No, no va de ajedrez y me temo que no tengo el carisma del pelado del rincón de los inmortales, pero creo que el tema es más relevante. Con el título me refiero a la respuesta que dio la aún ministra de defensa en el congreso de los diputados acerca de las escuchas a los indepes (a todo cristo, en realidad) con el asunto de Pegasus.
No hace falta recalar en la expresión literal, vino a decir algo como “qué se supone que ha de hacer el estado al verse, digamos, atacado”. La respuesta es en realidad obvia: cumplir y hacer cumplir la ley. Y que ésta sea más o menos justa ya es harina de otro costal, aunque en algo tiene que ver no es el foco de la cuestión.
Porque si aceptamos otra respuesta que la propuesta aquí es tanto como afirmar que el estado de derecho no existe. O cuando convienen sí y cuando conviene no, opara unos sí y para otros no. O deja de existir cuando a alguien le da la gana. Y llegados a ese punto, me disculparán la ordinariez, pero o follamos todos o la puta al río.
Si hemos de aceptar que en determinados casos podemos ignorar el marco legislativo, y a buen seguro eso sucederá cuando más necesario sea, acabaremos concluyendo: “y cómo no íbamos a enterrarlos en cal viva”. Y en Argentina acabarán concluyendo que cómo no iban a arrojar a los disidentes drogados al muro horizontal que es desde tales alturas el océano. Etcétera.
Y que conste que lo entiendo. Que una cosa es la letra impresa y otra muy distinta los usos y costumbres, como eran los 30.000 euros del sobre que la susodicha entregaba presuntamente cada mes a la casa real, a tenor de la comparecencia de Villarejo. Veremos en qué queda eso. Pero hay cosas que se maman desde pequeño y de casta le viene al galgo. Y a donde fueres haz lo que vieres, así se medra. Ésa es la “gente de confianza”.
Todo lo contrario. Lo que no deja de sorprender es que quienes defienden tal posición a buen seguro se consideran demócratas de pleno derecho. La excepción, seamos claros, nunca jamás ha confirmado la regla. Pero sapos peores nos hemos tragado. Hasta tal punto el poder puede imponer sus torcidas imposturas, ya sea el del maestro en un aula o cualquier otro.
Que la información es poder lo hemos oído muchas veces, los que hayan oído hablar del legendario archivo de Hoover y del temor que causaba en muchos de sus coetáneos no deberán sorprenderse demasiado, siempre según la comparecencia de Villarejo, de que en el llamado archivo Jano haya una capítulo al que se refieren coloquialmente como “control de togas”. Y no tiene nada que ver con la sala de togas de los juzgados, la expresión es sobradamente gráfica.
Las conclusiones son bien conocidas y muy anteriores a las filtraciones recientes, que no hacen más que confirmarlas: vive vd. en democracia mientras salgan los que tienen que salir, en un estado de derecho mientras no moleste demasiado y con una separación de poderes que aparenta funcionar excepto cuando de verdad es necesaria. En pocas palabras, no se preocupe señora, que la casa la tiene bien asegurada, menos el día que se queme.
Lo que cabe preguntarse, tras toda esta maraña poliédrica de infinitas aristas donde cada persona es un bando, es si acaso el CNI desarrolla algún tipo de actividad legal. Jano en la mitología romana es el dios protector del estado. Y se den las razones que se den, lo cierto es que tiene dos caras.
Las pinceladas que da Villarejo sobre el funcionamiento de la institución no tienen desperdicio. Para haber sido comisario, de la policía habla poco, para los que estén solamente un poquito al día de por donde van los tiros sabrán que se supone mantiene algunas “discrepancias” con ciertos poderes que han originado estas filtraciones, por supuesto parciales, si no directamente guiadas como un torpedo a la línea de flotación. Nadie es inocente.
Y pasa eso, que uno está muy cómodo en la “posición Robles”, haciendo un excepción cotidiana del marco legal para con otros, pero cuando le joden a uno la vida, vaya, entonces se acuerda de que la soberanía emana del pueblo, de la presunción de inocencia y de todos los derechos constitucionales que ha vulnerado impunemente a tantos durante tantos años. Algo de razón tendría Ortega con aquello de que uno es uno y su circunstancia.
A buen seguro hay departamento de “encaladores” en más de una institución, es un clásico, al final no hay tantas cosas en la vida: dinero, mujeres, drogas…
Tal vez ahora sí que valga la pena observar que si en la praxis diaria de un institución cualquiera se vulneran sistemáticamente las leyes, tal vez éstas no hayan alcanzado toda su perfección.
Por no hablar del juez que las tenga que aplicar, qué vicios, vergüenzas o delitos tendrán en el mencionado archivo para garantizar que el sentido del fallo será el “correcto”. Si es que no se puede sacar la basura a deshora.
Y como decía, lo entiendo, todos somos más “humanos” de lo que probablemente nos gustaría. Lo preocupante es la pregunta de Robles: ¿Qué se supone que debíamos hacer? Ya no porque venga de una ministra, sino porque si ni siquiera tenemos claro hacia donde vamos, o peor aún, no vamos a ningún lado porque consideramos que ya estamos en el lugar correcto, es que no existe ni propósito de enmienda. Qué digo, ni conciencia del problema. Supongo que tampoco debería sorprender en un país que en cunetas sólo está por detrás de Camboya, ése es el nivel. Está primero Camboya y luego Can Polla.
Pero tampoco se puede decir muy alto porque siempre hay uno que salta ¿y Paracuellos qué? Como si no hubiera habido 40 años de Paracuellos después. Después de “acabada” la guerra. A ninguno nos contaron en el colegio que en este país hubo un genocidio ideológico, no con esas palabras, ¿verdad? Pero seguro que todo el resto de lo que nos contaron es cierto. Debe ser la excepción que confirma la regla.