones como las económicas quedan rezagadas. Y eso está muy lejos de ser casual, es tan simple como que la élite en el poder lo retiene en base a frenar el progreso en determinadas cuestiones. El precio a pagar por ello es probable que termine siendo el colapso del sistema completo. Y como se suele decir, reinarán sobre las cenizas.
Ya estamos inmersos en ese proceso y la violencia no es la herramienta que lo pueda detener o corregir, todo lo contrario. Es la razón la única que podría sacarnos con el menor perjuicio del atolladero. Y ésa es al final la lucha que presenciamos y albergamos en cada uno de nosotros, la de nuestra razón y la de nuestros impulsos. Tiran en direcciones opuestas y ese es el inevitable drama del ser humano. Renunciar a la razón en favor de nuestros impulsos no va a hacer el mundo mejor. Lo cierto es que los impulsos más bajos del ser humano potenciados por la tecnología tienen un alcance devastador. Tampoco es útil presionar a los individuos para que adquieran razones que no están en posición de asimilar, cada uno las tomará en su momento y no podemos hacer mucho más que asegurarnos de que estén disponibles.
Nunca hubo un camino fácil. Tampoco hubo en verdad la necesidad de avanzar por él más rápido de lo debido. Ni razón para avanzar en un ámbito y frenar el avance en otro. No había razón en ello, había impulsos primarios. Nos gusta olvidarnos demasiado a menudo de que tan sólo somos animales. Y tal vez algunos puedan querer matizar la afirmación previa, pero lo que es bastante seguro, al menos como lo entendemos aquí, es que no somos máquinas.
Como guinda de esa tarta, que o tenemos o nos comemos (expresión que al parecer condujo a la identificación de Kaczynski) incluyo dos imágenes que he de suponer quedan en el terreno de la casualidad.
Subrayar también que el diagnóstico de esquizofrenia paranoide bajo el que Kaczynski fue etiquetado, viendo la calidad de su análisis, dice más de la sociedad en la que ese análisis fue difundido que de la mano detrás del escrito. Desde aquí asumo que las observaciones precedentes caerán en la más absoluta irrelevancia puesto que no me parece aceptable, por urgentes que fueran o vidas que pudieran salvar, matar a nadie con ánimo de darles mayor difusión. Considero que la verdad no requiere más representante que ella misma, le sobran medios para abrirse camino y de hecho será lo único que quedará cuando todos estemos muertos. Un saludo al Freedom Club.